A pesar de que las elecciones presidenciales son recién el año próximo, en Francia ya se vive clima electoral. Y los partidos echan mano a todo lo que tienen a disposición: sobre todo a defender o atacar la presencia de la comunidad islámica en el país.
“No queremos que los partidos políticos nos usen como herramientas para su puja electoral”, declaró Bakir Altash, secretario general de la Liga sobre la Visión Nacional para la Comunidad Islámica.
“Nuestra comunidad vive un clima alarmante y de mucha agitación”. Prohibición del uso del velo, seguimiento de autoridades religiosas, supervisión casi policial en los centros religiosos. La comunidad musulmana en Francia vive tiempos de postergación y menosprecio sin precedentes.
En el centro del duelo político, ahora está la edificación de una flamante mezquita en la ciudad de Estrasburgo: la mezquita Ayub Sultan. La construcción, ya en obra, demandará 30 millones de euros. Solamente levantar la fachada ha consumido ocho millones. La ciudad, en manos de un gobierno verde y opositor al presidente Macron, se comprometió a donar 2,5 millones de euros para completar la construcción. “Esta decisión ha sido histórica”, se entusiasmó Bakir Altash, quien se esperanzó con un rol del estado sin distinciones entre credos.
Pero el entusiasmó pronto se diluyó: el ministro del interior, Herald Darmanin, ya conocido por sus declaraciones islamófobas –llegó a oponerse a que los supermercados tuvieran un sector de comida halal-, puso el grito en el cielo apenas se enteró que dinero público se emplearía para financiar una mezquita.
“Creemos que la autoridad municipal no debería financiar la intromisión extranjera en nuestro territorio”, declaró Darmanin, en referencia a que la mezquita es también parte de una organización turca.
“Esta mezquita reafirma los valores de nuestra república”, le respondió la alcaldesa de Strasburgo, Jeanne Barseghian. La pelea, con las elecciones previstas para el 2022, recién comienza.