Un mundo para pocos: pandemia, neoliberalismo y desigualdad

Un mundo para pocos: pandemia, neoliberalismo y desigualdad

Mientras los diez hombres más ricos del mundo duplicaron sus fortunas durante la pandemia, 160 millones de personas cayeron en la pobreza. Un informe de la OIT asegura que en 2022 la desocupación alcanzará a 207 millones de personas. En ese contexto, los líderes neoliberales proponen más ajuste, reducción de los derechos laborales y mayor concentración de la riqueza.
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Monday 24 de Jan.
Un mundo para pocos: pandemia, neoliberalismo y desigualdad

Cuando, en los primeros meses de 2020, estalló la pandemia y los estados neoliberales no pudieron responder ante las demandas de sus sociedades, muchos filósofos y analistas se apresuraron en anunciar “el fin del modelo neoliberal” o incluso “el fin del capitalismo”. Los actuales números muestran todo lo contrario: los efectos de la crisis vuelven a caer sobre las espaldas de los sectores más vulnerables, los neoliberales aprovechan el contexto para avanzar sobre los derechos de los trabajadores y quienes ostentan las mayores riquezas del mundo incrementaron sus patrimonios de maneras obscenas. 

En un reciente artículo de Elena Llorente, publicado en el diario Página/12 y titulado “La pandemia de la desigualdad es peor que el virus”, se da cuenta de un informe presentado por de la organización Oxford Committee for Famine Relief (Oxfan) en el donde se señala que “entre marzo del 2020 y noviembre de 2021 los diez hombres más ricos del mundo han duplicado con creces su fortuna pasando de 700.000 millones de dólares a 1,5 billones de dólares, a un ritmo de 15.000 dólares por segundo, es decir 1.300 millones de dólares por día. Mientras tanto, más de 160 millones de personas en todo el mundo alcanzaron el nivel de pobreza, es decir, disponen de menos de 5,5 dólares por día respecto al período anterior a la pandemia. Las mujeres son las que más han perdido en todo este período, y por supuesto también los países en vías de desarrollo, especialmente aquellos que encima deben pagar los préstamos del Fondo Monetario Internacional”.

“Otro dato espeluznante se refiere a las casas farmacéuticas que produjeron las vacunas. Pfizer, BioNTech y Moderna han ganado con las vacunas 1.000 dólares al segundo. Pero menos del 1% de las vacunas producidas por ellos han llegado a las personas de los países más pobres del mundo (…) Menos del 5% de la población de los países pobres ha recibido la vacuna”.

“Cerca de 17 millones de personas han perdido la vida por covid en el mundo pero según el informe, más de la mitad de ellos podría haber sobrevivido si hubieran tenido acceso a las vacunas. En los países en vías de desarrollo el porcentaje de personas que mueren por covid es el doble de los que mueren en los países ricos”, remarca el artículo (https://www.pagina12.com.ar/395940-la-pandemia-de-la-desigualdad-es-peor-que-la-del-virus).

A los duros números del estudio de Oxfan se suman los datos de un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que indica que la recuperación del mercado laboral será más lenta de lo previsto y que la proyección para 2022 señala que el desempleo alcanzará a 207 millones de personas, lo que equivalente a 52 millones más que las que se encontraban desocupadas en 2019, en los meses anteriores al comienzo de la pandemia (Página oficial de la OIT: Informe titulado “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo).

El neoliberalismo festeja la desigualdad

El aumento del desempleo y de la inflación (en especial de los productos de la canasta básica) son dos elementos claves para que el neoliberalismo pueda avanzar con sus políticas de destrucción del aparato sindical, reducción de los salarios y de  los derechos laborales (tres elementos que van de la mano).

Un claro ejemplo de los objetivos del proyecto neoliberal es lo sucedido en Argentina en los últimos años cuando, durante el gobierno de Cambiemos, se avanzó claramente en esta línea. En la provincia de Buenos Aires (la que tiene la mayor población del país) la entonces gobernadora María Eugenia Vidal (2015-2019), intentó construir lo que desde su mismo sector denominaron “una Gestapo sindical”, que tenía como fin perseguir los gremialistas y desarticular la organización de los trabajadores. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta (del mismo signo político que Vidal), actualmente encabeza la propuesta de eliminar el derecho de los trabajadores a recibir una indemnización por despido (una propuesta que en Argentina es anticonstitucional) y  durante la campaña presidencial del 2015, el líder de Cambiemos, Mauricio Macri (quién luego sería presidente entre 2015 y 2019), en una entrevista en el canal TN, aseguró que los salarios eran un costo para los empresarios y que, “como todo costo”, había que bajarlo para permitirles tener más ganancias. A ello se podría agregar la declaración de quién luego sería la vicepresidenta del gobierno macrista, Gabriela Michetti, quien, pocas horas después de asumir, sostuvo que los trabajadores no tenían derecho a viajar en avión, comprar teléfonos celulares, cambiar el auto o, incluso, comprar una tv de plasma.

En un artículo del libro “La trama del neoliberalismos”, Perry Anderson, historiador y ensayista inglés, explica que el fundador del pensamiento neoliberal, Friedrich Hayek sostenía que “la desigualdad es un valor positivo – en realidad imprescindible en sí mismo – que mucho precisaban las sociedades occidentales (…) Las raíces de la crisis (de posguerra), afirmaba Hayek y sus compañeros, estaban localizadas en el poder excesivo y nefasto de los sindicatos y, de manera general, del movimiento obrero, que había socavado las bases de la acumulación privada con sus presiones reivindicativas sobre los salarios y con su presión parasitaria para que el Estado aumentase cada vez más los gastos sociales”.

“(…) El remedio, entonces, era claro: mantener un Estado fuerte en su capacidad de quebrar el poder de los sindicatos y en el control del dinero, pero limitado en lo que se refiere a los gastos sociales y a las intervenciones económicas. La estabilidad monetaria debía ser la meta suprema de cualquier gobierno. Para ello era necesaria una disciplina presupuestaria, con la contención del gasto social y la restauración de una tasa ‘natural de desempleo’, o sea, la creación de un ejército industrial de reserva para quebrar a los sindicatos. Además, eran imprescindibles reformas fiscales para incentivar a los agentes económicos. En otras palabras, esto significa la reducción de los impuestos sobre las ganancias más altas y sobre las rentas. De esta forma, una nueva y saludable desigualdad volvería a dinamizar las economías avanzadas…”, (Perry Anderson, “Neoliberalismo: un balance provisorio”, en “La trama de neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social”).

Esta es la propuesta que tiene el modelo neoliberal para todos los países del mundo: aumento del desempleo, destrucción del poder sindical y de los derechos laborales, reducción del salario, crecimiento sin distribución de la riqueza, concentración de esa riqueza en muy pocas manos, transformación de los derechos de todos en privilegios para pocos y crecimiento de los capitales financieros especulativos (“timba financiera”), todo ello con la complicidad y el accionar directo de organismo internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y otros.

La pandemia, que muchos creían pondría el sello de defunción al neoliberalismo, solo lo ha potenciado. Tras abrir la Caja de Pandora todos los males comenzaron a circular por el mundo, pero en el fondo de la caja aún queda la esperanza. Hoy los procesos populares, en especial en América Latina (México, Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Venezuela, Honduras, Nicaragua, Cuba y los posibles triunfos en Brasil y Colombia), representan la esperanza de los pueblos para enfrentar y derrotar a aquellos que buscan un mundo más desigual.

 

Diariocontexto


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