Roberto Chambi Calle[1]
Toda guerra es indignante, así como es una muestra más de la irracionalidad de los seres humanos y sus relaciones con los demás actores internacionales, en un escenario en donde muchos hacen uso de la beligerancia cuando se les arrebata un derecho, no teniendo más opción que la defensa, en donde otros pocos se aprovechan de ella para amasar riquezas en medio de la muerte y el dolor de sus propios congéneres; una bestialidad que reafirma que el “hombre es lobo del hombre” y que para entender esta atrocidad más allá de las cuestiones jurídicas yuxtapuestas a las decisiones de los lobbies y las logias de poder en el mundo los sujetos internacionales (Estados, Organizaciones Internacionales e individuos) hacen uso de una serie de herramientas para entender este comportamiento.
En tal sentido, aplicar el realismo o el idealismo en el plano de las relaciones internacionales desde su sistematización como disciplina desde 1919 (Tratado de Versalles) puede permitirnos —al menos desde la visión política de poder— tener una lectura de cierto tipo de conductas. Así por ejemplo, el debate entre estas dos visiones nos hace entender por qué EEUU en medio de su propia crisis económica y financiera sigue apostando por echar pólvora al conflicto entre Rusia y Ucrania, lo cual indica que la realidad de sus pretensiones son hacerse del poder absoluto intentando someter a todos los estados, aunque ello signifique pulverizar a sus contrincantes mediante el uso de armas atómicas y termonucleares, peor que en Hiroshima y Nagasaki, ello sin contar con la respuesta de China o Corea del Norte.
EEUU aplicando su “realismo”, más aún desde el 11 de septiembre de 2001 amparado en su “política de seguridad nacional”, quiere hacer valer su estatismo y su superioridad al costo que sea, por ello no le importa doblegar su economía ni que su moneda hoy se vaya en picada frente a los rublos y los yuanes en un mundo que hoy ya no obedece a sus políticas ni consensos sean en el marco del FMI o el Banco Mundial.
El lunes 13 de marzo, el Pentágono publicó su proyecto de presupuesto de defensa por 842.000 millones de dólares para el año 2024 cuyo objetivo entre otros es para enfrentarse a China, Rusia y someter a Irán, Corea del Norte y a otras “organizaciones terroristas”, en donde 140.000 millones son para “seguridad e investigación” y 170.000 millones para la compra de armamento, solicitud de presupuesto que también contempla la inversión de 61.100 millones de dólares para modernizar y comprar armamento aéreo; Cazas F-22, F-35, Bombarderos B-21, Aviones KC-46A, aviones y drones, así como 37.700 millones de dólares a ser utilizados para la modernización de armas nucleares, etc.
Por lo visto seguir regando pólvora para incendiar el planeta es inevitable en un mundo idealista, en donde la paz sólo se la podrá ver en los museos de la historia.
El “realismo” de Washington sigue anquilosado en la vieja escuela clásica; pues aún concibe a la comunidad internacional como una estratificación basada en estados “soberanos” cristalizados en una potencia sin ningún tipo de autoridad y límites más que la instauración de su autocontrol, una visión que en los hechos sigue vigente, ya que la Casa Blanca sigue pensando espuriamente que aún tiene el control del mundo, arropado en su falsa creencia de su economía y su poder atómico, cuando al frente de sus narices están otros actores; Rusia, China, Corea del Norte, India e Irán, cuyo poder aunado es más fuerte y artero que la de él y sus socios europeos.
En cambio, el idealismo, aboga por la sistematización y el andamiaje en busca de la paz, haciendo uso de la armadura jurídica (Ius Cogens) que le dé sentido de ser a los sujetos internacionales en la figura de los estados; cuyo fin es respetar el Derecho Internacional y la costumbre frente al realismo anacrónico de EEUU.
Desde el pacto de Westfalia (1648) y el fin de la Guerra de los treinta años entre luteranos y calvinistas, pasando por la Primera y Segunda Guerra Mundial, los hombres y mujeres no han comprendido el valor real de la vida; pues aunque se ingresase a una Tercera Guerra Mundial (atómica) este no será el fin, ya que la belicosidad y la creencia burda de la posesión física de recursos y el dominio geopolítico de poder se trasuntaría a la luna y los cuerpos celestes, desembocando en una “guerra de las galaxias”; aunque parezca ficticio, pero nada está alejado de la realidad, ya que desde 1957 (lanzamiento del primer satélite al espacio, “Sputnik”) y la llegada a la luna (1969), hoy las grandes potencias van sentando su presencia a partir del acceso a los recursos mineros en los cuerpos celestes, cuyo valor va más allá del petróleo, el litio y el planeta. Así, por ejemplo, los asteroides se han convertido en verdaderas minas de oro, para hacernos una idea, los científicos dicen que sólo una roca de 500 metros contendría la mitad de las reservas del planeta.
Frente a este panorama, la humanidad aun lucha y comercia dentro del mercado mundial, vendiendo armas y jugando a la guerra, el mismo que ya no es novedoso, pues el conflicto entre EEUU, Unión Europea (Ucrania) vs. Rusia ha movido el mercado de armas en miles de millones de dólares, cuando estas mismas potencias de un plumazo y con una ínfima parte de ese monto podrían solucionar la pobreza y la miseria de estados como Sudán del Sur, Burundi, Somalia o el Congo.
Hoy, la rivalidad entre ambos enfoques sigue vigente, ya que en los hechos el realismo frente al idealismo sigue “victorioso”; pues este último sigue soñando con una sociedad que respete y aplique las normas y reglas cuyo derrotero es la paz y la justicia en medio de vencedores y vencidos.
Por Roberto Chambi Calle
[1] Jurista y analista en RRII, miembro del Observatorio de Geopolítica Internacional “Ayatolá Jomeini”.