Gaza revela el fin moral de Occidente y la complicidad de las monarquías árabes

Gaza revela el fin moral de Occidente y la complicidad de las monarquías árabes

"Vivimos en un mundo gobernado por el poder, no por la moralidad".
Annur TV
Saturday 24 de May.
Gaza revela el fin moral de Occidente y la complicidad de las monarquías árabes

Lo que hace décadas era una advertencia académica se ha convertido hoy en una realidad cotidiana y vivida, especialmente en nuestro mundo árabe, que se encuentra congelado fuera del arco del tiempo, observando un mundo en decadencia sin ser parte de ninguna alternativa emergente.

Estados Unidos, que durante mucho tiempo se posicionó como una "deidad política por encima de la humanidad", se acerca ahora a un impasse histórico. Se tambalea y está a punto de perder su competencia estratégica a largo plazo con China. Esta no es una declaración emotiva, sino más bien una evaluación seria, en línea con la de destacados intelectuales estadounidenses como Emmanuel Todd, quienes describen el declive de Occidente no solo como un fracaso económico, sino también moral y de civilización. ¿Estamos presenciando el colapso del orden moral global?

La civilización occidental fracturada: de la “globalización líquida” a la retirada imperial

Lo que ocurre hoy no puede entenderse con las herramientas políticas tradicionales. El sistema occidental, basado en la explotación de los pueblos y la subyugación de los débiles bajo el pretexto de la «democracia» y la «modernidad», ya ni siquiera puede sostener la ilusión de legitimidad.

La liquidez descrita por Zygmunt Bauman rige todos los ámbitos. Las certezas políticas se han desvanecido. No existe un proyecto social. Incluso la pretensión de una moralidad global compartida se ha derrumbado. Lo que la «globalización» dejó a su paso no es un mundo conectado, sino fosas comunes diseminadas por el Sur Global, desde Gaza hasta Jartum, desde Saná hasta Beirut.

Mientras tanto, China emerge, no como un contrapeso moral, sino como un imperio terrestre con herramientas diferentes y una lógica de dominio similar. El mundo no solo está pasando de un orden unipolar a uno multipolar, sino que está entrando en una era de competencia despiadada, donde cada potencia busca la supremacía sobre los escombros del derecho internacional.

Estados Unidos: un imperio que ha perdido la fe en sí mismo

Estados Unidos no es un país en crisis, sino un proyecto de civilización en crisis. Lo que Thomas Friedman llamó la «Gran Decadencia Estadounidense» es un reconocimiento moderado de una realidad mucho más dura: el imperio liderado por Estados Unidos ha perdido su legitimidad.

Desde las invasiones de Irak, Afganistán, Libia, Siria y, más recientemente, su guerra indirecta en Ucrania, Washington ha acumulado derrotas disfrazadas de diplomacia. Su incapacidad para movilizar a sus aliados europeos en la guerra de Ucrania, frenar el ascenso de China o aislar a Rusia subraya la creciente impotencia de sus herramientas hegemónicas.

Más peligroso aún, el proyecto del "Nuevo Oriente Medio", replicado bajo diversos nombres, sigue vigente. Lo que presenciamos hoy, en términos de fragmentación árabe, relaciones normalizadas con el enemigo sin costo alguno y erosión de la cohesión social, no es casual. Forma parte de una reestructuración estratégica de la región para asegurar los intereses estadounidenses, incluso mientras su presencia global disminuye.

La crisis sionista: un proyecto frágil y sin anclas

Israel, que antes se promocionaba como "la única democracia en Oriente Medio", se encuentra ahora sumido en su más profunda crisis interna. A pesar de su poderío tecnológico y militar, es incapaz de generar las bases sociales y culturales necesarias para sostener el liderazgo regional. Hoy, no ofrece ningún proyecto moral ni humanitario. Lo que ocurre en Gaza no es una guerra, sino una masacre retransmitida en directo, recibida con un silencio ensordecedor por la autodenominada comunidad internacional. Ninguna voz occidental significativa se ha pronunciado: ningún gobierno, ningún periódico importante, ninguna universidad, ninguna organización de derechos humanos. Todos han entrado en un estado colectivo de negación.

Dado que el proyecto sionista no se construyó sobre los cimientos de un «estado» tradicional, sino sobre una «promesa» mítica, su colapso no será político, sino simbólico. Gaza ha despojado su fachada moral y ha expuesto la fragilidad de «Israel», no como una entidad militar, sino como un proyecto carente de toda justificación ética.

Una conciencia global muerta: cuando las masacres se vuelven rutinarias

«Barbarie contemporánea» es quizás el término más adecuado para la situación global actual. Lo que presenciamos no es simplemente el colapso del orden internacional, sino una completa extinción moral. Antaño, las masacres se ocultaban en la sombra. Hoy, ocurren a plena vista, y el mundo permanece impasible.

¿Está Occidente moralmente muerto? La respuesta más honesta quizás sea que nunca estuvo realmente vivo. Más bien, ha dominado el arte de encubrir sus crímenes con el lenguaje de la libertad. Lo que ocurre en Gaza, así como lo ocurrido en Siria y Yemen, no es solo el fracaso de la gobernanza global, sino el colapso de la propia idea occidental: una idea que prometía libertad, pero imponía el colonialismo; que predicaba la democracia, pero practicaba el racismo; que afirmaba defender la paz, pero libraba guerras interminables.

Los árabes: presentes en la fiesta de la ruina, pero ausentes del escenario de la historia

Atrapado entre un Occidente en colapso y un Oriente en ascenso, el mundo árabe ha perdido el rumbo. El Golfo se comporta como un centro autónomo. El Magreb se aferra a una identidad mediterránea. El Levante sufre la desintegración de sus Estados. Y la Liga Árabe se ha convertido en poco más que un archivo de datos.

Este es un momento de profunda desorientación. No existe una visión árabe unificada, ni una hoja de ruta estratégica, ni una identidad compartida. Incluso el concepto de «identidad árabe» está en disputa, reemplazado por alternativas peligrosas: sectarismo, regionalismo o constructos «abrahámicos» que borran la memoria y encubren el derramamiento de sangre.

En este caos, surge una pregunta urgente: ¿Existe un proyecto de resistencia árabe? La resistencia sin renacimiento es inútil. El renacimiento sin despertar intelectual es imposible. Y el despertar no puede comenzar sin liberar la mente. Esta es la cuestión central. El rechazo no basta. Debemos producir. No necesitamos una resistencia que se limite a reaccionar; necesitamos una que cree. No eslóganes, sino sistemas de pensamiento. No fervor, sino intelecto.

La resistencia empieza en la mente: un papel para los intelectuales, no para los políticos

Esta no es tarea de generales ni presidentes. Es deber de pensadores. La acción política sin un marco intelectual que la sustente solo conduce a la tiranía o al caos.

Debemos reconstruir la mentalidad árabe, no idolatrando el pasado, sino imaginando un futuro viable. La identidad no es estática, sino un proceso continuo de construcción. El arabismo no debe oponerse a la libertad; debe encarnarla. Lo que necesitamos es un arabismo democrático basado en la justicia, la igualdad y el reconocimiento mutuo. Este arabismo no es hostil a Irán, Turquía ni a los kurdos. Aspira a integrarlos en una "vecindad civilizacional" compartida.

No somos un pueblo de odio. Somos un pueblo de solidaridad. No buscamos protección. Buscamos respeto.

¿Qué hacer? Mientras el mundo muere, construyamos otro.

Nos encontramos en un punto de inflexión en la historia de la humanidad. O actuamos, o perecemos.

Es una verdad dura, pero ineludible. El mundo no necesita más discursos. Necesita iniciativas. La resistencia no es solo un fusil; es también un libro, una idea, una escuela y una fábrica. No hay salvación en la espera.

Ya sea que el mundo se vuelva hacia Washington o hacia Beijing, la respuesta debe comenzar con una pregunta difícil: ¿Qué se debe hacer?

La solución no está en los líderes, sino en los pensadores. No está afuera, está adentro. No está en el pasado, está en el futuro.

Debemos recuperar la mentalidad árabe, no para dominar el mundo, sino para preservar lo que queda de nuestra humanidad.


 

Fuente: Al Ahed


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