La mezquita granadina de Estambul

La mezquita granadina de Estambul

La mezquita árabe era una iglesia que el sultán dio a los musulmanes que huían de los Reyes Católicos

Annur TV
Friday 13 de Apr.
La mezquita granadina de Estambul

Salta a la vista que la Giralda era un alminar y a la catedral de Córdoba la delatan sus arcos de herradura. Pero eso no es nada en comparación con las decenas de iglesias que los sultanes otomanos fueron convirtiendo en mezquitas a lo largo de los siglos. Aunque la República Turca reconvirtió algunas en museos –como Santa Sofía–, la reislamización de los últimos años está resucitando aquel afán.

Pocas décadas después de la caída de Constantinopla, en una carambola histórica, una de las iglesias católicas más señaladas terminó como oratorio de los granadinos que huían de los Reyes Católicos. Se trata de la mezquita árabe, cuyos alrededores brindan el ambiente más cargado de testosterona de Estambul. O por lo menos, en ningún otro hay tanta herramienta junta, tantos potros, poleas, carburadores, serruchos y tornillos del tamaño de un brazo. Si en el cercano mercado de pescado de Gálata los vendedores son todos hombres, aquí lo son además los clientes. Y en Arap Camii también lo son los fieles.

Pese a tan abrumadora masculinidad, nada es lo que parece –menos aún en un país musulmán– y la tal mezquita es, en el fondo, la antigua iglesia de Santo Domingo, la única gótica de Estambul. Fue levantada hace siete siglos por los dominicos en el enclave genovés de Pera –hoy Beyoglu–, al otro lado del Cuerno de Oro. Aunque, como si de una muñeca rusa se tratara, otra iglesia, esta vez ortodoxa, precedió a la católica en el mismo lugar.

El templo, de planta basilical, fue levantado como base de operaciones de la Sociedad de los Frailes Peregrinos, una rama dominica que había de ganar Asia para el cristianismo y recuperar Jerusalén. Pero todo salió al revés y ciento cincuenta años más tarde era Mehmet II el que se apoderaba de la segunda Roma. En el que fuera el claustro del monasterio adjunto, del que ya no queda nada, destaca ahora la fuente de las abluciones.

A pesar de sus promesas, el sultán, hacia 1477, convirtió el campanario en minarete y, quince años después, concedía el templo a los musulmanes que buscaban el refugio otomano tras la reconquista cristiana de Granada. Y como hablaban árabe, el apodo de la mezquita estaba servido.

En cada terremoto, el rebozado de cal se desconcha y saca a relucir murales de santos

Los andalusíes se instalaron a apenas tres kilómetros de los sefardíes de Hasköy, también huidos de España. No obstante, así como los judíos españoles mantendrían la endogamia –hasta hoy–, los andalusíes, a causa de practicar la misma religión que la mayoría turca, no. Durante mucho tiempo fueron conocidos como reposteros, pero terminaron disolviéndose como un azucarillo por vía matrimonial.

La historia de Arap Camii es nítida, pero una reciente placa en la entrada atribuye su fundación al fallido asedio árabe de Constantinopla tras la muerte de Muhammad. Algo absurdo, puesto que a ese lado del Cuerno de Oro no había nada que asediar. “Es un cuento”, admite el viejo ferretero armenio, que asiste a este corresponsal necesitado de destornilladores en buen inglés y mejor francés. Pero no añade nada, como tampoco lo hacen, por prudencia, los tres dominicos de Pera. Aunque saben, claro está, que cada vez que hay un terremoto, el rebozado de cal se desconcha y saca a relucir murales de santos, encalados de inmediato.

Cabe decir que los levantinos –los católicos del antiguo Imperio Otomano– están casi en vías de extinción, menos de un millar en Estambul –varios, en el consulado de España– y más de un millar en Esmirna, según estima el padre Claudio Monge, superior de la casa, que sigue salpicando de italiano su misa dominical, en atención a la comunidad, que también mantiene un boletín mensual en dicha lengua.

En cualquier caso, el uso político de la religión por parte del presidente Erdogan ha recalentado el debate. Desde hace dos años, un muftí llama a la oración desde el interior de Santa Sofía una vez al año, con sonoras protestas griegas. Esporádicamente hay manifestaciones que piden la reconversión en mezquita de la que fuera durante casi un milenio el mayor templo de la cristiandad. Y hay quien espera que en caso de apuros electorales, Erdogan dé precisamente ese golpe de efecto.

Ya ha habido dos experimentos de vuelta al culto musulmán en poco más de un lustro, en otras tantas iglesias bizantinas también bajo la advocación de Santa Sofía. Uno, en Trapisonda, fue revocado por un juez a los pocos meses. El segundo, en la iglesia del siglo VI de Nicea –entre cuyos muros se celebró un concilio trascendental para la historia del arte, al desautorizar la iconoclastia– no ha tenido vuelta atrás y desde hace seis años se reza en dirección a la Meca.

Unos se van y otros llegan. Y hoy en día los nuevos árabes de las mezquitas turcas son los tres millones y medio de refugiados sirios.

 

lavanguardia

 


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