Mujeres musulmanas de Cuba

Mujeres musulmanas de Cuba

"Por ser musulmana no dejo de ser cubana", dice Camejo, que decidió hace siete años convertirse al Islam frente a los prejuicios de la sociedad cubana.

Annur TV
Friday 31 de May.

Los viernes en la tarde comienza en la mezquita la oración más importante de la semana, en pleno ayuno del Ramadán, pero no estamos en un país árabe sino en el centro histórico de La Habana Vieja, donde la joven Maryam Camejo acude siempre a cumplir con los preceptos islámicos.

«Por ser musulmana no dejo de ser cubana», dice Camejo, que decidió hace siete años convertirse al Islam frente a los prejuicios de la sociedad cubana, donde ésta aún es una religión minoritaria y las formas de vestir y el comportamiento extravertido de las cubanas dista de las normas clásicas de la mujer musulmana.

“Al principio te sientes muy desconectada de tu contexto, la gente te mira rara y empiezas un cambio de identidad, se produce en ti un cambio cultural”, recuerda a dpa Camejo, que ahora da clases de Corán a las mujeres que acuden a la mezquita de La Habana, abierta hace tan solo cuatro años.

Desde 2007, la Liga Islámica de Cuba está oficializada en el registro de las asociaciones como la única reconocida por el Gobierno. Aunque no hay datos oficiales, algunas fuentes cifran entorno a los 2.500 los musulmanes en Cuba, donde la mayoría llega por conversión y no por herencia familiar.

Cuando Isaura Argudín fue la primera vez por curiosidad a la mezquita tuvo su primer choque en la misma puerta cuando le dijeron: “Los hombres van para este lado y las mujeres para este otro”. La respuesta sorprendida de Argudín fue preguntarse: “¿Y por qué yo tengo que ir para allá?”.

En la mezquita empezó a preguntar sobre todas sus dudas sobre la religión musulmana, ella venía de una familia católica. “Cada vez que preguntaba algo y me respondían, veía que el Islam se identifica mucho conmigo”, señala Argudín, que ahora tiene lleva el nombre musulmán de Aneesah Nour Abdullah.

«Aquel día me dije: voy a cambiar mi vida completamente», recuerda Isaura de cómo dio el primer paso al Islam: la «shahāda», que es como se conoce al acto de profesión de la fe islámica.

Isaura Argudín, de 34 años, trabaja en una farmacia de barrio y algunos clientes al principio no querían comprar con ella, pero con el tiempo la gente fue conociéndola y normalizando el verla vestida con velo.

Pero, cuando Isaura camina por la calle la gente murmura a su paso y centra las miradas recelosas. Para muchos cubanos choca verla con el «hiyab», como el día que entró en el ascensor de un hospital y el resto de personas se agruparon en la esquina opuesta a ella.

«Yo no veo mal que una mujer quiera cubrirse, yo decidí ponérmelo y me siento una mujer más liberada, es como si fuera mi protección y es mi identidad, me identifica como diferente al resto de mujeres”, señala sobre el uso del velo.

La búsqueda de una personalidad propia, diferenciarse en una sociedad que durante décadas tendió a agrupar a las personas en identidades comunes, es un punto en común en las mujeres cubanas que se convierten al Islam, pero también hay una búsqueda de espiritualidad.

«Yo tenía otra religión, la yoruba», dice a dpa Balkys, que pasó hace seis años de la creencia de raíz africana que predomina en Cuba hacia el mundo del Islam.

«La vida que tengo ahora no es la misma a la que tuve, que fue muy difícil», dice emocionada Balkys, y recuerda cómo antes «todo era fiesta, alcohol, si no comías no importaba, puedes llegar al límite que no te importa».

«Te levantabas sin ningún motivo para vivir, pero el Islam me guió al camino recto y hoy sí me siento una mujer con fuerza de voluntad para seguir palante», recuerda Balkys sobre un pasado donde vivió la noche al límite.

El velo identifica claramente a las mujeres musulmanas en las calles cubanas y muchas se siente señaladas.

«Yo no quiero que me midan por los cánones occidentales, de ser una súper top model», dice Camejo. Para ella llevar el velo es «como un rechazo a ser un objeto, porque prefiero que me midan por lo que soy, por como pienso, por lo que siento».

«¿Sabes cuantas veces me han dicho ‘talibana’ en la calle?» dice Balkys, molesta porque se asocie a los musulmanes con la violencia. «La gente está equivocada sobre el Islam: es paz, no es terrorismo».

A pesar del todavía débil impacto del Islam en Cuba, ya empieza a formar parte del tablero del ajedrez geopolítico internacional. La Embajada de Arabia Saudí regala libros del Corán y el Gobierno turco apuesta por financiar la construcción de una gran mezquita en La Habana a la imagen y semejanza de la de Ortaköy en Estambul, mientras que las autoridades iraníes apoyan a la minoritaria comunidad shií que vive en la isla.

A pesar de haberse anunciado varias veces, incluso por el propio presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, hasta el momento tan solo hay una mezquita autorizada en toda Cuba, la de Abdallah, situada en un local cedido por el Gobierno en el casco antiguo de La Habana Vieja.

Una de las reivindicaciones pendientes que todavía no ha sido aprobada por las autoridades cubanas es la creación de un cementerio propio para la comunidad musulmana, al igual que un matadero que sacrifique los animales bajo los principios «halal».

En Cuba, el cerdo es el principal alimento, algo que dificulta mucho el día a día de los musulmanes, que no ingieren productos de este animal, ya que el pollo, la ternera o los huevos suelen faltar en los mercados con regularidad.

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