«Imperio Bizantino», es un término moderno que se utiliza para designar al Imperio romano de Oriente, por la gente de ese entonces era conocido como el «Imperio Griego», debido al predominio del idioma griego.
El término Imperio Bizantino, fue instituido en honor a Bizancio antiguo nombre de la ciudad de Constantinopla, fue creación del historiador alemán Hieronymus Wolf quien el año 1557 lo utilizó en su obra Corpus Historiae Bizantinae, para designar a este periodo de la historia y así poder diferenciar de las culturas griega y romana de la antigüedad, este término se hizo popular el siglo XVIII.
El territorio que ocupaba el imperio Bizantino, se encontraba en tres distintos continentes: el asiático, europeo y africano, estaba formado por la península balcánica, Asia Menor, Siria, Jordania, Palestina, Líbano, Chipre y Egipto.
Su herencia arquitectónica
El árbol de la vida protagoniza el impresionante mosaico bizantino de 826 metros que alfombra la entrada de los baños del Palacio Hisham, de la dinastía omeya y presentado hoy en Ariha (Jericó), la ciudad palestina que presume de ser el centro urbano habitado más antiguo del mundo.
Mosaico bizantino de 826 metros
Tras veinte años de distintas fases de restauración, finalmente el mosaico, que cubre una enorme sala con columnas, fue expuesto hace dos años a medios, personalidades y entidades que han apoyado su conservación.
“Se trata de una gran pieza bizantina, que combinaba los colores con las paredes, las columnas y el techo creando una maravillosa obra de arte”, explica a Efe, descalzo sobre las delicadas piedras Yihad Yasin, encargado de Restauración en el Ministerio de Turismo y Antigüedades de Palestina.
El palacio se atribuye al califa omeya Hisham bin Abd al Malik y se calcula que fue construido entre los años 724 y 743 de la era cristiana como residencia de invierno para los califas de la dinastía Omeya.
Sin embargo, los expertos han determinado recientemente que fue Al Walid II, sobrino y sucesor de Bin Abd al Malik, quien ordenó su construcción.
Se cree que Al-Walid II vivió en el palacio, aunque no muchos años, porque buena parte del mismo fue destruido por el terremoto del año 749.
Situado al norte de Ariha (Jericó), al oeste del valle del Jordán, el palacio es una muestra representativa de la arquitectura islámica temprana y disponía de amplias salas, un innovador sistema de canalización para calentarlo y refrigerarlo, lujosas mezquitas, un patio con un pórtico, una fuente y un baño de vapor hecho a imagen de los baños romanos.
El mosaico, el más grande que se conserva en la región, se descubrió en 1943 y fue excavado durante cinco años, tras los que se cubrió para impedir que el sol lo dañase, explicó Yasin.
Cuando se descubrió, estaba aún cubierto de los escombros y restos dejados por el terremoto que sacudió la ciudad hace más de mil años.
“Durante la ocupación israelí (que comenzó tras la Guerra de los Seis Días de 1967) no se permitió ningún tipo de restauración ni excavación y los israelíes lo dejaron descubierto, lo que lo dañó enormemente”, explica el jefe de restauración.
Cuando la Autoridad Palestina recuperó el control de la zona tras los Acuerdos de Oslo (1993), se decidió de inmediato “formar un equipo para restaurarlo”, algo que se hizo entre 2015 y hoy con ayuda de financiación italiana y japonesa, según Yasin.
Todavía queda tarea por delante, ya que el objetivo es “hacer un techo para cubrir y proteger el mosaico y completar la restauración de todo el palacio con el fin de abrirlo a visitantes”, lo que implica dotarlo de infraestructura y pasarelas que permitan acceder a las ruinas sin dañarlas.
La larga restauración ha devuelto a las teselas sus colores azul, rojo y ocre y permite apreciar la belleza y complejidad de los diseños geométricos y florales, que muestra la destreza y conocimiento de quienes los elaboraron.
Destacan en la pieza, a la derecha del magnífico y detallado árbol de la vida, la representación de un león con un cervatillo en sus fauces y, y a la izquierda del árbol, otros dos cervatillos pastando tranquilamente, lo que, según los expertos, simboliza la guerra y la paz, que tanto han marcado y marcan la región.
El Ministerio de Turismo y Antigüedades afirma que “es uno de los mosaicos más grandes y hermosos del mundo” y espera que su apertura ayude a potenciar las visitas turísticas a la ciudad que, asegura, han sido este año de alrededor de un millón de personas, 400.000 de ellas de turismo interno palestino.