El ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, surgió de Gush Emunim, un movimiento que después de 1967 predicó que los judíos debían conquistar y gobernar la Tierra de Eretz Israel (algo más que Palestina). El Gran Israel abarcaría desde el río Eúfrates hasta el mar, eso aceleraría la venida del Mesías, el dios que dará al pueblo de Israel la supremacía sobre el resto del mundo.
El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, que ha sido condenado por terrorismo en los tribunales israelíes, proviene del partido racista Kach de Meir Kahane. Vive en Kiryat Arba, un asentamiento que luce orgulloso un monumento a Baruch Goldstein, quien asesinó a 29 musulmanes mientras rezaban en su mezquita de Hebrón en 1994. Ben-Gvir exhibió el retrato de Goldstein en su casa hasta que le resultó algo embarazoso para ingresar en la política israelí, donde no todos comparten su afición por un terrorista asesino.
Esta banda de psicópatas teledirige la política exterior norteamericana maniobrando en el lobby conocido como AIPAC (American Israel Pubblic Affairs Cometee) al punto que este lobby ha logrado que ambas cámaras del Congreso de Estados Unidos aprobaran otorgar a Israel 17.000 millones de dólares mientras comete un genocidio y EE.UU. interpone su veto en el Consejo de Seguridad para impedir que pase la moción de Argelia que ordena a Israel un alto el fuego inmediato que interrumpa el genocidio que Israel comete contra el pueblo palestino para arrebatarle la Franja de Gaza.
Los ministros mencionados no son funcionarios marginales embriagados de la soberbia de creerse la tribu elegida por su dios para gobernar a todos los pueblos del mundo. Tales son los aliados ideológicos de Netanyahu, juntos gobiernan Israel y desde allí al mundo anglosionista. La banda que más países inocentes ha invadido asesinando millones de civiles con pretextos imposibles y presentando pruebas falsas ante la ONU (Colin Powell) para justificar la invasión de Irak, el vecino árabe más poderoso que se interponía entre Tel-Aviv y su proyecto del Gran Israel.
Ese equipo de psicópatas sionistas lidera el mundo occidental. Por el momento aniquilan a los palestinos de Gaza para dar ese territorio a colonos israelíes venidos de los cuatro rincones del mundo que por ser de religión judía tienen más derecho a vivir en Palestina que los palestinos cuyos antepasados nacieron y vivieron allí, El pretexto para tamaña locura es que, según ellos mismos, Jehová, su dios de los judíos, dictó a los profetas los textos sagrados judíos (Talmud y Thora) que así lo dicen.
También dirige el Gobierno de Israel, sin piedad alguna, la limpieza étnica de los palestinos de Cisjordania mediante pogromos, expulsiones y asesinatos.
Todo lo que sucede en Gaza y Cisjordania es producto de la Declaración de Balfour (Ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido), fechada el 2 de noviembre de 1917 y dirigida al Barón Walter Rothschild, en la que se ofrecía al movimiento sionista un hogar en la Palestina, presumiblemente para su apoyo a Inglaterra en su guerra contra el imperio alemán. Esa oferta ya es un grave atentado contra todas las leyes humanitarias y morales: regalar a un pueblo un territorio habitado durante milenios por otro pueblo. Es un crimen inglés cometido contra el derecho internacional existente ya en aquella época. Eso nos devuelve al origen de las guerras mundiales. La falta de realismo de los autores de la Paz de Versalles fue causa de la terrible Segunda Guerra Mundial y todo parece indicar que el anglosionismo volverá a ser responsable de una tercera guerra mundial, sobre la que en el siglo XXI ya existe un consenso mundial. El genocidio en Gaza nos devuelve al salvajismo de las aspiraciones de tribus de índole totémica.
Lo grave es que esa manada de locos sionistas tiene gran influencia en Occidente con un movimiento conocido como anglosionismo, al cual pertenecen muchos altos funcionarios que deciden la política del Occidente colectivo, como el Secretario de Estado de EE.UU., Anthony Blinken, y su asistente Victoria Nuland
Los anglosionistas no temen una tercera guerra mundial porque según los libros sagrados judíos después de una gran catástrofe mundial (el origen de la palabra holocausto se refiere a un sacrificio humano propiciatorio) después del Armagedón vendrá el Mesías que dará el poder mundial al pueblo judío
Los rabinos del Talmud prohibieron intentar acelerar la llegada del Mesías, pero los movimientos heréticos han buscado forzar la redención. Gershom Scholem, un historiador que dedicó su vida a estudiar el misticismo judío, advirtió de que “los judíos siempre han sentido una atracción fatal por el mesianismo” y “el sionismo no es una excepción”.
Ya en la década de 1920 Scholem comparó con la extrema derecha a los precursores sionistas del partido Likud de Netanyahu hasta Sabbatai Zevi, quien se proclamó Mesías en Esmirna (ahora Izmir, Turquía) en 1648. Scholem advirtió de que estos falsos mesías “infunden a nuestra juventud un espíritu de nuevo sabatismo que inevitablemente debe fracasar”, un sabatismo que parece querer arrastrar al resto del mundo en su fracaso, algo parecido al mito de Sansón.
Scholem mostró cómo los conceptos místico-cabalísticos desarrollados por el rabino Isaac Luria de Safed en el siglo XVI, un centro de erudición y misticismo judío en la Palestina otomana, proporcionaron un marco teológico para el mesianismo. Luria enseñó que durante la creación la luz del creador rompió los recipientes en los que estaba colocada, creando con ello sólo un mundo destrozado.
Los judíos podían traer redención a través del “tikún”, la reparación de esos vasos, al guardar los mandamientos. Los sabatianos inventaron una versión más oscura del tikún cuyos principios morales son para aplicación solo entre judíos, que exigía a sus creyentes sondear las profundidades del mal para rescatar las chispas de la creación. Scholem lo llamó «redención por el pecado».
¿Es eso lo que estamos presenciando con el crimen de genocidio cometido durante estos días en Gaza?
Estos movimientos mesiánicos desesperados surgieron a raíz de calamidades como la expulsión de los judíos de España en 1492 y las masacres de judíos en Ucrania en 1648 por los cosacos de Bohdan Chmelnicki. El Holocausto, seguido rápidamente por el establecimiento del Estado de Israel y luego la victoria de Israel en la guerra de 1967, sobrealimentaron las corrientes mesiánicas subyacentes del sionismo sobre las que Scholem ya había advertido.
A raíz de la guerra de 1967, la enseñanza del rabino Tzvi Yehuda Kook de que el mandamiento de su dios era “conquistar y colonizar” la Tierra de Israel era igual en autoridad a todos los otros mandamientos. Eso inspiró el Gush Emunim. Cumplir ese mandamiento es el acto mayor del tikún y acelerará los pasos del Mesías. “El ejército de Israel”, enseñó Kook, “es el ejército de Hashem [Dios]”.
Si bien estos mesianistas tienen algunos seguidores entre los judíos estadounidenses, sus partidarios más poderosos en Estados Unidos son los cristianos sionistas evangélicos blancos (el uso aquí del término evangélico es para despistar haciéndose pasar por cristianos cuando en realidad no lo son. En sus sermones nunca citan a los apóstoles, sino a profetas judíos, esa secta se ha convertido en una fuerza hegemónica en el Partido Republicano de Donald Trump.
Creen que la conquista y asentamiento en la tierra de Israel por parte del pueblo judío desencadenará una guerra mundial, por la que oran como precursora de la segunda venida de Cristo. Esos locos quieren el Armagedón que es el nombre bíblico en hebreo que aparece en el libro del Apocalipsis, capítulo 16, versículo 16. Porque, según ellos, solo después del Armagedón vendrá el Mesías.
En el cristianismo esa tradición hebrea aparece como el Juicio Final. Desde la época en que Constantino impuso en el Imperio Romano el cristianismo como religión oficial se discute si los textos judíos conocidos como Antiguo Testamento debían ser aceptados como sagrados por los cristianos, porque las enseñanzas de Cristo fueron transmitidas solo por los evangelios que escribieron sus apóstoles y en todos ellos destaca el hecho de que todos los hombres son iguales para dios. Lo cual es indicio claro de que Cristo no se refería a Jehová, que tiene preferencia por el pueblo compuesto por las tribus judías conocido como Israel.
Las tradiciones hebraicas pudieron ser tomadas en serio en el momento en que fueron escritas, allá por la época dela revolución religiosa del faraón Akenaton (AmenotepIV ), cuando se adoraba el sol (Aton ) como único dios. ¡Pero mira que creer en esas fábulas en el siglo XXI, cuando sabemos que en el año 1600 Giordano Bruno fue quemado vivo por la tradición hebraica que persiste en la Iglesia Católica! Bruno tenía razón en creer que las estrellas del firmamento eran otros tantos soles en torno a los cuales podían girar otros planetas como el nuestro. Parece alucinante la perseverancia en el error después de que nuestros telescopios han demostrado que Giordano Bruno tenía razón cuando contradecía al Antiguo Testamento según el cual el sol gira en torno a nuestro planeta Tierra.
Que en el año 2024, cuando los chinos ya aplican la física cuántica, haya en Occidente gobernantes creyendo en acelerar la venida del Mesías provocando una guerra nuclear, que en esta época en que ya sabemos que la Biblia está llena de disparates es un razonamiento fuera de lugar.
Los anglosionistas que siguen y apoyan a Netanyahu en sus crímenes contra la humanidad amparados con argumentos sacados de la religión hebrea, son peligrosos enajenados mentales a quienes hay que remover del poder lo más rápido que sea posible.
Parece que la única opción de sacarlos por las malas del poder es que eso suceda por obra de China, una civilización mucho más antigua que el Talmud y por lo tanto que no está contaminada con fábulas suicidas de origen hebraico.
Fuente: Rebelion