Una investigación revela que el deseo por lo dulce y el rechazo a lo amargo pueden borrarse manipulando neuronas en la amígdala, el centro emocional del cerebro.
El trabajo, cuyos hallazgos se publicaron el miércoles en la revista Nature, muestra que eliminar la capacidad de un animal para ansiar o despreciar un sabor no tiene impacto en su capacidad para identificarlo.
El estudio, realizado con ratones, sugiere que el sistema de sabor complejo del cerebro, que produce una variedad de pensamientos, recuerdos y emociones cuando se degusta la comida, en realidad son unidades discretas que se pueden aislar, modificar o eliminar individualmente juntas, e incluso apunta a nuevas estrategias para entender y tratar los trastornos de la alimentación, entre ellos la obesidad y la anorexia nerviosa.
“Cuando nuestro cerebro detecta un sabor, no solo identifica su calidad, sino que crea una maravillosa sinfonía de señales neuronales que vinculan esa experiencia con su contexto, valor hedónico, recuerdos, emociones y otros sentidos, para producir una respuesta coherente”, afirma el autor principal del artículo, Charles. S. Zuker, investigador en la Universidad de Columbia.
Los investigadores aseguran que por lo general, la identidad de un alimento y el placer que se siente al comerlo se entrelazan, pero ellos han demostrado que los componentes pueden aislarse entre sí y luego manipularse por separado, lo que sugiere que la amígdala podría ser un área de enfoque al buscar estrategias para tratar los trastornos alimentarios.
“Sería como darle un mordisco a tu pastel de chocolate favorito, pero sin obtener ningún placer de hacerlo. Después de algunos bocados, puedes dejar de comerlo, mientras que normalmente lo hubieras engullido”, asegura Li Wang, investigador científico postdoctoral en el laboratorio de Zuker.