La distensión Irán-Egipto: Otro golpe para el eje sionista-estadounidens

La distensión Irán-Egipto: Otro golpe para el eje sionista-estadounidens

En los últimos meses, tras el restablecimiento de los lazos diplomáticos entre Irán y Arabia Saudí, abundan las especulaciones sobre un acercamiento similar entre la República Islámica y Egipto.
Annur TV
Wednesday 28 de Jun.
La distensión Irán-Egipto: Otro golpe para el eje sionista-estadounidens

De materializarse este acercamiento diplomático, supondría el final de más de 40 años de ausencia de relaciones entre los dos países de mayoría musulmana.

Las relaciones entre Teherán y El Cairo han pasado por distintas fases a lo largo de la historia.

En 1952, tras la revolución que derrocó a la monarquía del rey Farouk, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser se alió con la Unión Soviética.

Esta decisión fue percibida como una amenaza por la monarquía iraní Pahlavi, que mantenía estrechos lazos políticos, diplomáticos y económicos con Estados Unidos y la entidad sionista.

En consecuencia, las relaciones diplomáticas entre El Cairo y Teherán se rompieron en 1960 y no se restablecieron hasta 1970, unos meses antes del fallecimiento de Nasser.

Con la ascensión al poder de Anwar Sadat en 1970 y la implementación de su política neoliberal conocida como Infitah, las relaciones entre Egipto y Pahlavi Irán alcanzaron niveles de colaboración y coordinación sin precedentes.

En la década de 1970, antes del triunfo de la Revolución Islámica, ambos países compartían una visión política que, en términos generales, seguía el marco discursivo establecido por la noción de "modernidad occidental".

Este discurso se basó en la movilización de símbolos, retóricas y narrativas que giraban en torno a la supuesta superioridad de Occidente como ideología.

Como señaló el historiador indio Dipesh Chakrabarty, "Esta modernidad política no puede concebirse sin invocar ciertas categorías y conceptos cuyas raíces se remontan a las tradiciones intelectuales e incluso teológicas de Europa".

Una de esas categorías imprescindibles para entender el discurso de la modernidad occidental es el laicismo, entendido como la regulación del islam bajo control estatal.

Bajo el régimen de Pahlavi en Irán, el secularismo se expresó a través de la despolitización del Islam. Por otro lado, en Egipto, el islam estaba siendo cooptado por las autoridades para neutralizar las críticas provenientes de grupos islamistas, en particular de los Hermanos Musulmanes.

En términos geopolíticos, esta visión compartida se materializó en el reconocimiento de la entidad sionista y la firma de los Acuerdos de Camp David por parte del gobierno de Anwar Sadat en 1978.

Desde la perspectiva de Irán, este acuerdo, logrado bajo la supervisión de Estados Unidos, fue percibido como un apoyo a la política pro-occidental de la dinastía Pahlavi, que había estado colaborando con los sionistas durante años.

Un ejemplo notable de esta colaboración fue el establecimiento de los servicios de inteligencia iraníes, conocidos como SAVAK, en 1957, con la ayuda de la CIA y el Mossad.

Esta afinidad político-ideológica entre El Cairo y Teherán sufrió un cambio drástico en 1979 con el triunfo de la Revolución Islámica, el exilio de Mohammad Reza Pahlavi y el establecimiento de la República Islámica, bajo el liderazgo del Imam Khomeini.

Egipto decidió romper los lazos con la República Islámica, implementando oficialmente esta ruptura en 1980. En marzo de ese año, el gobierno de Sadat concedió asilo al depuesto Shah, que padecía un cáncer terminal y fallecería unos meses después.

Este gesto fue visto por la República Islámica como un insulto a la nación iraní, que resistió el gobierno tiránico de Shah durante décadas y sufrió de formas inimaginables.

Imam Khomeini rechazó los Acuerdos de Camp David, acusando a Egipto de traicionar a los palestinos. En relación con este tema, vale la pena señalar que ya en 1964, el imán Jomeini se vio obligado a exiliarse de Irán después de pronunciar un discurso público en el que criticó duramente las relaciones entre la dinastía Pahlavi e Israel.

El distanciamiento entre El Cairo y Teherán se hizo notable durante la década de 1980. Cuando estalló la guerra entre Irak e Irán en septiembre de 1980, una guerra que comenzó con la invasión de territorio iraní por parte de las tropas de Saddam Hussein, Egipto, como la mayoría de los países árabes y occidentales, apoyó a Irak.

Este apoyo al dictador iraquí continuó durante la guerra de ocho años, durante el mandato de Hosni Mubarak, quien asumió la presidencia tras el asesinato de Sadat en 1981.

Fue en 1991, durante la presidencia de Ali Akbar Hashemi Rafsanjani, cuando ambos países reanudaron sus relaciones, aunque de manera limitada, centrándose principalmente en los intercambios comerciales sin la apertura de embajadas.

Las relaciones entre Teherán y El Cairo continuaron mejorando en los años siguientes. En 2001, por ejemplo, tuvo lugar una reunión entre el presidente Mubarak y el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Kamal Khazarri, que marcó el primer encuentro de alto nivel entre los dos países desde 1979.

Entre 2006 y 2008, se llevaron a cabo varias visitas de altos funcionarios iraníes a Egipto, incluida la del entonces presidente del parlamento iraní, Gholam Ali Haddad Adel.

En 2008, Irán ofreció un acuerdo diplomático a Egipto, en el que se comprometía a reabrir su embajada si El Cairo accedía a hacer lo mismo en Teherán. Sin embargo, en ese momento, bajo la presión de Arabia Saudita y Estados Unidos, el presidente Mubarak rechazó el acuerdo diplomático, citando el programa nuclear de Irán como un obstáculo para el restablecimiento de relaciones.

Las autoridades iraníes vieron la revolución egipcia de 2011, que resultó en el derrocamiento de Hosni Mubarak, la celebración de elecciones y la victoria de Mohamed Morsi, como una oportunidad para lograr el pleno restablecimiento de las relaciones diplomáticas.

El gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto, encabezado por Mohammed Morsi, dio pasos significativos hacia una nueva era en las relaciones diplomáticas con Irán.

Estos avances alcanzaron su punto máximo con la visita de Morsi a Teherán en 2012, marcando la primera visita de un presidente egipcio a Irán desde 1979.

A pesar de ello, no se logró la plena normalización de las relaciones. Varios expertos señalan que la razón detrás de esto fue la falta de libertad del gobierno egipcio para llevar a cabo una política exterior independiente y llegar a un acuerdo.

Arabia Saudita, que tenía una influencia considerable en el país, seguía siendo un obstáculo.

Los acontecimientos de 2013, que supusieron el derrocamiento de Mohammed Morsi y la posterior instauración de un gobierno encabezado por Abdel Fattah el-Sisi, no supusieron cambios significativos en la labor diplomática de ambos países.

Desde una perspectiva política, la República Islámica condenó el golpe militar. Teherán también condenó la masacre llevada a cabo por el ejército egipcio en agosto de 2013, que se saldó con la muerte de más de 1.000 personas.

A pesar de estas diferencias políticas significativas, Irán ha mostrado un espíritu de flexibilidad mientras se adhiere a sus principios políticos. Estos principios, en términos de política exterior, se pueden resumir en cuatro puntos básicos:

1. Establecimiento de canales institucionales regionales que promuevan el diálogo y la solución diplomática a potenciales conflictos.
2. Diseño conjunto de objetivos regionales.
3. Énfasis en la cooperación regional.
4. Reducción de la presencia militar extranjera en la región.

En los dos últimos años se ha producido una clara mejora en las relaciones entre Irán y Egipto, que no puede analizarse sin tener en cuenta la reciente normalización diplomática entre la República Islámica y Arabia Saudí.

Esta normalización ha facilitado, por ejemplo, una disminución de la presión saudí sobre las autoridades egipcias en cuanto a negociaciones directas con iraníes.

En mayo de este año, el líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Seyyed Ali Khamenei, aprobó públicamente el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Egipto durante una reunión con el sultán de Omán Haitham bin Tarik en Teherán.

El restablecimiento y normalización de las relaciones con Egipto significaría un nuevo fracaso de la estrategia conjunta sionista-estadounidense para aislar a la República Islámica.

Además, destacaría la estrategia regional de la República Islámica, que pretende distanciarse de la desestabilización provocada por actores externos como Estados Unidos y la Entidad Sionista.

Por último, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países también conlleva importantes implicaciones políticas y discursivas, enfatizando los principios de autonomía e independencia.

Estos principios políticos subyacen en el discurso articulado por la República Islámica desde su establecimiento. En otras palabras, la República Islámica sigue manteniendo una visión antihegemónica y antioccidental en la región.

Sin embargo, es importante reconocer que la disposición de Egipto para abordar los desafíos pendientes sigue siendo incierta, dadas sus alianzas políticas y estratégicas. Por lo tanto, sería prematuro predecir el resultado final del proceso de negociación en curso entre las dos naciones.

Xavier Villar  es Ph.D. en Estudios Islámicos e investigador que reparte su tiempo entre España e Irán.

Fuente: PressTV


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