Se conmemora este domingo 12 de agosto un nuevo aniversario de la batalla de Piribebuy, librada en las postrimerías de la guerra contra Brasil, Argentina y Uruguay que la historia relata como un escenario de crueldad sin límites que condenó a la población a la calamidad bélica con rótulo de genocidio, más el hambre y la peste, en un combo infernal que selló con sangre y fuego el destino de la contienda librada entre 1865 y 1870.
El 12 de agosto de 1869, Piribebuy se encontraba desguarnecido, atestado de niños, mujeres, ancianos, enfermos y heridos que colmataban el hospital, y que fue incendiado por las tropas brasileñas, en venganza por la muerte del comandante general Joâo Manuel Mena Barreto a manos de un niño-soldado de 13 años, inmortalizado en los libros de la historia como Gervasio León.
Los pocos sobrevivientes narraron acontecimientos dantescos, como la orden impartida por el conde D’Eu para quemar el llamado Hospital de Sangre y proceder a fusilar, degollar y descuartizar con caballos a los combatientes paraguayos, frente a sus familiares.
En la tarde del 11 de agosto, D’Eu había completado el cerco sobre Piribebuy y sus defensores, tras lo cual hizo intimar rendición al jefe de las tropas paraguayas, teniente coronel Pedro Pablo Caballero, quien dijo que prefería la muerte antes que la rendición, lo cual precipitó la reacción de los brasileños, que culminaron la jornada del 12 de agosto de 1869 con las manos manchadas de sangre y vergüenza, por ejecutar a mansalva a niños, mujeres, ancianos y soldados heridos.
El mariscal Francisco Solano López, comandante de las tropas paraguayas, se había instalado en Piribebuy, declarándola tercera capital del Paraguay.
La población se preparó para la defensa en condiciones paupérrimas, contra un enemigo que superaba a las fuerzas paraguayas en una proporción de 17 a 1, y también en potencia de fuego.
Luego de la fallida intimación de rendición, las poderosas fuerzas atacantes bombardearon la ciudad durante cuatro horas, y seguidamente se desarrolló en las trincheras una lucha cruel y desigual.
Los libros cuentan que hasta las mujeres defendían la plaza, armadas con botellas rotas y piedras, entre ellas Basilia Domeque, Cándida Cristaldo, sargento Anita Segovia, sargento Hilaria Medina y sargento Venancia Acosta.
En las últimas acciones de la lucha fue muerto el general brasileño Mena Barreto, lo cual determinó el degüello del coronel paraguayo Caballero, en presencia de su familia, a más de la ejecución en masa de todos los prisioneros y el incendio del hospital, donde perecieron carbonizadas unas 600 personas, entre internados civiles, militares y funcionarios.