Según las creencias islámicas, los humanos son vistos como criaturas superiores con habilidades inherentes que deben ser reconocidas y cultivadas.
La educación en el Islam se aborda desde dos perspectivas. En primer lugar, se inspira en principios filosóficos, éticos, epistemológicos e indicaciones prácticas para la educación. Por ejemplo, según Platón, la educación debería incluir aspectos racionales, emocionales y volitivos para promover el desarrollo humano.
En segundo lugar, el Islam adopta una perspectiva analítica, propugnando la discusión, revisión y renovación de conceptos y teorías relacionadas con la labor educativa. Por ejemplo, la relación educador-aprendiz se considera un flujo bidireccional, en el que el maestro guía los talentos hacia un objetivo final.
Si bien reconoce las contribuciones de filósofos como Platón y Aristóteles, la educación islámica afirma que sin las verdades ofrecidas por el profeta Muhammad (Dios lo bendiga a él y a su familia), el verdadero conocimiento estaría cerrado para siempre a la humanidad.
La educación islámica tiene como objetivo transformar a los individuos en seres inmortales mediante el desarrollo de sus capacidades intrínsecas y el desarrollo de la conciencia de la existencia de un mundo infinito que va más allá del terrenal. Para alcanzar esta perspectiva, los hombres deben recorrer un camino que los llevará a emprender la "Hayat Tayyaba" (vida pura), un punto central y crucial en la educación islámica, una existencia pura que acompañará a los hombres incluso después de la muerte corporal.
En este marco educativo, las personas son consideradas seres que deben cultivar sus capacidades y canalizar sus emociones para desarrollar una fuerte voluntad de decisión, volviéndose capaces de discernir lo que daña su existencia y posteriormente tener la voluntad y capacidad de renunciar a ello, obteniendo así una vida pura. vida.
La presencia de un maestro se considera fundamental para ayudar a los hombres a gestionar las emociones y guiarlos hacia la perfección.