La arrolladora idea que provocó el renacimiento científico en la Edad de Oro del islam
La arrolladora idea que provocó el renacimiento científico en la Edad de Oro del islam
En el lenguaje de la ciencia moderna todavía se mantienen los rastros de la influencia árabe.
Annur TV
Monday 30 de Jul.
Considera términos científicos como álgebra, algoritmo, álcalis; todos comparten una misma raíz.
No habría matemática moderna o física sin álgebra. No hay computadoras sin algoritmos ni química sin álcalis.
Estas palabras están en el centro del quehacer de la ciencia y su origen es árabe.
Son indicios del gran salto en el conocimiento científico que tuvo lugar en Bagdad, Damasco, El Cairo y Córdoba entre el siglo IX y el XII.
Globalización
Hace poco más de mil años, la ciencia se estaba volviendo mucho más global.
Las ideas viajaban desde países tan distantes como Grecia, India e incluso China, y se fecundaban por fertilización cruzada.
Y en el centro del mundo conocido estaba un lugar donde la más amplia gama de pueblos e ideas convergían: Bagdad.
Era una ciudad nueva, fundada en 762 d.C. por el califa Al-Mansur con el objetivo de convertirla en la gloriosa capital de un nuevo imperio unido por el islam, la religión en ascenso de la época.
Los califas abasíes habían reclamado su derecho a gobernar al declarar que estaban directamente relacionados con el profeta Mahoma, que había fundado la nueva religión más de 100 años antes.
Y en ese corto tiempo, los ejércitos del islam habían conquistado un vasto territorio.
Partiendo de una pequeña área alrededor de Medina (en la actual Arabia Saudita), se extendieron rápidamente fuera de la península Arábiga y en unas pocas décadas se habían apoderado del Levante, el Norte de África, España y Persia.
Las razones de la ciencia
A principios del siglo VIII, los califas islámicos que gobernaban ese vasto territorio entendieron -como la mayoría de los emperadores exitosos, desde César hasta Napoleón- que el poder político y el conocimiento científico van de la mano.
Las razones fueron muchas; algunas muy prácticas.
El conocimiento médico podía salvar vidas. La tecnología militar podía ganar guerras. Las matemáticas podían ayudar a lidiar con las crecientes complejidades de las finanzas del estado.
El islam como religión también jugó un papel fundamental. El propio profeta les había dicho a los creyentes que buscaran conocimiento donde pudieran encontrarlo, incluso si tenían que ir hasta China.
Pero había otros motivos menos edificantes en juego.
Para muchos en la elite gobernante del Imperio islámico, el conocimiento en sí mismo tenía un propósito egoísta, pues poseerlo era visto como una prueba de la superioridad del nuevo imperio sobre el resto del mundo.
La torre de Babel
No obstante, había un problema.
Con el éxito militar y político, los califas islámicos se enfrentaron a un inconveniente inevitable: ¿cómo se gobierna sensatamente una población enormemente diversa?
Aunque parte del imperio se había convertido al islam, los pueblos conquistados estaban separados por grandes distancias y se adherían a muchas tradiciones e idiomas diferentes.
En el siglo VIII d.C., el líder del imperio, el califa Abdul Malik, tuvo que encontrar la forma de administrar esta mezcolanza de idiomas.
Su solución fue arrolladora en escala e, inadvertidamente, sentó las bases de un renacimiento científico.