“No me amputen los pies: Quiero a jugar al fútbol”

“No me amputen los pies: Quiero a jugar al fútbol”

La gobernación de Hudayda, en el oeste de Yemen, tiene las tasas más altas de víctimas por bombas de racimo y minas. En esta provincial se desarrollaron feroces combates entre las Fuerzas Armadas de Yemen y la llamada coalición saudí y sus mercenarios, que no terminan con la relativa calma que actualmente existe entre las partes en conflicto.
Annur TV
Friday 03 de Mar.
“No me amputen los pies: Quiero a jugar al fútbol”

Hudayda tiene 26 distritos y alrededor de 3 millones de habitantes, la mayoría de los cuales son pobres. Era conocido como “la canasta de alimentos de Yemen” debido a la fertilidad de su suelo y la abundancia de sus cultivos agrícolas. No obstante, esta gobernación fue sembrada por los países de agresión de Estados Unidos y Arabia Saudí el 13 de junio de 2018 con restos de armas mortales de minas y bombas de racimo en lugar de granos, frutas y verduras para segar la vida de personas inocentes.

Hay muchas historias tristes de víctimas de los restos de minas estadounidenses y saudíes y bombas mortales prohibidas internacionalmente, de las cuales los niños inocentes suelen ser las víctimas más frecuentes en Hudayda. A pesar de los muchos crímenes contra personas pacíficas que eran conocidas por su buen corazón, he aquí una de las pruebas humanas más severas que presenció esta provincia.

Según los residentes, las minas colocadas por los mercenarios de Arabia Saudí no tenían la intención de impedir el progreso de las Fuerzas Armadas de Yemen, sino que estaban destinadas a matar todo lo que tiene vida, incluidos humanos, árboles e incluso animales que la población cría como una fuente de sustento para ellos durante los ocho años de hambre impuestos por el bloqueo de los aliados de Estados Unidos a Yemen.

Estas minas y bombas de racimo no buscaban matar los combatientes del movimiento popular Ansarolá, sino su propósito era arrebatar las vidas y los cuerpos de la inocencia de niños, mujeres y ancianos durante décadas.

Durante los últimos 45 días, alrededor de 60 civiles murieron o resultaron heridos solo en la gobernación de Hudayda, la mayoría de ellos niños, como resultado de las minas y los restos de guerra de las bombas de racimo, según informes de grupos de derechos humanos).

La semana pasada, tres niños murieron y otros tres resultaron heridos como consecuencia de la explosión de dos minas al sur de Hudayda, en particular en los distritos de Al-Durayhimi y Hays.

La inocencia de la infancia pone todo a disposición para el juego, incluso con los peligrosos y mortíferos restos de las minas sembradas por la agresión saudí, así como las bombas prohibidas internacionalmente que los aviones de guerra de la agresión arrojaron en los valles y barrios.

Como todos los días, los niños de la ciudad de Hays salieron en una emocionante carrera entre ellos mientras se dirigían a su escuela, para que tuvieran la oportunidad de recibir lo que pudieran de conocimiento en los restos de aulas destruidas por los ataques aéreos de la coalición saudí-estadounidense, así como tener la oportunidad de divertirse jugando al fútbol en un campo que los residentes construyeron cerca de la escuela.

Después del final del horario escolar, los niños corrieron detrás de una pelota en el campo al este de la escuela Al-Qaqaa. El balón se cayó en un montón de barro y luego el niño Muhammad fue a buscarlo. Se sorprendió al ver un cuerpo extraño al lado de la pelota, y aquí llamó a sus colegas, luego dos menores identificados como Yaqub y Abdulmalik se acercaron al él.

Los tres hijos de Hays no comprendieron el peligro de esa herramienta mortal, que no diferencia entre enemigo y amigo, ni entre un niño o un anciano, ni entre humanos y animales.

Tan pronto como uno de los niños tocó esa cosa extraña, una fuerte explosión sacudió toda el área y convirtió todo en el patio de recreo en escombros que caían, con los cuerpos de los tres niños, arrojándolos cubiertos de sangre al suelo.

El silencio no duró mucho después del sonido de la explosión, mientras los niños gritaban, antes de que los residentes del área se apresuraran en pánico a salvarlos, y llevaron a los tres niños al hospital.

En la sala de urgencias del hospital, Yaqub soltó un fuerte grito mientras agonizaba: “No me amputen los pies... ¿Cómo voy a jugar al fútbol sin ellos?”. Sin embargo, los médicos se sienten impotentes de poder salvarle la vida y la de su amigo, Muhammad. No hay esperanza, ya que la espada del verdugo alcanzó la inocencia de la infancia y le impidió la posibilidad de sobrevivir en un país que perdió la mayor parte de sus capacidades de salud debido a los bombardeos y asedio de Arabia Saudí, principal aliado de Estados Unidos en el Golfo Pérsico.

El niño no era consciente de que las heridas resultantes de esa mina no se limitarían a la amputación de sus pies, sino era tanto que le extraería el alma y terminaría con la historia de la inocencia de tres niños que fueron asesinados antes de completar su partido de fútbol.

En cada crimen contra un niño, hombre o mujer, que es víctima de la tiranía de las bombas y minas estadounidenses y saudíes, no se encontrará una tristeza abrumadora sólo en el depósito de cadáveres; al contrario, hay una historia que hiere el corazón de todos los que la escuchan.

Por Mohsen Khalif

HispanTV


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