Roberto Chambi Calle [1]
Desde que se inició el gobierno de los movimiento sociales el año 2006, la derecha y las logias neoliberales bajo la capa de la casa blanca, continúan mascullando la defenestración del “Indio”, quien después de más de 500 años había logrado llegar a dirigir Bolivia; la nación andina en sus inicios estuvo bajo la administración y tutela de personajes que eran obsecuentes con los intereses neoliberales en concomitancia con las políticas del Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), testaferros que condicionaban el mercado, las finanzas y el capital por encima de la vida, los derechos humanos y la madre tierra; pues a la mayoría de los neoliberales no les importaba rifar los recursos o imponer condiciones de vida paupérrimas para la mayoría de los bolivianos, ya que el fin más allá de estos derechos era cumplir los mandatos de sus “políticas” de ajuste y de reajuste.
La mayoría de los medios de comunicación, en estas últimas semanas se dieron a la tarea con mayor intensidad de “promocionar” las falsas divisiones que tiene el Movimiento al Socialismo, mostrándolo como los principios de su final, cuando la realidad es otra muy distinta; pues su unidad es inquebrantable cuando se trata del Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos, ya que éste no es un partido tradicional proclive al capitalismo artero, al cual ellos tanto estaban acostumbrados, sino es el movimiento vivo de todos los actores sociales que están conglomerados en organizaciones sociales vivas del Estado Plurinacional, por lo tanto no hay una disputa de poder como ellos lo interpretan, sino hay líneas de pensamiento distintas que al final unívocamente desembocan en el mismo destino: mantener y consolidar un estado plurinacional libre, independiente, soberano y autodeterminado frente a la comunidad internacional.
Fuera del MAS-IPSP, en Bolivia no hay un “partido político” que tenga el peso, ni la talla suficiente para que lleve las riendas del estado. La derecha tuvo su oportunidad, quien de forma violenta en coordinación con los comités cívicos —clanes familiares, logias orientales; “Caballeros del Oriente”, “Toborochis”; etc.—policías y militares arrebataron el poder al 1er presidente indígena, hundiendo al país andino en un clima de corrupción y violación flagrante a los derechos humanos como las masacres de Sacaba y Senkata y los más de 37 muertos que hasta la fecha los autores de estos delitos no han recibido una condena. Esa administración oscura y tirana es un ejemplo palmario de cómo la derecha neoliberal puede desplomar al Estado en menos de un año, por lo tanto: ¿Acaso hay un partido político que pueda sustituir al gobierno de los movimientos sociales?
Desde las “políticas monroistas” —América para los americanos— EEUU siempre ha tomado a Latinoamérica como su patio trasero, es trillado manifestarlo; pero debemos recordar que en función a esta su política invasora es que el imperio es especialista en “dividir y vencer”, crear falsos positivos y caldos de cultivo, mediante sus golpes duros, blandos e híbridos, así lo hicieron por el resto del mundo: Afganistán, Irak, Siria, Palestina; etc., en el caso de nuestro continente ejemplos hay varios, entre los más descarados tenemos la invasión a Panamá en 1989 —“Operación Causa justa”…—, a Cuba —1961 Invasión a la Bahía de Cochinos— y el Golpe de Estado mediante sus operadores el 2019 a Evo Morales Ayma.
La soberanía en términos políticos es el poder de autodeterminarse como estado, como desean sus habitantes; pues esa es la garantía que da el Derecho Internacional, y para que ello sea realidad no debe haber presión, ni condicionamientos de quién es el jefe de estado o cuál será su política exterior, ya que este es un asunto soberano de un pueblo.
Por ello a la administración estadounidense le interesan partidos políticos serviles, los cuales más adelante se convertirán en gobiernos que apliquen sus planes, recetas y políticas por encima de la soberanía de sus habitantes, sin embargo, cuando se estrella contra el muro de la dignidad, el coraje y valentía, trata de pulverizarlo; ya que no condicen con sus principios de “paz y democracia”, en tal sentido al no poder someter a un pueblo lo acusa de “estado fallido”, como Corea del Norte, Irán, Cuba o Nicaragua, mostrándolos como “Los países del eje del mal”.
Estos medios obedientes con el neoliberalismo—quienes son dueños de la mayoría de estos emporios de comunicación: Kuljis, Monasterios; etc.— son quienes impulsan este tipo de divisiones dentro del Movimiento al Socialismo, arguyendo el posible quiebre mediante sus noticias sinuosas, por ejemplo mostrando la participación del Vicepresidente David Choquehuanca Céspedes en un video de 30 segundos en el congreso XIX de la Federación Departamental de Mujeres Bartolina Sisa de La Paz, llevada a cabo el sábado 29 de enero, cuando todo su discurso fue por más de 14 minutos, a lo largo del cual se expuso y se argumentó la unidad de los movimientos sociales, pero no solo “Página Siete” se da a esa tarea, sino también “El Deber” de Santa Cruz, “Opinión” de Cochabamba o “ANF” —por citar solo algunos ejemplos— quienes tienen el fin de consolidar la muerte del MAS – IPSP.
Dentro de un movimiento siempre hay olas y corrientes de pensamiento, eso es parte de la naturalidad de los grupos, es su esencia; pues siempre debe haber debate político sano y consciente, y no cabe duda que los liderazgos dentro el MAS tendrán su tiempo y su lugar, ahora es prematuro poder hablar de frentes y bloques, ya que la confianza en los propios actores sociales que son parte de la estructura del MAS, tendrán la sabiduría y la conciencia de poder elegir a sus conductores, en definitiva, el pueblo será quien elegirá a sus líderes presidenciables con miras al 2025, y seguro será así, porque es su instrumento político, el cual conjunciona a todos los que quieren que Bolivia se dirija así misma, libre de cualquier condicionamiento exterior, pues ya ha sido sometida 500 años, y nadie está dispuesto a perder esta libertad, esta soberanía y esta dignidad.
Por Roberto Chambi Calle
[1] Jurista y analista en RR. II., Universidad “Al Mustafá”, República Islámica de Irán.