Muchos occidentales que viajamos a la India nos encontramos a las vacas entre las calles y pensamos que su libre circulación, sus mantras tatuados o esa decoración abundante se deben a una veneración diaria que la convierten en un animal sagrado, pero nada más lejos de la realidad. La vaca no es un animal sagrado al que alabar todos los días, sino un tabú para los locales que respetan a este animal cuyo simbolismo cabe encontrarlo 3 mil años en el pasado, concretamente en los textos védicos, los más antiguos de la literatura hindú.
Estos cuatro textos, escritos por el místico Viasa, se referían a la vaca como Devi (Diosa) o Aditi (Madre de Dioses), cuya leche alimentaba el mundo y la privaba de ser sacrificada a los dioses, a diferencia de otros animales como el toro o el buey. La vaca sagrada (surabhi) era la enviada del dios Krishna a la Tierra para alimentar con su néctar a los hijos de la India y establecer una conexión entre ambos mundos.
Posteriormente, durante la incursión del jainismo y el budismocomo evolución del Veda, la doctrina de no violencia fue mayormente aplicada a los indios que optaron por volverse vegetarianos, mientras que las vacas, caras de mantener, eran ofrecidas a los brahamanes (la casta más alta del país), por lo que la vaca pasó a considerarse un ser vivo incluso superior a ciertas castas de la India y, por lo tanto, un animal al que había que respetar.
Es por este motivo que la vaca no es adorada como animal sagrado, sino respetada, es un tabú para los indios. El único día en el que sí se la venera es durante el conocido como Festival de Gopastami, en el que se celebra el día en que Krishna descendió para encarnarse en el definitivo pastor de las vacas de la India. Es durante este día que todas estas "madres" son bañadas y decoradas con elementos coloridos o mantras tatuados.
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