Hay pocos zapatos nuevos disponibles en Gaza y pocas personas pueden permitirse los que todavía están a la venta. Pero al caminar sobre el barro y los escombros del enclave bombardeado, con la mayoría de los automóviles fuera de las maltrechas carreteras por falta de gasolina, la gente desgasta los zapatos más rápidamente.

“Salimos de la ciudad de Gaza a pie y no llevamos nada con nosotros. Sin ropa ni siquiera zapatillas. Nos quedamos un tiempo en Khan Yunis y luego nos desplazaron aquí, a Rafah”, dijo Ahmed Haboosh mientras el zapatero Ahmed Hothot remendaba sus chanclas.

Haboosh había comprado un par de chanclas usadas porque las nuevas eran demasiado caras y las llevó al puesto de carretera de Hothot (una silla y una mesa pequeña debajo de una lona) para arreglarlas.

"Antes de la guerra, trabajábamos menos, pero ahora empezamos a trabajar más porque la gente no tiene dinero para comprar unos nuevos", dijo Hothot.

"La situación de la gente es muy mala y no hay economía, es muy poca", añadió.

La guerra comenzó el 7 de octubre, cuando los combatientes de Hamás arrasaron la frontera, matando a más de 1.200 personas en Israel y tomando 240 rehenes. El ataque de Israel a Gaza comenzó el mismo día y ha matado a más de 27.000 personas, dicen las autoridades sanitarias del enclave dirigido por Hamás.

Sin embargo, desde entonces, Haaretz  ha revelado  que helicópteros y tanques del ejército israelí, de hecho, habían matado a muchos de los 1.139 soldados y civiles que, según Israel, fueron asesinados por la Resistencia Palestina.

Hothot y los otros zapateros al borde de la carretera trabajan sin electricidad, utilizando herramientas manuales, kits de costura y pegamento para remendar zapatos, pantuflas y sandalias para la gente por una pequeña tarifa.

“El cliente trae las zapatillas totalmente estropeadas y tratamos de ayudarle y hacer todo lo posible para repararle las zapatillas. Para coser se necesitan una aguja normal y un punzón. Todo es manual”, dijo Hothot.

Para Um Wadith Abu Aser, era muy importante encontrar incluso calzado que no le quedara bien a sus hijos en las calles embarradas de las nuevas ciudades de tiendas de campaña de Rafah, hogar de su familia y de cientos de miles de palestinos más.

Los niños andaban descalzos porque se les quedaron pequeños los zapatos viejos o se hicieron pedazos durante su caótica huida de los bombardeos israelíes, pero ella logró encontrar unas chanclas viejas que los zapateros pudieron reparar.

“La gente me daba ropa y yo vestía a mis hijos. Algunos me dieron zapatillas parcialmente dañadas, pero lo logré”, dijo.

“Mis hijos lloraban porque había cristales en la calle. Mi hijo se cayó muchas veces por culpa del cristal. Nos hicieron caminar sobre barro y vidrio, pero qué puedo decir, nada puede explicar lo que hemos pasado”, dijo.

Fuente: MEMO