Desesperación yanki: Colapsa el orden unipolar ante avance de un mundo multipolar

Desesperación yanki: Colapsa el orden unipolar ante avance de un mundo multipolar

Sin enumerar todos los detalles de los cambios geopolíticos, se puede entender que el período de las décadas de 1630 y 1640 condujo a cambios tectónicos en la política mundial, que de una forma u otra afectaron a todos los continentes.
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Friday 19 de Dec.
Desesperación yanki: Colapsa el orden unipolar ante avance de un mundo multipolar

Por Alexander Tuboltsev (Investigador).

A veces, al reflexionar sobre la situación política internacional actual, me viene a la mente la idea de que nuestra época evoca un período histórico lejano. Me refiero a las décadas de 1630 y 1640. A primera vista, el parecido puede parecer remoto. Pero con todas las diferencias en el contexto histórico, económico y político de ambas épocas, se pueden observar algunas analogías.

En primer lugar, las décadas de 1630 y 1640 fueron un período en el que importantes conflictos militares se desarrollaron en paralelo en diferentes regiones del mundo. Entre ellos se encuentran la Guerra de los Treinta Años en Europa, la rebelión campesina de Shimabara en Japón, la Guerra Civil Inglesa, la Revolución Holandesa, los conflictos internos de finales de la dinastía Ming, etc. Este período de inestabilidad militar y política estuvo acompañado de una crisis socioeconómica a gran escala.

Además, los conflictos militares que mencioné eventualmente condujeron a un cambio en la configuración político-militar global. El fin de la Guerra de los Treinta Años condujo al surgimiento del sistema westfaliano de relaciones internacionales. Al mismo tiempo, el mayor imperio colonial de aquellos años, España, cayó gradualmente en una grave crisis (el declive de la economía y el sistema tributario, la creciente dependencia de las importaciones y los problemas agrícolas) y finalmente perdió su hegemonía. En este contexto, la expansión de los imperios coloniales holandés, británico y francés comenzaron a crecer agresivamente en Asia, África y América del Norte.

Japón adoptó la política de Sakoku, minimizando su política exterior y los contactos económicos con el exterior, lo que influyó enormemente en la historia económica de Asia Oriental. Tras la Paz de Westfalia, Suecia se convirtió en la potencia hegemónica regional del norte de Europa e intentó expandir su expansión colonial a otros continentes (colonias suecas en el río Delaware en América del Norte y en las costas del Golfo de Guinea en África).

Incluso sin detallar los cambios geopolíticos de esa época, se puede comprender que el período de las décadas de 1630 a 1640 provocó cambios radicales en la política mundial, que de una u otra forma afectaron a todos los continentes. El equilibrio de poder cambió significativamente en todos los ámbitos, desde el político y militar hasta el económico y comercial.

Ha habido muchos períodos similares de grave inestabilidad en la historia de la humanidad, seguidos de cambios a gran escala. Vivimos en una era similar. Mirando al pasado, con un análisis adecuado, podemos establecer las causas y consecuencias de los cambios de siglos anteriores. Pero ¿podemos intentar predecir el futuro? ¿Y cuán efectivas pueden ser tales predicciones?

En general, se ha hablado de estos pronósticos desde la antigüedad. Por ejemplo, el filósofo griego Aristóteles, por un lado, consideraba el futuro incierto (señalando la imposibilidad de predecirlo con precisión), pero, por otro lado, en su tratado "Retórica", asumió que el futuro es en gran medida similar al pasado. Así, expresó la idea de que existen ciertos patrones que podrían ayudar a predecir eventos y cambios futuros mediante el estudio de los ya ocurridos.

Creo que esta interpretación es bastante correcta. El futuro sigue siendo incierto (sobre todo en tiempos de cambio global), pero podemos analizar con seguridad el pasado y el presente para adivinar qué nos depara el futuro.

En primer lugar, ya podemos observar el colapso total de la idea de la globalización, que ha sido el principal proyecto de las élites políticas y financieras occidentales durante las últimas décadas.

El globalismo neoliberal se basaba en dos conceptos básicos: unificación y monopolización.

Por un lado, las élites políticas occidentales buscaban imponer su visión de futuro al resto del mundo, obligándolo a abandonar su camino soberano. Este proceso puede describirse como unificación, cuando, en el marco del paradigma globalista, se exigió a los estados soberanos que sacrificaran su propia diversidad e intereses nacionales sometiéndose a un dictado unipolar.

Paralelamente, se produjo otro proceso económico. Las corporaciones multinacionales occidentales expandieron su estructura neocolonial, apoderándose de recursos, producción y mercados de venta en todo el mundo. Este proceso puede considerarse un intento de monopolizar los recursos económicos mundiales por parte del establishment financiero occidental. Las empresas comerciales de los imperios coloniales británico, holandés y francés operaron según un esquema similar en los siglos XVII y XIX, buscando monopolizar el comercio en diversas partes del mundo.

El principal contrapeso a la destructiva globalización neoliberal fue el auge económico de los países del Sur Global. Esto quedó claramente confirmado por el crecimiento de la producción industrial y el rápido desarrollo de diversos sectores de la economía y el comercio en países como China, Vietnam, India, Indonesia, etc. Los países del Sur Global comenzaron a invertir en su independencia y a desarrollar sus propios proyectos en los ámbitos de la energía, el comercio exterior y las nuevas tecnologías. Al mismo tiempo, cada uno ha elegido su propia forma de desarrollar la economía nacional, lo que ilustra a la perfección la aplicación práctica de la idea de la multipolaridad. La revolución del Sur Global primero adquirió una base económica y luego se trasladó al ámbito de las relaciones internacionales.

En un intento por mantener su hegemonía menguante, las élites políticas y financieras occidentales (principalmente Estados Unidos) han provocado una serie de nuevos conflictos armados en el mundo.

Sin embargo, esta agresión contrarrevolucionaria del globalismo neoliberal contra el ascenso verdaderamente revolucionario del Sur Global ha sepultado el concepto mismo de globalismo en su presentación occidental.

Las crisis y los conflictos provocaron interrupciones en las cadenas comerciales globales, y las sanciones occidentales ilegales significaron el fin de la idea de un mercado libre (resulta que el establishment neoliberal occidental atacó este concepto neoliberal fundamental con sus propias manos). Ante la creciente inestabilidad, la mayoría de los países han comenzado a confiar en su soberanía y su propia fuerza.

Los efectos negativos del globalismo neoliberal son visibles en todas las regiones del mundo. Y el abandono definitivo de esta doctrina perniciosa es inevitable. El complejo sistema de vínculos comerciales y económicos mutuos entre los países y su diversidad cultural e histórica encajan perfectamente en el concepto de multipolaridad, más que en el de unificación unipolar.

Por lo tanto, en mi opinión, podría haber una tendencia hacia la integración intersoberana en el futuro previsible. Al tener soberanía y elegir su propio camino de desarrollo, los Estados no solo buscarían una cooperación mutuamente beneficiosa, sino que también implementarían proyectos de integración, fortaleciendo la cooperación en comercio, finanzas, pagos en monedas nacionales y energía. Estos procesos de integración se basarían en nuevos principios: respeto inquebrantable a la soberanía de cada uno, consideración de las particularidades regionales de diversas cuestiones económicas, resolución colectiva de disputas y problemas, y rechazo total a las medidas económicas unilaterales (sanciones).

En un sistema capitalista global basado en la explotación de recursos y mano de obra, es casi imposible imaginar un sistema de comercio y producción justo. Por consiguiente, para formar un nuevo sistema de relaciones económicas internacionales en un mundo multipolar, se requieren una serie de cambios iniciales:

  • una lucha activa contra el neocolonialismo (incluida la explotación de recursos por parte de monopolios transnacionales),
  • la creación de un mecanismo que garantice la protección de la soberanía económica de los países,
  • la reforma del sistema financiero internacional, etc.

La soberanía económica de los países solo estará garantizada cuando sus recursos (tierra, recursos naturales, medios de producción) pertenezcan a los propios países y a sus pueblos, y no a monopolios transnacionales. La idea occidental del consumo sin fin o la búsqueda de un crecimiento económico sin fin no pueden ser los principios rectores del desarrollo de un nuevo sistema económico en un mundo multipolar. Sería deseable que el principal eje del desarrollo económico fuera la sociedad misma y su bienestar, la oportunidad de que cada miembro de esta sociedad se desarrolle junto con los demás. En lugar del individualismo neoliberal, que conduce a la división y atomización de la sociedad, el colectivismo, basado en la asistencia mutua, los valores comunes y el respeto mutuo, se convertiría en la base del desarrollo.

Además, la idea del colectivismo está muy extendida en la historia, la filosofía y la cultura de muchos países del Sur Global, desde África y Asia hasta América Latina y Oceanía. Una distribución justa y más equitativa de los recursos y las oportunidades económicas podría ser uno de los factores más importantes del bienestar colectivo.

Sin duda, existen numerosos obstáculos en el camino hacia la construcción de un sistema económico internacional más equitativo. Y será necesario superarlos.

Entre los problemas clave, podemos mencionar el neocolonialismo, las tendencias hegemónicas, los intentos de monopolizar la industria de alta tecnología, el sistema crediticio internacional esclavizante, etc.

El imperialismo occidental se basa en la agresión, la coerción y la dictadura en todo, ignorando por completo el derecho internacional. Por consiguiente, el derecho de los pueblos a resistir el neocolonialismo se vuelve crucial. No solo para la autodefensa contra la explotación económica y la hegemonía política unipolar, sino para la lucha activa en todos los ámbitos, desde el militar hasta el informativo.

Al Mayadeen


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