Ocupación de Palestina

Palestina: Colonialismo y limpieza étnica

Palestina: Colonialismo y limpieza étnica

Así como le sucede a nuestros pueblos originarios en lo que oficialmente hoy se identifica como territorio argentino y nuestroamericano, en la Palestina ocupada (al igual que en la Palestina histórica) se viene desarrollado, por lo menos desde la creación del Estado de Israel, un permanente desplazamiento forzado de las poblaciones tradicionales de estas geografías, que para muchas miradas y corazones atentos constituye algo todavía mucho más grave: una limpieza étnica, materializada a través de la destrucción (a veces total) de pueblos y comunidades, con la consecuente persecución, despojo e intento de asimilación (sino exterminio) de sus habitantes.

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Friday 10 de Nov.

Por Bruno G. | El Furgón

La región de South Hebron Hills (Colinas al sur de Hebrón), como su nombre lo indica, se ubica al sur de dicha ciudad y pertenece a la gobernación con ese mismo nombre. El área es mayoritariamente clasificada, según los Acuerdos de Oslo, como Zona C, bajo completo control israelí (civil y militar) y es hogar de una gran cantidad de  pueblos, aldeas y comunidades palestinas. Por si no entendieron bien: COM-PLE-TO control israelí de territorios que le pertenecen a otros pueblos/naciones, en este caso al pueblo palestino.

Más allá de estas supuestas divisiones entre las diferentes Zonas y niveles de autonomía que se reconocen a los territorios bajo ocupación (que según los mencionados acuerdos iban a ser temporales, en un tránsito hacia la completa soberanía del futuro Estado de Palestina), en la práctica lo que se observa es un intento evidente de control absoluto sobre la vida de estas personas.

Se trata, en muchos casos, de tribus beduinas dedicadas a labores agrícolas y de pastoreo, que tradicionalmente solían trasladarse libremente de una región a otra de este vasto territorio en la búsqueda de las mejores condiciones para la cría y reproducción de sus animales, pero que luego de la catástrofe del año 1948 fueron obligados a abandonar sus lugares de pertenencia y a establecerse por la fuerza en las tierras que hoy habitan. Lo asombroso es que la injusticia no acaba ahí: además de ser obligados a abandonar sus hogares y buscar otros sitios donde continuar su vida, estas comunidades ven amenazadas, de forma manifiesta, su reproducción como tal: existe una casi nula planificación territorial en todas las regiones designadas como Zona C (que según cifras de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios –OCHA- representan más del 60 por ciento de Cisjordania), acompañada de una política sistemática de demoliciones y negación de permisos para construir absolutamente ningún tipo de estructura.

Mientras tanto, las colonias (ilegales según el derecho internacional, pero legales bajo la ley israelí) y los denominados “puestos de avanzada” (ilegales según el derecho internacional, como teóricamente también bajo la ley israelí) que se encuentran a sus alrededores, no paran de expandirse, tanto en su dimensión como en su grado de hostigamiento y violencia hacia ellos. Más allá de las diferentes justificaciones y argumentos que se esgriman para defender tales abusos, lo que en la práctica las legitima son la profunda influencia que tienen las colonias y los puestos de avanzada en el sistema político y de seguridad del Estado de Israel, donde muchos políticos, dirigentes y fuerzas de ocupación viven.

Los niños palestinos son las principales víctimas del régimen israelí.

¿Abrumados por la situación? Bueno, eso no es todo: el terrorífico escenario descripto anteriormente va acompañado de una negación implícita de la infraestructura y los servicios básicos de electricidad, agua, educación y salud, mientras en la misma zona los colonos cuentan con excelentes servicios y planificación urbana.

Ante esta embestida colonialista que avanza con todo y por todo, la resistencia no puede esperar. Y el pueblo palestino claramente no lo hace; por más apertura que tengan ante los corazones sensibles que desde todos los rincones del planeta reciben el llamado de solidaridad y se acercan a colaborar codo a codo con los de abajo y a la izquierda que visten la kufiyya (otro capítulo aparte merece el análisis crítico del heterogéneo sistema de cooperación y ayuda internacional presente en estas tierras), ellos saben que son los principales responsables de su destino, y que por tanto la lucha por la liberación fue ayer y es hoy, aquí y ahora.

La aldea de Um Al-Khair es uno de los casos más paradigmáticos de esta región, en el sentido de que en ella podemos identificar muchas de las realidades de la ocupación que, probablemente, otras comunidades también sufren. La misma fue establecida en la década de 1950 (antes de la posterior ocupación israelí de Cisjordania) por familias de refugiados beduinos que, en 1948, fueron desplazados forzosamente de sus hogares en la comunidad de Tel Arad, en el desierto del Negev (hoy dentro de las fronteras de Israel), y que en intercambio por camellos o dinero (hay diferentes versiones) lograron instalarse en esta área cercana a la ciudad de Yatta. La armonía y tranquilidad que ellos hallaron en esas imponentes tierras no iba a durar mucho; la historia iba a ofrecerles nuevos desafíos, que probablemente fueron inesperados y, sobre todo, indeseados. En 1981, con el aval oficial de las autoridades sionistas, se fundó la colonia del Carmel, exactamente en el área adyacente a la comunidad; y con ella, las densas pesadillas para las familias de Um Al-Khair volvían a aparecer en sus vidas. Ya que con cada expansión y desarrollo de la colonia, se producía un nuevo arrebato de las tierras que les pertenecían: tanto las tierras que utilizaban para construir sus viviendas como las que destinaban a la alimentación de sus animales.

Pero se imaginarán que los colonos no vinieron sólos: con ellos llegaron el alambrado (¿ven la similitud con lo que le sucedió también a nuestros pueblos originarios?) y toda una serie de infraestructura de servicios (proveídas obviamente por Israel) que incrementaron todavía más la presión hacia la comunidad. Lo que agrava la situación es que, más allá de la marcada y para muchos indignante desigualdad en cuanto al acceso a los servicios básicos que existe de un lado y del otro del alambrado, la colonia, la administración civil israelí y las fuerzas de ocupación han procurado por diferentes medios hacer la vida de estas familias prácticamente insoportable. ¿Cómo? Bueno, primero y principal a través de una casi absoluta negación de permisos para construir (todo lo contrario para la colonia), que se complementa con una política sistemática de demolición y emisión de órdenes de demolición a cualquier atisbo de nueva estructura que emerja en la comunidad (desde hornos tradicionales beduinos para cocinar pan, paneles solares, cisternas, establos de animales, salones comunitarios, etc.). Se imaginarán que por más ordenes de cualquier índole que existan de por medio, los habitantes de Um Al-Khair (como probablemente cualquier otra persona en Palestina y el mundo) no se quedan de brazos cruzados ante tales injusticias, y siguen adelante de todos modos según sus necesidades y sus sueños. Por si hace falta remarcarlo, todo esto es ilegal para el derecho humanitario internacional y las convenciones internacionales de derechos humanos, principalmente aquellas emitidas en el año 1949 bajo la Cuarta Convención de Ginebra y sus dos Protocolos Adicionales, de 1977.

Entre ruinas. 

 

Antes de continuar con este “relato salvaje”, es importante hacer otra aclaración: como se mencionó anteriormente, la administración civil israelí rechaza la gran mayoría de los pedidos de construcción en la Zona C. ¿De qué forma justifica esto? Simple: declarando una buena parte de ese territorio como “tierras estatales”, zonas de entrenamiento militar o reservas naturales, o como sucede en Um Al Khair, incorporando tierras dentro de sus colonias ilegales.

Sería importante describir en detalle cómo el Estado de Israel utiliza y construye sistemas legales que promueven y sostienen sus políticas de ocupación y apartheid, pero para no correr el riesgo de desviar la atención, eso va a quedar para otro momento.

¿De qué otras formas la vida en Um Al-Khair se fue haciendo cada día más difícil? Relacionado con la permanente expansión de la colonia, lo que diariamente se experimenta en la zona es una recurrente violencia dirigida hacia los habitantes de la comunidad, tanto de algunos colonos como por parte de las fuerzas de ocupación. Para el 31 de octubre de este año, ya van al menos setenta noches sucesivas en las que varias estructuras de la comunidad reciben al menos un impacto de piedra (que en algunos casos se transforman en varios en una misma noche) que son arrojadas en la oscuridad por algún individuo desde el área de la colonia lindera a las mismas. Setenta noches en que gran parte de los hombres, mujeres y niños de Um Al-Khair ven alterados sus sueños de forma violenta y se ven impedidos de tener un merecido descanso en paz y armonía; setenta noches en que ellos reclaman y denuncian a las autoridades (in)competentes por las agresiones de las que son víctimas; setenta noches en que la impunidad y la impotencia (entre otras cosas) celebran de manera socarrona un nuevo encuentro; setenta noches en que la victoria por goleada es para la digna rabia, la perseverancia y la convicción en que, más temprano que tarde, la semillita de la justicia y la libertad germinarán en estas “Tierras Santas”.

Es preciso destacar la visible y obsecuente complicidad y sumisión de las diferentes fuerzas de ocupación (policía, ejército, seguridad privada, etc.) ante los actos, los deseos y las órdenes de los colonos, que en la práctica constituyen uno de los actores más poderosos en esta unilateral disputa.

La bandera en alto, sobre el muro del apartheid.

 

Diversas conversaciones compartidas con algunos de los habitantes de la comunidad dan testimonio de las constantes agresiones (incluidos disparos de armas de fuego) que de manera ininterrumpida vienen sufriendo desde hace décadas, las cuales han llegado a ocasionar hasta severas lesiones a algunos de sus miembros.

Otro de los lamentables desarrollos que tiene poco (tiempo) de ser “inaugurado”, es el amenazante alambre de púas, dispuesto en una de las partes nuevas del Carmel con la intención de separar y “proteger” a la colonia de la comunidad, en sintonía con el alambrado previo. Con el discurso en clave de “seguridad” prácticamente todo es aceptable, incluso las más profundas mentiras e hipocresías. Los habitantos de Um Al-Khair son beduinos y como tales se reconocen “pacíficos” y en armonía con el entorno. Entonces, si realmente existiese justicia, quiénes merecerían en estos momentos ser protegidos y respetados sus derecho más básicos son los y las habitantes de Um Al-Khair.

Lo desconcertante de todo esto es el peligro que este sistema de características militares implica, sobre todo para la integridad de los niños y los animales de la comunidad. Puede que para muchos se trate de algo insignificante, pero para mí no lo es: hace unas semanas, un inocente cachorro palestino fue encontrado atrapado en el alambre de púas, enredado sin posibilidades de moverse. Así como le sucedió a este inocente animal sin grandes prejuicios, algo mucho más grave puede sucederle a los menores de la comunidad y a cualquier otro animal que se acerque de forma desprevenida a esa área. Eso sin mencionar que con este nuevo desarrollo, la colonia se apropia con total arrogancia de más tierras que le pertenecen a la comunidad, y lo que es todavía más perjudicial en lo inmediato, es que esta extensión de alambre de púas de cientos de metros bloquea el camino que los animales de pastoreo utilizaban para llegar a las tierras en donde se alimentaban. Para comprender mejor la gravedad de la situación: las comunidades beduinas, más allá del acervo cultural que existe por detrás de sus prácticas y costumbres y del valor de las mismas en la construcción de su cultura y cosmovisión, dependen casi mayoritariamente de sus animales de pastoreo para obtener los medios de subsistencia. Muchas veces son el único ingreso económico para las familias, entonces esta limitación podría implicar más gastos en la compra de alimento y menos ingresos, un círculo vicioso que complica enormemente las condiciones en la que viven.

Frente a los ocupantes, viendo como destruyen su tierra.

 

Una “anécdota” más vinculada al alambre de púas, que retrata parte de los entramados que estuvimos intentando describir: el día sábado 16 de septiembre de 2017 llegaron a Um Al-Khair un grupo de personas solidarios, en su mayoría a través de una organización israelí llamada Ta´ayush. Cuando varios de ellos se acercaron a las inmediaciones de la colonia para manifestarse en contra de las constantes agresiones hacia la comunidad, inicialmente fueron los soldados israelíes quienes intentaron alejar al grupo, argumentando que por estar en Shabat (día de la semana sagrado para el judaísmo) no estaba permitido filmar, y que esa área había sido declarada como “zona militar cerrada”, excepto para los residentps del Carmel. Al no presentar ninguna orden oficial, el grupo continuó su decidido camino en dirección a la colonia. Como no era suficiente con el ejército y ante la falta del Chapulín Colorado, ¿quién podrá salvarlos? Un equipo de respuesta rápida formado por miembros del Carmel, encargados de responder ante cualquier ataque terrorista hasta que las fuerzas de seguridad puedan llegar al lugar de los hechos, les salieron rápidamente al encuentro. Uno de ellos, conocido en Um Al-Khair como uno de los “vecinos” más radicales, atacó al referente de Ta´ayush, Guy Butavia, golpeándolo con su arma de largo calibre y produciéndole una fractura en uno de sus brazos. ¡El súper colono! Desenlace de la historia: la víctima en el hospital, dos miembros de Ta´ayush detenidos por “comportamiento que puede llevar a perturbar la paz”, y luego liberados; los colonos impunemente libres de cualquier cargo.

Para darle un cierre parcial a este desordenado relato, quiero retomar la metáfora de una partida de truco. Más allá de que lamentablemente lo que sucede en estas geografías no es una simple juego, muchas veces da la sensación de que el Estado de Israel actúa como si estuviera jugando con la vida del pueblo palestino. Al sentirse el dueño del mazo de cartas, las elige a su conveniencia, miente, manipula, va al ataque. Lo que no puede (o no quiere) ver, es que por más ventaja que logre en un momento determinado, el tiempo será nuestro aliado. Y venceremos. Esta historia de sometimiento, más temprano o más tarde se va a acabar, y ahí la justicia, la memoria y la verdad hallarán un nuevo puerto donde hacer base.

Larga espera, atravesar alambres... Parte de la vida del palestino.

 

Un especial reconocimiento merecen los niños y jovenos palestinos que no se callan, aceptan ni claudican ante tantas injusticias. Son ellos quienes conducen en la actualidad las resistencias y las rebeldías en pos de la liberación de su pueblo, inspirados por tantos luchadores que han dado su vida por esta digna causa.

Esta es, ojalá, el inicio de una serie de comparticiones que irán germinando desde mi ser al vivenciar, en primera y en infinita persona, las duras pero conmovedoras realidades que viven nuestros hermans en estas hermanas latitudes. La idea es poder compartir, también, historias de vida de algunos de los entrañables seres humanos con quienes tuve la fortuna de compartir esta experiencia.

PD: El otro día leyendo un libro de Carlos Castaneda (“La Rueda del Tiempo”), en una de las selecciones de frases que el autor reproduce de cada uno de sus libros pasados, encontré una extraída del libro “Las Enseñanzas de Don Juan”, que no sé todavía bien por qué, pero me pareció importante compartir aquí. Ustedes me dirán si les genera empatía o no: “Un hombre va al conocimiento como va a la guerra: bien despierto, con miedo, con respeto y con absoluta confianza. Ir de cualquier otra forma al conocimiento o la guerra es un error, y quien lo cometa puede correr el riesgo de no sobrevivir para lamentarlo. Cuando un hombre ha cumplido estos cuatro requisitos -estar bien despierto, y tener miedo, respeto y absoluta confianza- no hay errores por los que deba rendir cuentas; en tales condiciones, sus acciones pierden la torpeza de las acciones de un necio. Si un hombre así fracasa o sufre una derrota, no habrá perdido más que una batalla, y eso no le provocará lamentaciones lastimosas”.

 


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