George W. Bush, el criminal de guerra que decía hablar con Dios

George W. Bush, el criminal de guerra que decía hablar con Dios

Históricamente los gobernantes norteamericanos, desde George Washington, hasta George W. Bush, han idealizado a los EEUU como una nación “predestinada por Dios” para dominar el mundo y llevar adelante “el proyecto civilizador americano”.

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Friday 06 de Jul.

El pueblo elegido por Dios ¡para conquistar!:

Históricamente los gobernantes norteamericanos, desde George Washington, hasta George W. Bush, han idealizado a los EEUU como una nación “predestinada por Dios” para dominar el mundo y llevar adelante “el proyecto civilizador americano”.

En 1823, el presidente James Monroe instituyó una doctrina política y militar que señalaba las acciones que los EEUU debían seguir para someter a los pueblos latinoamericanos. La frase: “América para los americanos”, esgrimida bajo el pretexto de proteger al continente de la agresión de las potencias europeas, expresaba con claridad el propósito de los yanquis de convertir a América Latina en su “patio trasero”.

Fue Theodoro Roosevelt quien proclamó el derecho de los EEUU a intervenir militarmente en Latinoamérica, instaurando lo que se conoce como la política del “Gran Garrote”. Más adelante los EEUU se erigiría como el “gendarme” no sólo del continente americano, sino del planeta entero.

Desde el siglo XIX, hasta la época actual, los pueblos del mundo han vivido en carne propia las brutalidades perpetradas por las agresiones yanquis. Anexión de territorios por medio de la fuerza, saqueo de recursos, destrucción cultural, bombardeos, agresiones químicas y bacteriológicas, dictaduras, bloqueos económicos, espionaje, tortura, chantaje político, corrupción, etc., etc., son algunas de las cosas “idílicas” que los EEUU han hecho por el “bienestar” de la humanidad.

El 21 de septiembre de 2001, a los 10 días del ataque perpetrado contra el World Trade Center, en la ciudad de New York, W. Bush expresó en un discurso ante los miembros del Congreso y del Senado: “Libertad y temor, justicia y crueldad, siempre han estado en guerra y sabemos que Dios no es neutral”. Para Bush, naturalmente, “Dios” se puso del lado de él y de sus halcones, por lo cual todo lo que hicieran estaba justificado “moral” y “celestialmente”.

La propaganda al servicio de la guerra imperialista:

2.1 La “domesticación" de la población:

Estrategas políticos y militares, expertos en propaganda, cientistas sociales han sido los encargados de diseñar los mecanismos necesarios para que “la gran nación americana”, esa entidad metafísica ideada por ellos mismos, logre imponer su hegemonía en el mundo.

Los grupos de poder político, económico, militar y mediático que dominan en los EEUU son conscientes de la necesidad de ganar el apoyo de la población norteamericana para llevar adelante sus propósitos.

Walter Lippmann señaló la importancia de la fabricación del consenso “para producir en la población, mediante las nuevas técnicas de propaganda, la aceptación de algo inicialmente no deseado”. (Chomsky; Ramonet, 1997: 10, 11) Para lograr ese consenso, dice Lippmann, es necesario mantener al rebaño desconcertado, distraído, temeroso.

La propaganda deberá apuntar, por tanto, a las instancias a-reflexivas y pre-reflexivas --al inconsciente y subconsciente-- de las personas para convencerlas de lo positivo o negativo de hacer o dejar de hacer determinadas acciones. De lo que se trata, por tanto, es de que la gente no conozca --o que conozca lo que les interesa a los detentadores del poder--, no valore, no tome conciencia del mundo en que vive, lo cual significa que deban aceptar pasivamente el orden establecido.

Desde la infancia, con el auxilio de la familia, la escuela, los medios y, por supuesto, la iglesia se impondrán pautas de interpretación y comportamiento para así evitar que algún miembro del rebaño se salga de su redil.

La exaltación patriótica, realmente chovinista, es esencial en la fabricación del consenso. Las y los estadounidenses deben compartir, sin miramiento alguno, los objetivos de sus gobernantes, puesto que de lo que se trata es de hacer frente a las “amenazas” internas y externas que puedan poner en peligro a la “Unión”. Incluso, si es necesario, habrá que limitar o suprimir algunas de las libertades garantizadas a los propios ciudadanos norteamericanos, tal como sucedió con la ejecución de la “Patriot Act” después del 11 de septiembre de 2001.

La lógica es sencilla: para garantizar el ideal de libertad y democracia es necesario que se coarten en la vida cotidiana de las y los estadounidenses sus libertades y, además, se restringa el ejercicio de sus derechos democráticos. De igual manera hay que proceder con los pueblos de otras naciones, con la pequeña diferencia de que a ellos hay que bombardearlos, invadirlos, destruirlos para que imaginen ese mundo “fantástico” en el cual ya creen los norteamericanos. A los que se resistan a creer habrá que encerrarles, torturarles o asesinarles. Recuerden las cárceles de Abu Ghraib y Guantánamo, no olviden la ciudad de Faluya.

Así fomenta el imperialismo la libertad, la democracia y la paz en el resto del planeta: según un despacho de la agencia EFE, publicado en la versión digital del periódico Granma Internacional, del 9 de mayo de 2007 “siete niños, alumnos de una escuela pública en la localidad iraquí de Mandali, en la provincia de Diyala, murieron como resultado del bombardeo de un helicóptero estadounidense”. Por su parte, la agencia Prensa Latina informaba el mismo día que “un total de 21 civiles afganos, incluidos mujeres y niños, murieron durante un ataque aéreo nocturno de la OTAN contra una aldea en el distrito de Sangin, en la provincia sureña de Helmand”.

Los “guías espirituales” del imperio entienden que una población alienada es más fácil de atemorizar. Eliades Acosta Matos dice:

[...] mantener encendidas las calderas del miedo a los peligros externos, a crecientes amenazas contra los intereses estratégicos de los Estados Unidos, echando mano a cualquier combustible, preferentemente la amenaza del terrorismo y la acción de lo que llama “Estados delincuentes”. Es por ello que usando la concisión pragmática de la cual hacen gala estos empleados imperiales para definir sus objetivos, podemos decir que su entramado teórico y su accionar, en todas la áreas de interés interno o mundial, se reduce a asustar a los funcionarios del gobierno, a los legisladores y a la opinión pública norteamericana para pasar luego el cepillo, a nombre del complejo militar-industrial. (Acosta Matos, 2005: 57)

Cada una de las acciones que lleva adelante el imperialismo serán revestidas con un ropaje moral-religioso por sus expertos en relaciones públicas.

El 20 de enero de 2005, en el discurso de toma de posesión de su segundo mandato, Bush expresó:

Mi deber más solemne es proteger a esta nación y sus ciudadanos de más ataques y de amenazas emergentes. Hay quienes insensatamente han optado por poner a prueba la determinación de los Estados Unidos y han descubierto que es firme.

Aclararemos persistentemente la opción ante cada gobernante y cada nación: La opción moral entre la opresión, que siempre es incorrecta, y la libertad, que es eternamente correcta.

Cómo fabricar una guerra a través de la propaganda:

La egipcia Jehane Noujaim, directora del documental “Control Room”, analiza en este trabajo el manejo informativo que los militares, los medios norteamericanos y la cadena árabe Al Jazeera realizaron en los primeros momentos de la denominada “Guerra del Golfo”, en el año 2003.

Dos versiones de un mismo hecho histórico: para los militares yanquis y las cadenas gringas, el gobierno de Bush estaba cumpliendo una misión “altruista”, “civilizadora”. Irak iba a ser “liberada” y, ¡por fin!, gracias a EEUU, ese pueblo “salvaje” y “atrasado” conocería la democracia y la paz. No por nada las operaciones militares gringas se denominaron: “Justicia infinita”, “Libertad duradera”.

Mientras, la cadena árabe, con sede en Qatar, mostraba las imágenes de la forma como el gobierno de Bush y sus halcones querían liberar y democratizar Irak: bombardeos permanentes contra objetivos civiles, destrucción de los hogares del pueblo iraquí, niños heridos y muertos como resultado de la explosión de las “bombas inteligentes”, asesinato de periodistas como el de Tareq Ayoub, producto de un ataque contra Al Jazeera, etc.

Los voceros yanquis siempre tienen una justificación para sus acciones. Si hay muertos producto de los ataques con bombas de “alta precisión”, ellos dicen que se trata de “daños colaterales” mínimos. Tan generoso es, además, el gobierno norteamericano que no escatima en gastos: “las bombas inteligentes son costosas y ellos podrían utilizar otras que les ahorraría muchísimo dinero, pero no lo hacen”, expresó el oficial de propaganda del Comando Central estadounidense, Josh Rushing. ¡Dios bendiga América por su magnificencia!

Para explicar algunos hechos, los expertos propagandistas norteamericanos crean una matriz de opinión pública mucho antes de que ejecuten sus operaciones bélicas. Las declaraciones del ex-secretario de Defensa del gobierno de Bush, Donald Rumsfeld, anticipaban un ataque a la cadena Al Jazeera, al acusarle de estar al servicio del terrorismo y de generar sentimientos antiestadounidenses.

Con total cinismo Rumsfeld acusaba a la cadena árabe de mentir sobre lo que realmente sucedía en el conflicto:

Sabemos que Al Jazeera tiene un patrón de hacer propaganda [...] Lo que hacen es que cuando cae una bomba, toman algunos niños y mujeres y fingen que la bomba cayó a mujeres y niños. Pareciera que depende de nosotros decir la verdad, decir lo que sabemos o desconocemos [...] Tratamos con gente dispuesta a mentir al mundo para intentar seguir su caso y en la medida en que la gente mienta, son atrapados mintiendo y pierden credibilidad. (Control Room, 2004)

Efectivamente, el “halcón” de Bush fue atrapado en sus mentiras cuando el ejército norteamericano bombardeo con armas prohibidas la histórica ciudad de Faluya, en 2004, provocando la muerte de miles de personas.

Las cadenas noticiosas de EEUU (CNN, NBC, FOX), han presentado estos bombardeos al público como hechos legítimos, menos atroces que la guerra misma, como si existiera una disociación entre ambos hechos. El filósofo español, Santiago Alba Rico dice:

A partir de los juicios de Nuremberg, la guerra y el bombardeo quedan de tal manera disociados --en el derecho y en la conciencia-- que cuanto más se criminaliza la guerra más se extiende el bombardeo y cuanto más nos horroriza la guerra mejor aceptamos los bombardeos. (Alba Rico, 2007)

Santiago Alba Rico explica como los medios al servicio de la política de las administraciones norteamericanas justifican “poéticamente” estas acciones criminales, utilizando para su descripción un sinnúmero de figuras literarias.

La lluvia cromáticamente muy vistosa que cayó en noviembre del 2004 sobre Faluya fundía la carne y los huesos, dejando intacta la ropa, pero el gobierno de EEUU, que reconoció finalmente el uso de fósforo blanco en su ofensiva, afirma que lo hizo ‘para iluminar, y no para destruir, la ciudad’. Desde el aire --desde el avión o desde la televisión-- el bombardeo es un gesto demiúrgico o creativo, un fiat lux irresistible, el acto majestuoso de sacar el mundo de las tinieblas. Desde el aire, destruir el mundo no es sólo fácil; es apetecible y tentador.

Este modelo de destrucción presentado por los mass media como “humanitario, democratizador y pacificador”, el autor de “Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos”, lo denomina “Hiroshima”.

Michel Collon señala que “cada guerra se inicia no con bombas, sino con mediomentiras”. Estas mediomentiras, dice el periodista belga, son fabricadas a través de la propaganda, la misma que tiene 5 reglas:

1. Ocultar los verdaderos intereses que hay detrás de esas guerras. 2. Demonizar a los enemigos. 3. Ocultar la historia y la geografía de los pueblos contra quienes se va a lanzar una acción bélica. 4. Presentar las guerras lanzadas por el imperialismo como limpias, no contra los pueblos, sino contra “tiranos” que oprimen a esos pueblos. 5. Monopolizar la información y, por tanto, impedir el debate. (Collon, 2005)

Antes de atacar Irak, Bush acusó al régimen de Sadam Hussein de poseer armas de destrucción masiva capaces de llegar a territorio estadounidense, así como de apoyar a la red terrorista Al Qaeda. Esos fueron los pretextos iniciales para agredir a la nación árabe, ocultando el verdadero propósito que fue el de apoderarse de las reservas petroleras iraquíes.

El investigador canadiense Michael Chossudovsky denuncia que el gobierno de W. Bush, confabulado con el Estado sionista de Israel, se encuentra planificando un ataque militar contra Irán.

La propaganda gringa ha acusado a los iraníes de ayudar a la insurgencia chií y a los rebeldes afganos que se enfrentan a las tropas norteamericanas de ocupación. Asimismo ha expresado que el régimen de Irán está fabricando armas nucleares, así como de querer destruir el Estado de Israel. Los propósitos del imperialismo norteamericano y del sionismo israelí se ven reforzados por la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU de imponer sanciones a Irán por negarse a suspender su programa de enriquecimiento de uranio.

Pero ¿por qué atacar a un país que no posee armas nucleares y que, además, ha expresado que no es su intención producirlas? ¿No son, precisamente, EEUU e Israel los países que tienen ese tipo de armamento?

Eliades Acosta Matos cita a Paul Wolfowitz, uno de los líderes más prominentes del neoconservadurismo norteamericano, quien señala:

[...] los Estados Unidos debían estar preparados para evitar el uso de armas nucleares, químicas o biológicas por parte de cualquier otro país, aunque esta amenaza no se esgrimiese directamente contra él, lo cual significa que se reserva el derecho a la venganza o al castigo, de manera ‘preventiva’. (Acosta Matos, 2005: 245)

El 1 de junio de 2002, en la ceremonia de graduación de los cadetes en West Point, W. Bush dijo: “La guerra contra el terrorismo no se ganará a la defensiva. Debemos combatir al enemigo, interrumpir sus planes, y enfrentar las peores amenazas antes de que estas se hagan realidad”. (Acosta Matos, 2005: 255)

Bush y sus halcones revivieron la doctrina de la “guerra preventiva” aplicada también por los nazis en la Segunda Guerra Mundial.

Tras los ataques perpetrados contra el World Trade Center, en septiembre de 2001, el pretexto del gobierno de W. Bush para desatar la guerra en el mundo ha sido la lucha global de los EEUU contra el “terrorismo”. Naciones como Irán, Corea del Norte, Cuba forman parte de la lista de países considerados como terroristas por el Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Fue en el año 1997 cuando se establecieron con claridad los fines que deberían guiar a la política norteamericana, los mismos que están expuestos en el “Proyecto para el Nuevo Siglo Americano”. El PNAC fue fundado “por dos importantes líderes neoconservadores, William Kristol y Robert Kagan, con el objetivo de hacer retomar a los Estados Unidos el curso abandonado del ‘liderazgo global’, y promover la política reaganista de ‘fortaleza militar y claridad moral’”. (Acosta Matos, 2005: 55, 56)

Bush expresó tras la caída de las “Torres Gemelas” que “quien albergue terroristas, también es un terrorista”, con lo cual pretendía explicar el por qué de los ataques contra lo que calificó como “oscuros rincones” del mundo.

Lo que no ha querido aclarar el gobierno de Bush es el por qué si el objetivo de los Estados Unidos es la lucha contra el terrorismo, se da amparo en su territorio a un connotado criminal y asesino como Luis Posada Carriles. Este sanguinario personaje, entrenado por la CIA, es responsable, entre tantos actos crueles por él y sus compinches, de la voladura de un avión de Cubana de Aviación en el año 1976, hecho por el cual murieron 73 personas. De igual forma es culpable de los atentados perpetrados contra varias instalaciones turísticas en La Habana, en el año 1997, una de las cuales provocó la muerte del joven italiano Favio Di Celmo.

Los medios al servicio de la mafia contrarrevolucionaria anticubana, en complicidad con el gobierno norteamericano que los financia, han calificado a Posada Carriles como un “militante anticastrista”, un “luchador anticomunista”. Jamás lo han señalado como terrorista, asesino o criminal, pese a que el mismo Posada confesó en entrevistas publicadas en “El Miami Herald” y “The New York Times” que él había sido el autor de la campaña de atentados perpetrados contra diferentes hoteles en Cuba, en el año 1997, a la que los terroristas le dieron el nombre de operación “Tía Ramona”.

La victimización de este criminal ha sido constante en los medios estadounidenses que, incluso, lo han presentado como un “anciano inofensivo”. Para los periódicos como “El Miami Herald” o “El Diario de las Américas”; para quienes dirigen las páginas de Internet como “La Nueva Cuba”, “Martí noticias”, “Contacto Cuba”; para los voceros de las radios que desde Miami lanzan ataques contra Cuba como “Mambí”, WQBA; para las cadenas televisivas Univisión o NBC la participación del “Comisario Basilio” en el “Plan Cóndor”, en el asesinato de Orlando Letelier y su secretaria Roni Moffit, en el tráfico de drogas a través de la base norteamericana de Ilopango, en El Salvador, con la anuencia del ejército gringo y de la CIA, no son hechos relevantes que permitan considerar a Posada como un terrorista.

Esto tiene una explicación: los medios citados pertenecen o están controlados de alguna manera por los terroristas de la gusanera de Miami.

Los medios y el gobierno norteamericano: una simbiosis casi perfecta

No ha existido mejor aliado de los gobiernos norteamericanos que los medios de masas. Estos son los instrumentos a través de los cuales la propaganda imperialista ha tratado de fabricar el consenso.

No es nada raro. Los medios son propiedad de grandes corporaciones que están estrechamente ligadas a los grupos políticos dominantes en EEUU, así como al complejo militar-industrial de ese país. Por lo tanto, lo que se difunde a través de ellos es lo que conviene a sus propietarios. Esta es una de las razones por las cuales los medios estadounidenses repiten mecánicamente lo que al gobierno --entiéndase a las corporaciones económicas, a la oligarquía-- le interesa que la gente lea, escuche y vea.

Los ejes temáticos de los medios estadounidenses están determinados principalmente por lo que al régimen le interesa que se difunda. Sin embargo de esto, los mass media, que también trabajan en la construcción de su propia imagen, se presentan como equilibrados defensores de la libertad de expresión. En cambio, todos aquellos medios que expresen una postura diferente a la política norteamericana serán estereotipados como tendenciosos, mentirosos, sensacionalistas, etc.

No obstante, han sido los medios norteamericanos los que se han supeditado a las informaciones proporcionadas por los voceros del gobierno de Bush y el ejército de EEUU como sucedió por ejemplo en los primeros meses de la “Guerra del Golfo”.

¿No constituye este tipo de “información” propaganda al servicio de los intereses políticos, económicos y militares de EEUU?

Estos medios, subordinados al poder, son los que, con total desfachatez, han acusado al periodismo cubano de estar sometido a la línea oficial de su gobierno, cuando son ellos los que actúan como mercenarios y vasallos del imperio que los nutre con millones de dólares.

En septiembre de 2006 se dio a conocer que periodistas de “El Nuevo Herald” y del “Diario de las Américas”, dos órganos de prensa que se caracterizan por su marcado odio contra Cuba, habían recibido miles de dólares del gobierno de EEUU. En la lista de mercenarios figura el connotado agente de la CIA, Carlos Alberto Montaner, Pablo Alfonso, Wilfredo Cancio, Juan Manuel Cao, entre otros.

La falsificación premeditada de los hechos va acompañada de la utilización selectiva de palabras para designar ciertas acciones. Esto es evidente, por ejemplo, cuando se hace referencia al conflicto entre Palestina e Israel. En la mayoría de los casos los palestinos son vistos como fanáticos y extremistas que, constantemente, atacan al pueblo israelí. En cambio, a los israelíes se los considera como un pueblo víctima, que ha sufrido históricamente, el mismo que actúa con firmeza, ya que le asiste el legítimo derecho de defenderse de sus agresores.

Los maestros del engaño no contextualizan los acontecimientos; por el contrario, los presentan en forma aislada para darles otra significación.

Los ataques suicidas palestinos contra objetivos militares y civiles israelíes son condenados duramente. A la vez que se magnifican estas acciones, se juega con los sentimientos de la gente con el propósito de provocar el repudio al mundo árabe y sus organizaciones políticas y militares. De esta manera también se busca dar una justificación a los ataques de Israel contra Palestina, Líbano y Siria.

¿Por qué los medios se admiran de los ataques suicidas de los palestinos y enmudecen cuando el imperialismo norteamericano y el sionismo israelí asesinan a niños y mujeres indefensas, destruyen los hogares de los palestinos, sus escuelas, su infraestructura? Se llega al absurdo de culpar a los palestinos de los


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