¿El oro azul de Gaza?

¿El oro azul de Gaza?

El campamento de refugiados de playa en el norte de Gaza, hogar de muchas familias de pescadores, se transforma cada otoño con la llegada de la temporada de cangrejos.

Annur TV
Friday 24 de Nov.

El campamento de refugiados de playa en el norte de Gaza, hogar de muchas familias de pescadores, se transforma cada otoño con la llegada de la temporada de cangrejos.

Ser pescador en Gaza significa practicar una de las profesiones más peligrosas del mundo.

Israel restringe severamente el acceso de los pescadores palestinos al mar y regularmente dispara contra los equipos de pesca, dañando y confiscando sus barcos, y con frecuencia deteniendo también a los pescadores.

Dos pescadores palestinos han sido asesinados por las fuerzas navales israelíes solo este año.

 


Debido a la crónica crisis eléctrica de Gaza, un resultado directo de los repetidos ataques militares de Israel y del bloqueo de una década, 100.000 metros cúbicos de aguas residuales sin tratar se bombean al mar Mediterráneo cada día, contaminando las aguas de pesca.

Un fuerte aumento de la pobreza, desde que se impuso el sitio, significa que un menor número de familias puede permitirse poner pescado en la mesa: la mitad de la población de Gaza, de un total de dos millones de personas, tiene inseguridad alimentaria de moderada a severa.

Todo esto ha causado estragos en la industria pesquera de Gaza, de la cual más de 35.000 palestinos aún dependen.

 


Pero la temporada de cangrejos ofrece un respiro, y un raro período de ganancias, para las familias de pescadores asediados de Gaza.

“Me levanto al amanecer, tomo mi remo y me dirijo al mar para tirar de las redes de pesca que arrojé el día anterior”, dice Abu Foul.

Durante la temporada de cangrejo, Abu Foul necesita reemplazar sus redes cada pocos días, ya que las pinzas de los animales las rompen cuando los atrapan. Cada red cuesta alrededor de 70 dólares.

“Todos los materiales de pesca en Gaza son escasos debido al asedio”, afirma Abu Foul.

 


Muhammad ha estado aprendiendo el oficio de pesca de su padre, desde los 7 años. La profesión se transmite tradicionalmente de una generación a otra. “Mi padre puede contar conmigo para navegar solo con el bote de pedales -señala Muhammad-. Cuando estoy fuera de la escuela corro hacia el mar y lo ayudo”.

Sin embargo, a otros hijos de pescadores no se les alienta a continuar con el comercio. Sus familias quieren que continúen su educación para asegurar un trabajo de cuello blanco, con un ingreso estable.

Pero ese no es el futuro que Muhammad imagina para sí mismo.

“Quiero ser un pescador como mi padre; mi actividad favorita es atrapar peces y cangrejos con él”, dice.

 


“La cantidad de cangrejo capturado es cada vez menos consistente; depende de la suerte de nuestra captura –agrega Zidan- La temporada de cangrejo es definitivamente nuestra salvación. El resto del año es muy duro. Podrían pasar días y meses sin atrapar ni vender nada”.

La contaminación de las aguas residuales disuadió inicialmente a los compradores esta temporada.

“La gente al principio tenía miedo de comprar cangrejos, pensando que están llenos de aguas residuales, pero parece que no soportarían toda la temporada sin probar el oro del mar”, explica Zidan.

 


Abdel Fattah Abd Rabou, profesor de ciencias ambientales en la Universidad Islámica de Gaza, dice que es seguro comer cangrejo de Gaza, siempre que se capturen entre 200 y 300 metros de la orilla. Las aguas residuales no tratadas afectan áreas a unos 100 o 150 metros de la costa, algo que los pescadores evitan.

“Muchas personas se mostraron reacias a comprar pescado este año, pero como he declarado muchas veces en la televisión pública, depende de la zona de pesca y en general no es peligroso comer pescado, siempre que se lo quite del bombeo de aguas residuales”, asegura Rabou.

La cosecha de cangrejo es un asunto familiar

Mousa Abu Riyala, más conocido como Abu Hatem, ha trabajado como pescador desde 1973. El hombre de 54 años fue arrestado por Israel en 1987 y encarcelado hasta 1995.

Mousa y su esposa Hanaa, de 49 años, apodada Um Hatem, venden cangrejos frente a su casa, en el campamento de refugiados de Beach.

 


La pareja es una de los vendedores más exitosos del campamento, y son bien conocidos en su comunidad.

“La gente en el campamento nos llama ‘los pájaros del amor’; nunca dejamos el lado del otro. Por la mañana atrapamos cangrejos del mar, y por la tarde nos sentamos en la playa y tomamos nuestra taza de té, juntos”, dice Um Hatem.

Ninguno de los cinco hijos de la pareja continuará con el negocio familiar. Los Abu Riyala trabajaron arduamente para proporcionar a sus hijos un alto nivel de educación y mejoraron el nivel socioeconómico.

Fuera de la temporada de cangrejos, la pareja puede pasar días sin atrapar nada, indica Abu Hatem.

 


Pero durante la temporada de cangrejo, explica, “en el peor de los casos ganamos 6 dólares por día y, en el mejor de los casos, 85 por día”.

Una caja de siete kilogramos de cangrejos cuesta alrededor de 15 dólares. Es un buen negocio para la familia promedio en Gaza, y se convierte en un dulce beneficio para los pescadores, ya que la demanda de cangrejos es más alta que cualquier otro tipo de captura.

“Imagina tener una barbacoa de cangrejos en la costa con tus amigos; es como unas vacaciones en las que celebramos la temporada de cangrejos”, remarca Abu Hasira.

Nabil al-Ruwadi, de 57 años, chef en un restaurante de la ciudad de Gaza, viste cangrejos con especias antes de cocinarlos en un horno.

 


Los cangrejos son un alimento tradicional de la cocina de Gaza. Los viernes, las familias se reúnen para comer pescado, con un gran plato de cangrejos a la parrilla en el centro de la mesa.

“La demanda de cangrejos de este año es más alta que cualquier otra”, dice al-Ruwadi.

“Los habitantes de Gaza tienen cangrejos como aperitivos, no como entrada. Creo que es por eso que es un negocio exitoso y rentable para los pescadores: es barato y la gente los compra en grandes cantidades durante toda la temporada”, agrega.

Ammar al-Sultan, de 24 años, atrapa cangrejos con su hermano, Abd al-Hafiz, de 38 años.

 


Ammar ha sido arrestado por la marina israelí tres veces en la década en que trabajó como pescador.

“He trabajado en el mar durante 11 años, y en ese tiempo he sido testigo de fuerzas navales israelíes que nos arrestaron, confiscaron nuestro equipo de pesca y amenazaron con destruir nuestra forma de vida”, recuerda.

Ammar dice que. Cada vez que lo arrestaron, se encontraba dentro de la zona de pesca de seis millas náuticas designada por Israel frente a la costa de Gaza.

La primera vez que arrestaron a Ammar fue en 2010, cuando tenía 17 años, y la segunda en 2013. En ambos casos, se encontraba cerca del límite marítimo de Gaza con Israel.

“Me detuvieron por un día y confiscaron mi barco y mis redes de pesca”, relata.

El tercer arresto de Ammar fue hace un año cuando estaba pescando con Abd al-Hafiz.

“De repente, naves de combate navales rodearon nuestro bote y comenzaron a disparar balas de goma hacia nosotros. Me dispararon en la pierna -revela Ammar-. Por sus altavoces nos ordenaron que quitarnos la ropa y saltar al agua, y así lo hicimos”.

Los hermanos fueron detenidos e interrogados por separado.

 


 

“(El interrogatorio) estaba lleno de amenazas y maldiciones ofensivas -recuerda Ammar-. Tenía tanto miedo; fue la primera vez que arrestaron a mi hermano, y tuve la oscura sensación de que se lo llevarían”.

Y agrega: “Después de que terminé de ser interrogado, me pidieron que mirara a mi hermano y que me despida de él. Sus ojos estaban llenos de lágrimas. En ese momento supe que mi hermano no volvería a casa conmigo”.

Abd al-Hafiz estuvo detenido, sin cargos ni juicio durante 30 días, en la prisión de Ashkelon, ubicada dentro de Israel.

La transferencia de palestinos arrestados en la ocupada Cisjordania y la Franja de Gaza a centros de detención en Israel es “una flagrante violación del Cuarto Convenio de Ginebra”, según Amnistía Internacional.

A pesar de su terrible experiencia, Abd al-Hafiz al-Sultan insiste en buscar la pesca como medio de vida.

“Independientemente de todas las restricciones, nunca nos rendiremos, y seguiremos navegando en nuestro mar porque este es nuestro derecho legítimo como pescadores”, asegura.

Fuente: El Furgón


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