Roberto Chambi Calle[1]

La coalición árabe conformada por Catar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Egipto, Jordania, Marruecos, Sudán y Senegal, países que son los firmantes de la Carta de Naciones Unidas, una vez más incumplen sus principios y obligaciones que emergen de este cuerpo normativo; el cual manifiesta en el art. 2.2 que sus miembros a fin de asegurar los derechos y beneficios inherentes a su condición de tales, cumplirán de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de conformidad con la Carta cuyos fines y propósitos son la paz y la seguridad internacionales y que para tal fin deben fomentar entre las naciones, relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos (Art. 1.2).

Por afinidad religiosa y cultural la coalición liderada por la Familia Al Saúd debería ceñirse estrictamente a los códigos islámicos, primero dentro de sus organizaciones internacionales como la Liga Árabe o la Organización para la Cooperación Islámica y luego en la normativa internacional.

Sus organizaciones en su contenido estatutario son claros, así por ejemplo el art.7 de la Liga Árabe manifiesta que está “prohibido cualquier recurso a la fuerza para resolver disputas entre dos o más Estados miembros”; así mismo cuando se refiere al gobierno y su legitimidad, enuncia que “Cada Estado respetará los sistemas de gobierno establecidos en los demás miembros y los considerará de interés exclusivo de los mismos. Cada uno se comprometerá a abstenerse de cualquier acción calculada para cambiar los sistemas de gobierno establecidos.” (Art. 8). 

Por otro lado, el Estatuto de la Organización para la Cooperación Islámica es más contundente por los cimientos islámicos de la hermandad; pues se debe “Respetar el derecho a la libre determinación y  la no injerencia en los asuntos internos, la soberanía, la independencia y la integridad territorial de cada Miembro; apoyando el restablecimiento  de  la soberanía  y  la integridad  territorial  completas de  cualquier  Estado miembro  bajo  ocupación, como  resultado  de una  agresión,  sobre la  base  del derecho  internacional  y la  cooperación  con las  organizaciones  internacionales  y regionales”, (Art. 1:3,4).

Pero alejándonos de las leyes “terrenales”, Arabia Saudita conocedor y “custodio” de los dos lugares más importantes para la civilización islámica; Meca y Medina, debería ser el paradigma de las relaciones internacionales en relación a la civilización occidental, más allá de lo que estipulan sus normas en materia de integración y organización internacional. Queremos decir con ello, que su libro sagrado amonesta a los que incurren en esas actitudes contra la vida; pues “Un creyente no puede matar a otro creyente” (Corán 4:92), así mismo debería de alejarse de la asesoría y ayuda de EEUU, Inglaterra y Francia; debe dejar de seguir “Las órdenes de todo tirano desviado” (Corán: 11:59) porque Dios "no ama a nadie que sea traidor contumaz, desagradecido". (Corán 22:38).

Lanzar misiles a una población inerme donde habitan seres humanos es un acto que no sólo va contra la normativa internacional; sino más importante aún, contra los principios divinos que están en el Corán, el mismo que lo leen en Meca, Qom, Damasco, Estambul o Saná; entonces ¿Por qué la familia Al Saúd y sus aliados árabes cometen estos actos que van en contra de la vida de sus propios hermanos?

Yemen, hoy está sumida en una de sus peores crisis en todas las esferas, frente a una comunidad que no sanciona y no utiliza los mecanismos que están enmarcadas dentro de la norma internacional, ni mucho menos interponen sus buenos oficios en el marco de sus organizaciones internacionales como la Liga Árabe o la Conferencia para la Cooperación Islámica frente a una población civil que año tras año tiene que sufrir, no sólo los bombardeos; sino la pérdida de vidas humanas bajo la hipocresía de los emiratos y califatos del golfo que mediante sus actos incumplen los mandatos de su libro sagrado y sus enseñanzas.

Frente a esta actitud belicista, aun existiendo normas religiosas, subregionales y mundiales no han sido lo suficientemente contundentes para frenar el sufrimiento de la población civil desde hace 9 años; ya que Riyad teniendo como socio a EEUU, Inglaterra y Francia con poder de veto desde el Consejo de Seguridad pueden frenar la masacre provocada por estos, pero ¿Por qué no lo hacen?

Los intereses regionales de controlar la zona desde la visión imperial monárquica pesan más que las vidas, en un escenario donde hoy la República Islámica de Irán es un elemento clave en la ayuda a Ansarullah y los Huzíes, en otros términos, el enemigo colateral es la hegemonía y la irradiación del pensamiento de los Ayatolas y del shiismo que nunca le ha gustado a la familia real.

Son 9 años de tortura y asfixia a un país islámico por parte de otros países islámicos, recientemente Arabia Saudita en China ha reestablecido relaciones diplomáticas con los persas, seguramente esta será una oportunidad para que los Saúd demuestren y cumplan sus compromisos morales, espirituales y jurídicos; los cuales sin duda ya los contrastaremos cuando dejen de lanzar misiles y drones a los más de 35 millones de civiles en Yemen.

Por Roberto Chambi Calle

[1] Jurista y analista en RRII, miembro del observatorio de Geopolítica Internacional “Imam Jomeini”.