La tragedia de Imam Husain: La partida del Imam Husain (AS) para Iraq, y la masacre de Karbala

La tragedia de Imam Husain: La partida del Imam Husain (AS) para Iraq, y la masacre de Karbala

– Lo que sigue es parte del libro La tragedia de Imam Husain Del libro “Kitab al Irshad” escrito por Sheij Al-Mufid que ha sido seleccionado por Shafaqna.
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Friday 12 de Aug.
La tragedia de Imam Husain: La partida del Imam Husain (AS) para Iraq, y la masacre de Karbala

Al día siguiente, ‘Umar ibn Sa’d ibn Abu Waqqas partió de Qufah con 4.000 hombres a caballo. Se detuvo en Ninive y mandó llamar a ‘Urwa ibn Qays (1) y le dijo:

– Ve a ver a Al-Husain y pregúntale: ¿Qué te trajo y qué quieres?.

‘Urwa era uno de los que le habían escrito a Al-Husain (P) y le dio vergüenza hacer lo que le pidió ‘Umar. Lo mismo era elcaso de todos los líderes que le habían escrito, y todos ellosse negaban a ir y no querían hacerlo. Kathir ibn Abdillah Ash-Sha’bi se levantó -él era un valiente caballero que nunca volvía la cara a nada- y dijo:

– Yo iré a verlo. Por Dios, si tú quieres yo me apresuraré enir a verlo.

– Yo no quiero que lo ataques -dijo ‘Umar- sino que vayas a preguntarle qué lo ha traído.

Cuando Kathir se acercaba, Abu Thumama lo vio y le dijo a Al-Husain:

– Que Dios te ayude, Abu Abdillah. El hombre más malvado del país, el que ha derramado más sangre y el más osado de todos en el ataque, viene hacia ti.

Entonces Abu Thumama se puso de pie y se enfrentó a Kathirdiciéndole:

– ¡Baja tu espada!.

– No, por Dios -contestó él- yo sólo soy un mensajero. Si vosotros me escucháis yo os diré el mensaje que me fue encomendado para dároslo. Si os negáis, yo me iré.

– Yo tomaré la empuñadura de tu espada -contestó Abu Thumama- y entonces podrás decir lo que tengas que decir.

– No, por Dios, tú no la tocarás.

– Entonces dime lo que has traído y yo se lo informaré a Al-Husain. Pero yo no dejaré que te acerques a él ya que eresun charlatán.

Ambos se quedaron allí maldiciéndose mutuamente. Entonces Kathir regresó a ‘Umar ibn Sa’d y le contó lo que había pasado. ‘Umar mandó llamar a Qurra ibn Qays Al-Hanzari y le dijo:

– Me das vergüenza, Qurra, vé a ver a Al-Husain y pregúntale qué lo trajo y qué quiere.

Qurra empezó a acercarse al Imam (P). Cuando Al-Husain (P) lo vio, preguntó:

– ¿Conocéis a ese hombre?

– Sí -contestó Habib ibn Muzahir- él es del clan de Hanzala de Tamym. Es hijo de nuestra hermana. Yo solía conocerlocomo hombre de sano juicio. No hubiera pensado que élestaría presente en esta escena.

Él llegó y saludó a Al-Husain (P). Entonces lo informó del mensaje de ‘Umar ibn Sa’d.

– Las gentes este pueblo tuyo me escribieron diciéndome que dobla venir -respondió Al-Husain(P)-.Sin embargo, si ahora habéis llegado a sentir aversión hacia mí, entonces de os dejaré.

– Vergüenza me das, Qurra -le dijo Habib ibn Muzahir- ¿vasa regresar con esos hombres injustos? Ayuda a este hombre a través de cuyos padres Dios te concederá gran favor.

– Primero regresaré a mi jefe con la respuesta a su mensaje-replicó Qurra- y entonces reflexionaré sobre mis ideas.

Él regresó a ‘Umar ibn Sa’d y le dio su informe.

– Espero que Dios me libre de hacerle la guerra y de pelear contra él -dijo ‘Umar ibn Sa’d

-Entonces le escribió a ‘Ubaydullah ibn Ziyad:

“En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso.

Te escribo esto desde donde me he estacionado, cerca de Al-Husain, y le he preguntado qué lo trajo y qué quiere. Él contestó: ‘Las gentes de esta tierra me escribieron y sus mensajeros vinieron a verme para pedirme que viniera, y eso he hecho. Sin embargo, si ahora ellos han llegado a sentir aversión hacia mí, y la situación ahora les parece diferente de la que sus mensajeros me presentaron, yo me iré lejos de ellos’”.

Hasan ibn Qa’id Al-Absi reportó:

Yo estaba con ‘Ubaydullah cuando esta carta le llegó. Él laleyó y entonces recitó:

“Ahora cuando nuestras garras a él se aferran, él espera escapar, pero que alcance refugio alguno a él sele impedirá”.

Él le escribió a ‘Umar ibn Sa’d:

“Me llegó tu carta y he entendido lo que mencionas. Ofrécele a Al-Husain la oportunidad para él y sus seguidores de jurar fidelidad a Yazid. Si él hace eso, nosotros veremos entonces cuál será nuestra decisión”.

Cuando la respuesta llegó a ‘Umar ibn Sa’d, él dijo:

“Me temo que ‘Ubaydullah no aceptará que yo no tenga que pelear contra Al-Husain”.

Casi inmediatamente después de eso, llegó otra carta de Ibn Ziyad en la cual él decía:“

Impide a Al-Husain y a sus seguidores que obtenganagua. No los dejes que prueben una gota de ella, tal como fue hecho con ‘Uthman ibn ‘Affan”.

De inmediato ‘Umar ibn Sa’d envió a ‘Arnr ibn Al-Hayyay con 500 jinetes para ocupar el camino hacia el agua y evitarque Al-Husain y sus seguidores consiguieran agua, para que no bebiesen ni gota de ella. Eso fue tres días antes de la batalla contra Al-Husain (P).

Abdullah ibn Al-Husain Al-Azdi, que se contaba entre Bayila, gritó lo más fuerte que pudo:

– Husain, ¿no ves que el agua está como si estuviera en medio del cielo? ¡Por Dios!, tú no probarás ni una gota deella, y morirás de sed.

– Oh Dios, házlo que muera de sed, y no lo perdones jamás, gritó -respondió Al-Husain-

Humayd ibn Muslim reportó:

Por Dios, después de eso yo visité a Abdullah ibn Al-Husain Al-Azdi cuando estaba enfermo. Por Dios, aparte del Cual no hay deidad alguna, yo lo vi beber agua sin ser capaz de saciar su sed, y luego vomitar. Él gritaba: ‘¡Qué sed! ¡Qué sed!’De nuevo volvía a beber agua sin poder saciar su sed, y denuevo vomitaba. Entonces se quemaba de sed. Esto siguió así hasta que murió. Que Dios lo maldiga.

Cuando Al-Husain vio la multitud de tropas acampadas con ‘Umar ibn Sa’d, a quien Dios maldiga, estacionadas en Ninive para combatir contra él (P), mandó a avisar a ‘Umar ibn Sa’d que quería tener un encuentro con él. Los dos se encontraron de noche y platicaron por largo tiempo. Cuando ‘Umar ibn Sa’d regresó a su campamento, le escribió a ‘Ubaydullah ibnZiyad, a quien Dios maldiga:

“Dios ha apagado el fuego del odio, ha unido a las gentes en una opinión, y ha dispuesto correctamente los asuntos de la comunidad.

Este hombre, Al-Husain, me ha hecho una promesa deque se regresará al lugar de donde vino, o de que seirá a uno de los poblados fuera de nuestras fronteras: él se volverá como cualquiera otro de los musulmanes, con los mismos derechos y deberes que ellos, o irá aver a Yazid, el Comandante de los Creyentes, y le dará la mano y verá si las diferencias entre ellos pueden ser reconciliadas. En esta oferta tienes el consentimiento a lo que demandaste y la comunidad se beneficia”.

Cuando ‘Ubaydullah leyó la carta, dijo:

– Ésta es la carta acerca de un hombre sincero que está ansioso por la suerte de su gente.

– ¿Vas a aceptar esto de él? -demandó Shimr ibn Dhil Yawshan, saltando-, ¿siendo que él acampó en tu territorio? Por Dios, si él fuera un hombre de tu país y no pusiese su mano en latuya, ya fuese que él estuviese en una posición de poder y fuerza o que estuviera en una posición de debilidad e impotencia, tú no le darías esta concesión, ya que ello seríauna señal de debilidad. Mejor haz que él y sus seguidoresse sometan a tu autoridad. Entonces, si tú los castigas, seráporque eres la persona más apropiada para castigar, y silos perdonas, tú tienes el derecho para hacerlo.

– Lo que has sugerido es bueno -replicó Ibn Ziyad-. Tu opinión es la correcta. Lleva este mensaje a ‘Umar ibn Sa’d y deja que él les ofrezca a Al-Husain y sus seguidores la oportunidad de someterse a mi autoridad. Si ellos haceneso, haz que me los envíe en paz. Si ellos se niegan, él debe combatirlos. Si ‘Umar ibn Sa’d actúa según mis instrucciones, escúchalo y obedécelo. Sin embargo, si él se niega a combatirlos, entonces tú serás el comandante del ejército; ataca a Al-Husain, córtale la cabeza y envíamela.

Entonces le escribió a ‘Umar ibn Sa’d:

“Yo no te envié a ver a Al-Husain para que te resistieras a combatirlo, ni a perder el tiempo con él, ni aprometerle paz y la conservación de su vida, ni a presentar excusas de parte suya, ni a interceder por élante mí. Así que mira que si Al-Husain y sus seguidores se someten a mi autoridad y se rinden, debes enviármelos en paz. Si se niegan, entonces marcha contra ellos para combatirlos y castigarlos; ya que ellos merecen eso.

Si Al-Husain es matado, haz que los caballos pisoteen su cuerpo, yendo hacia adelante y hacia atrás; ya queél es un rebelde desobediente, y yo no considero quesea de manera alguna incorrecto hacer esto después de su muerte.

Pero es mi opinión que debes hacerle esto si lo matáis.

Si cumples la orden que te doy en cuanto a él, nosotros te daremos la recompensa debida a quien es atento y obediente. Si te niegas, entonces te retiraremos el comando de nuestra provincia y nuestro ejército y dejaremos el ejército al mando de Shimr ibn Dhil Yawsan. Nosotros le hemos dado nuestra autoridad. Saludos”.

Shimr ibn Dhil Yawshan le llevó la carta a ‘Umar ibn Sa’d. Después de leerla, ‘Umar le dijo:

– Debería darte vergüenza. ¿Qué tienes que ver en esto? Que Dios nunca favorezca a tu casa. ¡Que Dios haga abominable lo que me has causado! Por Dios, yo no pensé quetú lo harías rechazar lo que escribí, y que nos echarías aperder un asunto que esperábamos haber dejado arreglado. Al-Husain no se rendirá, ya que hay en su cuerpo une spíritu como el de su padre.

– dime lo que vas a hacer -demandó Shimr-. ¿Vas a llevar acabo la orden del gobernador y combatirás a su enemigo, o vas a dejarme el mando del ejército?.

– No. No habrá ventaja para ti. Ejecutaré esto, y no tú. Toma el mando de los soldados de a pie.

‘Umar ibn Sa’d se preparó para combatir a Al-Husain (P) la noche del jueves 9 del mes de Muharram. Mientras tanto,Shimr salió y se paró frente a los seguidores de Al-Husain (P).

– ¿Dónde están los hijos de mi hermana? -demandó él-. Al-Abbas, Ya’far, Abdullah y ‘Uthman, hijos de ‘Ali ibn AbuTalib (P) se presentaron ante él.

– ¿Qué quieres? -preguntaron ellos-.

– Hijos de mi hermana, os garantizo seguridad -dijo Shimr-

– Que Dios te maldiga, y que maldiga la seguridad que ofreces sin ofrecérsela al hijo del Mensajero de Dios -replicaron los jóvenes-.

– Caballería de Dios, montad y anunciad las nuevas del Cielo (o sea, la muerte) -gritó ‘Umar ibn Sa’d-, y entonces las gentes se montaron y él se acercó a los seguidores de Al-Husain después de la oración de la tarde.

Mientras tanto, Al-Husain (P) estaba sentado frente a su tienda, dormitando con la cabeza sobre las rodillas. Su hermanaoyó el clamor de los soldados del enemigo. Fue a ver a Al-Husain y dijo:

– Hermano mío, ¿no oyes el ruido que se acerca?.

– Acabo de ver al Mensajero de Dios (PBd) en mi sueño -dijo Al-Husain (P) al levantar la cabeza-. Él me dijo. “Tú vienes hacia nosotros”.

Su hermana se golpeó la cara con las manos y gritó lamen-tándose.

– No tienes razón para lamentarte, hermana -le dijo Al-Husain(P)-. Cálmate, que Dios tenga misericordia de ti.

Entonces se volvió hacia Al-Abbas ibn ‘Ali y le dijo:

– Hermano, los enemigos han llegado, así que alístate, pero antes, ‘Abbas, sal tú mismo sobre tu caballo a encontrarlos para hablarles acerca de lo que tienen en mente y lo que les parece apropiado, y pregúntales acerca de lo que los ha traído contra nosotros.

Al-Abbas fue hacia ellos con unos 20 jinetes, entre los cuales estaba Zuhayr ibn Al-Qayn.

– ¿Cómo veis la situación? -preguntó él-. ¿Qué queréis?.- Ha llegado la orden del gobernador de que te ofrezcamos la oportunidad de que os sometáis a su autoridad o que, de lo contrario, os ataquemos -respondieron-.

– No os apresuréis a hacer algo sino hasta que haya regresado a Abu Abdillah y le diga lo que habéis dicho -pidió Al-Abbas-.

Ellos se detuvieron donde estaban y le dijeron:

– Ve a él e infórmalo, y dinos lo que te diga.

Al-Abbas regresó galopando hacia Al-Husain (P) para darle la información. Mientras, sus compañeros se quedaron intercambiando palabras con el enemigo, tratando de probarlos y disuadirlos de luchar contra Al-Husain (P). Al-Abbas le dijo lo que el enemigo había dicho.

– Regresa a ellos -dijo él (P)-. Si puedes, entretenlos hasta la mañana y convéncelos de que se abstengan de atacarnos durante la noche. Entonces, tal vez, podamos rezar anuestro Señor durante la noche para invocarlo y solicitar Su Perdón. Él sabe que yo siempre he amado hacer la oración formal para Él, la recitación de Su Libro, y hacerle muchas invocaciones y súplicas buscando Su Perdón.

Al-Abbas volvió hacia las gentes, y regresó después de estarcon ellos, acompañado de un mensajero de parte de ‘Umaribn Sa’d, que decía:

– Te concederemos un día hasta mañana. Entonces, si terindes, te enviaremos a nuestro gobernador, ‘Ubaydullahibn Ziyad, pero si te niegas, nosotros ya no te dejaremos.

Después de que éste partió, hacia la noche, Al-Husain reunióa sus seguidores alrededor suyo.

 

Shafaqna


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