Y, sin embargo, esta misma figura fue recibida en Nueva York con honores de jefe de Estado en la Asamblea General de la ONU.
En paralelo, a Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, se le negó la visa para ingresar a EE.UU., violando el Acuerdo de la Sede (1947) que obliga al país anfitrión a garantizar el acceso de los representantes diplomáticos. La ONU, forzada por la situación, aprobó que Abbas interviniera por videoconferencia. Así, mientras se rehabilita a un exyihadista, se margina a quien representa a un pueblo que lucha por reconocimiento legítimo.
La contradicción es evidente: la ONU ya reconoció a Palestina como Estado observador en la Resolución 67/19 (2012), reafirmó su derecho a la autodeterminación en la Resolución 58/292 (2004), y en mayo de 2024 la Asamblea General aprobó por 143 votos a favor que “Palestina cumple los criterios de la Carta de la ONU” para ser miembro pleno. Incluso la reciente Declaración del 12 de septiembre de 2025 respaldó pasos “concretos e irreversibles” hacia la solución de dos Estados.
¿Por qué entonces se veta la voz palestina mientras se normaliza Al-Golani? El trasfondo es conocido: Israel durante décadas alimentó el crecimiento de HAMAS para debilitar a la OLP y descarrilar la paz. Hoy, negar el acceso a Abbas refuerza esa narrativa, no hay interlocutor válido para una solución negociada.
El mensaje que se traslada es devastador. El pasado terrorista puede borrarse si conviene a ciertos equilibrios, pero la legítima representación palestina sigue vetada. Con ello, el derecho internacional se reduce a un arma selectiva y la ONU a un escenario de dobles raseros. Si de verdad se busca paz y justicia, debe cesar esta incoherencia, no se puede dar alfombra roja a un exlíder de Al-Qaeda mientras se silencia al representante de Palestina, reconocido ya por la mayoría de la comunidad internacional.
Fuente: Hispantv