Por Xavier Villar

"La Revolución Islámica desempeñó un papel crucial al destruir la hegemonía del complejo discursivo conocido como westernesse"

"La Revolución Islámica desempeñó un papel crucial al destruir la hegemonía del complejo discursivo conocido como westernesse"

En los próximos días se conmemorará el aniversario de la fundación de la República Islámica, la cual, desde el punto de vista occidental, podría considerarse como un "escándalo" que generó un cambio significativo en la cosmovisión, con un lenguaje y un horizonte político distintos.
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Friday 02 de Feb.
"La Revolución Islámica desempeñó un papel crucial al destruir la hegemonía del complejo discursivo conocido como westernesse"

Este "escándalo" implicó otorgar voz y agencia a un grupo específico de personas que, hasta esa fecha, habían sido presentadas por la historiografía occidentalocéntrica como elementos pasivos y despolitizados. Precisamente, la supuesta falta de agencia por parte de los musulmanes fue lo que llevó a considerar la fundación de la República Islámica en 1979 como un evento fuera de lo normativo. En este sentido, es interesante destacar que la creación de la República Islámica estuvo precedida por un proceso revolucionario conocido como la Revolución Islámica, que puede considerarse como la primera revolución que no siguió la gramática occidental, situándola en un plano completamente distinto respecto a las llamadas revoluciones clásicas como la francesa, la rusa y la china.

A diferencia de estas revoluciones, que de algún modo derivan del mismo momento histórico-político que es la Ilustración, la Revolución en Irán se apartó de los lemas derivados de la Ilustración y de sus objetivos. La Revolución Islámica, así como la subsiguiente fundación de la República Islámica, debe entenderse desde una perspectiva epistémica. Esto significa que el objetivo de la Revolución no fue simplemente el derrocamiento de una dinastía considerada como corrupta y autoritaria, como era la dinastía Pahlavi, sino que el objetivo principal fue el derrocamiento y posterior sustitución de la gramática política occidental (lo que algunos expertos, como el profesor Salman Sayyid, llaman "westernesse").

Esta gramática, representada en Irán por la dinastía Pahlavi, que era hegemónica en Muslimistán en aquel entonces, privilegiaba una serie de principios que, de manera general, dificultaban la construcción de una identidad política musulmana. Desde el westernesse, por ejemplo, se entendía al Islam como una "religión", definida como creencia privada y alejada de lo político. Al mismo tiempo, esta visión del Islam como "religión" por parte del régimen Pahlavi se apoyaba en la existencia necesaria del discurso del secularismo.

El secularismo no debe entenderse simplemente como la ausencia de religión o su exclusión del espacio público, sino como un proyecto normativo que establece sus propios límites. Para la República Islámica, el secularismo no es ni natural ni la culminación de un proceso histórico. Se percibe como un discurso disciplinador, una modalidad política que valida ciertas sensibilidades políticas mientras excluye otras al considerarlas como una amenaza.

La Revolución Islámica desempeñó un papel crucial al destruir la hegemonía de todo el complejo discursivo conocido como westernesse. Esta destrucción es fundamental para comprender la categoría de "escándalo" aplicada previamente a la fundación de la República Islámica. A través de la intervención política revolucionaria islámica, se habría interrumpido la supuestamente necesaria secuencia histórica conocida como "from Plato to NATO". En otras palabras, al movilizar un lenguaje político diferente, en este caso, un lenguaje islámico, se cuestionó la idea normativa de que el mundo era de la manera en que era de forma natural y necesaria.

La principal consecuencia de la Revolución Islámica, por lo tanto, fue poner en duda el mundo creado por la ideología occidental y, al mismo tiempo, posibilitar diferentes formas de habitar el mundo en términos políticos. En resumen, lo logrado no fue solo la caída de la dinastía Pahlavi, sino la provincialización de Occidente: que el westernesse dejara de ser el único lenguaje posible.

El momento revolucionario marcó el retorno de lo político. Es importante diferenciar este término, "lo político", del más común y mundano, que es "la política". Lo político representa el momento de apertura, desestabilización y desarticulación del status quo, y por ende, la aparición de nuevas posibilidades para habitar el mundo. Por otro lado, "la política" se refiere al momento de sedimentación y normalización. Ambos momentos son necesarios y, al mismo tiempo, su coexistencia es siempre inestable.

Siguiendo este esquema, se podría entender que la fundación de la Revolución Islámica marcó la fase estabilizadora posterior a la fase revolucionaria anterior. Sin embargo, la estabilización no debe interpretarse negativamente, sino como aquello que garantiza y ordena lo logrado gracias a lo "político".

Dicho esto, es crucial analizar la fundación de la República Islámica en 1979 por parte del Imam Khomeini no como un acto teológico, sino como un acto político. Sin embargo, este acto fue derivado, como se ha mencionado, de un lenguaje específico cuyo punto central era el Islam. Este enfoque se reflejó en una serie de principios islámicos que constituyen la base sobre la cual se sustenta todo el entramado político de la actual República Islámica. Estos principios narran una historia de lucha contra la injusticia y la opresión, representada tanto por el último de los Pahlavi como por la dominación de la ideología occidental.

La lucha contra la injusticia abarca dos dimensiones que se reflejan en la propia fundación de la República Islámica. Por un lado, hubo una voluntad de defender a los musulmanes frente a las injusticias del mundo. Para lograr esto, era necesario construir un poder islámico capaz de proteger a la umma. Este poder islámico sería la garantía de una presencia islámica independiente en el mundo actual, y su ausencia significaría que los musulmanes no estarían representados políticamente a nivel global.

Por otro lado, esta lucha contra la injusticia debe entenderse desde un punto de vista existencial-ontológico: implica una constante marcha hacia un horizonte ético que sirve como guía, nunca totalmente alcanzable pero siempre presente.

Este punto de vista existencial-ontológico se ve reflejado en la historia coránica del Faraón. Esta figura se convierte en un arquetipo de todo lo que significa la injusticia. El Faraón es una figura de autoridad absoluta entendida en términos autoritarios y despóticos. Como tal, representa la ausencia de todo tipo de compasión y la implementación de sistemas político-económicos basados en la injusticia y la tiranía. Al mismo tiempo, el Faraón comete el crimen de la transgresión al intentar sustituir la figura divina.

La fundación de la República Islámica se comprende como parte de la lucha existencial contra la injusticia y la opresión. En la autonarrativa de la República Islámica, se sostiene que cualquier momento político dominado por la injusticia y la brutalización de la opresión está destinado a la destrucción.

La fundación de la República Islámica, así como todos los actos políticos derivados de ella, se enmarcan en esa lucha contra la injusticia. Por lo tanto, comprender la República Islámica significa comprender el rechazo al lenguaje occidental, la necesidad de articular visiones políticas independientes y la oposición a todas aquellas entidades políticas que transgreden e intentan construir jerarquías basadas en la opresión.

Fuente: Hispantv


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