Apuntes sobre la lucha contra la islamofobia desde una perspectiva antirracista

Apuntes sobre la lucha contra la islamofobia desde una perspectiva antirracista

“La cárcel epistemológico-existencial y espacio-temporal nos impone en términos generales quién puede hablar (porque tiene un “lugar” para ello), cómo se puede hablar (en qué términos) y sobre qué se puede hablar (de qué modo hablamos o callamos en concreto)”.

Annur TV
Friday 29 de Dec.

“La cárcel epistemológico-existencial y espacio-temporal nos impone en términos generales quién puede hablar (porque tiene un “lugar” para ello), cómo se puede hablar (en qué términos) y sobre qué se puede hablar (de qué modo hablamos o callamos en concreto)”.

Llevando estas palabras de la pensadora musulmana decolonial Sirin Adlbi Sibai a nuestros activismos cotidianos, viene a decirnos que las mujeres musulmanas no decidimos los temas que nos preocupan, no decidimos qué opresiones nos atraviesan, no decidimos qué herramientas nos son útiles para luchar contra ellas y, por supuesto, no decidimos en qué términos se producen los debates sobre o por nosotras. 

Teniendo en cuenta estas limitaciones vamos a intentar hacer unas puntualizaciones sobre la lucha contra la islamofobia que guian, por ahora, nuestro antirracismo. Algunas ya las hemos señalado en otros espacios pero nuestras palabras siempre caen en saco roto y tienen el alcance que tienen, aún así, si una cosa tenemos, después de más de 500 años es paciencia y ganas de repetirlo hasta aburrir. 

Islamofobia como forma de racismo estructural

En esa lucha contra la islamofobia debo aclarar que entiendo la islamofobia como forma de racismo estructural en contraposición a la simplista definición que se conforma con entenderla como un conjunto de prejuicios, estereotipos y actitudes que se manifiestan en la cotidianidad en forma de discriminación y/u otras formas de violencia que afectan a las personas musulmanas o leídas como tal. La islamofobia es racismo antimusulmán que es indisociable, en nuestro contexto, del racismo antimoro o antimagrebí.

La necesidad de vincularlo con el término racismo antimoro responde a dos inquietudes. Por un lado, nombrarlo como lo que es: racismo. Y por otro, vincularlo con el racismo contra el moro intrínseco a la construcción del Estado español y las identidades españolas, que no se puede entender sin su historia colonial e imperial. Se trata de repetir una y otra vez que esas pintadas en las puertas de las mezquitas no están separadas del racismo institucional, epistemológico y cultural islamófobo imperante.

Este racismo que hunde sus raíces en la historia colonial e imperial española (europea), es el que construye al moro/musulmán como un “otro”: enemigo, violento, machista, terrorista y por lo tanto exterminable, y que justifica:

- la existencia de programas como el Protocolo de prevención, detección e intervención de procesos de radicalización islamista (Proderai), una medida impulsada por la Generalitat de Catalunya y que estudian otras comunidades. Dicho protocolo criminaliza, estigmatiza y señala a los y las jóvenes musulmanas, especialmente de origen marroquí, como potenciales terroristas. 
- La sospecha, criminalización y persecución de los musulmanes a través de lo que se ha vendido como ley de seguridad ciudadana o antijihadista 
- La ley de extranjería y sus consecuencias: CIEs, deportaciones, el estado de vulnerabilidad constante hasta que te “nacionalizas” 
- las identificaciones por perfil étnico de la que son víctimas diariamente los hombres de la comunidad 
- la persecución a través del sistema penal y la sobrerepresentacion en las cárceles 
- La dimensión social y cotidiana del racismo antimoro, con sus múltiples formas de violencia ejercidas por las diferentes instituciones sociales 
- La inferiorización y anulación de nuestras experiencias y saberes a través de los múltiples procesos de integración 
- La usurpación de nuestras voces por parte de activistas, feministas y académicas. Incluso, el robo de nuestros trabajos y discursos. 
- Las representaciones, imaginarios y estereotipos racistas perpetuados por medios e instituciones políticas y sociales 
- La explotación laboral, el trabajo en la economía sumergida en “sectores racializados”, el mercado laboral dual, los obstáculos para ocupar determinados cargos… 
- Colonización de nuestras espiritualidades a partir de múltiples estrategias: imposición de lecturas modernas/europeas 
- etc.

No se trata aquí de discutir sobre quien sufre más, deberíamos ya haber superado la fase de "las olimpiadas del sufrimiento" propias de las reacciones de evasión de la cuestión racial por parte de sujetos posicionados políticamente en la blanquitud. Es más útil para lo que nos ocupa dejar claro que las políticas islamófobas del Estado racista tienen como objetivo la persecución y aniquilación de este sujeto moro, al que se le niega la humanidad. Sí, por supuesto, las consecuencias de dichas políticas afectan a más colectivos. La cuestión es, ¿nos es útil no ir a la raíz que es el Estado moderno racista?

La islamofobia, como fenómeno global que se manifiesta de diferentes formas según el contexto territorial, sirve para fortalecer la autoridad política de los estados-nación y solidificar las políticas neocoloniales de guerra, control de fronteras y masacre. Recordemos la Cumbre en Sevilla del 16 de octubre en la que se pretendía hablar de lucha “antijihadista” y migración. Precisamente es la islamofobia lo que justifica estas políticas de “recrudecimiento” de las fronteras, amparados en una supuesta lucha contra el radicalismo “islamista”, ¿quién es ese sujeto migrante potencial terrorista? 

La lucha contra la islamofobia

Algunos de los discursos que se han usado para la lucha contra la islamofobia no ayudan a combatirla de forma radical. Podríamos dividirlos en dos bloques:

- Discursos que entienden luchan contra la islamofobia en su dimensión moral/liberal (islamofobia como prejuicios de la sociedad dominante) 
- Discursos que usan narrativas y proyectos emancipatorios propios de la Modernidad (islamofobia de genero)

Si entendemos como hemos explicado que la islamofobia es una forma de racismo, no nos sirve ningún discurso que no hable del racismo como aspecto co-constitutivo de la Modernidad, entendida como proyecto civilizatorio. Como mujeres musulmanes, el primer bloque nos llevaría a un Antirracismo moral y el segundo bloque al feminismo (de color, racializado, musulmán, pongamosle el apellido que sea para que no se vea lo blanco).

Esta crítica a la dimensión discursiva de la islamofobia, se tiene que acompañar de una explicación de las implicaciones en la práctica política. Ahí debemos analizar las narrativas de liberación, las formas de emancipación y su utilidad contra el racismo institucional.

Las narrativas de liberación femenina propias del feminismo en sus variadas presentaciones históricas e ideológicas se inscriben dentro de la modernidad o proyecto civilizatorio occidental. Dichas narrativas están pensadas para un sujeto que es oprimido, pero al que no se le niega la condición de humano, que se sitúa en la zona del ser. Eso es la mujer blanca. Ya lo hemos explicado en otra parte. 

Pensar la posibilidad de una emancipación femenina decolonial desde las mujeres musulmanas o una propuesta de emancipación femenina con una perspectiva decolonial para las mujeres musulmanas tiene que partir de nuestras activistas y pensadoras decoloniales: Houria Bouteldja, Sirin Adlbi…

En nuestro contexto no se ha querido entender de qué hablamos realmente cuando hablamos de perspectiva decolonial. Podríamos decir que se ha convertido en una moda tanto en la academia como en los activismos. Podemos ver como se añade la palabra decolonial a todo. Incluso a propuestas racistas y coloniales o a las mismas iniciativas sutilmente maquilladas. Esperemos que no pase lo mismo con la cuestión del antirracismo político.

Lo que planteamos como antirracismo político, decolonial, pretende precisamente romper con esas narrativas, tanto las que constriñen lo que entendemos como islamofobia/racismo como aquellas que dicen luchar contra la islamofobia perpetuando el grueso de las violencias. Eso nos debe llevar, para resumir, a una práctica antirracista que ponga el foco en:

- Crítica a la modernidad como proyecto civilizatorio y a sus propuestas de liberación 
- Descolonización de nuestras narrativas y estrategias de lucha/emancipación 
- Centrarnos en las perspectivas que surgen de las experiencias de resistencia de nuestras comunidades, no de los proyectos blancos que nos han querido liberar/ayudar, por muy “coloreados” que se nos presenten 
- Construcción de una autonomía política para una lucha real y efectiva contra el racismo institucional.

Fuente: El Salto


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