La ultraderecha francesa ha vuelto a demostrar su insumisión estructural e ideológica con la democracia como instrumento de inclusión social.
El discurso pronunciado el domingo pasado por Marine Le Pen, candidata por Reagrupamiento Nacional (RN) a las elecciones presidenciales del 10 de abril de 2022, ha incurrido abiertamente en una islamofobia que la instala en las aguas sucias de la demagogia descarada y destila una peligrosa culpabilización genérica de una parte de la ciudadanía, según el País.
La estrategia de Marine Le Pen consiste en demonizar a una parte de la sociedad con generalizaciones insultantes y degradatorias. La renuncia a averiguar con datos e información fiable la complejidad de la situación de la comunidad musulmana se aparta de la conducta esperable en un partido que aspira a la presidencia de la República. Pero asociar las dificultades de integración de esa comunidad con las redes de narcotráfico roza lo delictivo, además de resultar profundamente inmoral.