China vs. Estados Unidos: "Un dragón y un águila se disputan el planeta"

China vs. Estados Unidos: "Un dragón y un águila se disputan el planeta"

Por Carlos Antón para Resumen Latinoamericano

Dentro de la llamada guerra comercial entre China y EEUU, hay múltiples escenarios donde se enfrentan: La guerra tecnológica en torno al 5G, las islas del mar de la China Meridional, el flujo comercial entre ambos países, América Latina, y eso por mencionar sólo algunos. Todo esto es lo que aparece en la superficie, pero en el fondo, su sustento es la crisis capitalista y la disputa geopolítica planetaria, que a la larga tendrá vencedores, dentro de esa disputa interimperialista.

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Monday 15 de Jul.

En nuestro continente, en general hay desconocimiento del accionar de China. Por ese motivo, la parte que le corresponde en esta nota es mucho más extensa que la descripción del papel de los EEUU en América Latina. El rol de las empresas yanquis en Nuestra América, así como el del gobierno de los EEUU y sus agencias de inteligencia promoviendo golpes de Estado e impulsando genocidios, es algo que ya damos por conocido.

China

China está construyendo una nueva Gran Muralla, no de piedra, sino de árboles, miles de millones de árboles con el propósito de hacer retroceder los enormes desiertos que asolan el país.

El proyecto, oficialmente denominado Gran Muralla Verde, se lanzó en 1978 y está previsto que continúe hasta 2050. El objetivo es plantar unos 360.000 de km2 de bosques protectores (prácticamente la superficie de la provincia de Buenos Aires), en un cinturón de casi 4800 km de largo (la distancia entre La Quiaca y Ushuaia) y tan ancho como 1400 km en algunos lugares. Este será el mayor proyecto de plantación de árboles en la historia de la humanidad.

No es poco que en un mundo donde se destruye el planeta día a día, se desarrolle un plan de este calibre, que abarcará 78 años.

Este ejemplo no es fortuito, muestra una de las características esenciales del pueblo chino: más allá de sus gobiernos, sus plazos de construcción son muy largos, lejos de la inmediatez con que se manejan los gobiernos y políticos de Europa y América.

En 1978, tres años después de la muerte de Mao Tse Tung, llegó al gobierno Deng Tsiao Ping, el artífice de las reformas económicas capitalistas que implementó la doctrina conocida como la “estrategia de los 24 caracteres”: “Observar con calma. Lidiar con los asuntos tranquilamente. Ocultar nuestras capacidades y aguardar nuestro tiempo. Ser bueno y nunca reclamar el liderazgo”. Con el actual presidente Xi Jinping, esa etapa ha quedado atrás. China será una superpotencia en 2050, prometió. Ya en 1978, y desde la revolución de 1949, el país venía creciendo a tasas anuales del 6%. Con los acuerdos políticos de los años ´70 con EEUU, China comenzó un proceso de desarrollo basado en las exportaciones. Con ritmos anuales de crecimiento económico situados entre el 8 y el 10 % China ha multiplicado por 15 su PIB en 30 años. A pesar de mantener salarios muy bajos, han sacado de la pobreza (un dólar al día) a unos 500 millones de personas. El capitalismo de Estado en China permite un nivel de planificación económica que lo diferencia del modelo de desarrollo en EEUU y la Unión Europea, aunque, por cierto, conserven a la mayoría del pueblo chino en terribles condiciones laborales.

Con el pasar de los años, aprovechando la relocalización de las empresas transnacionales de EEUU y Europa, ese avance industrial se fue incrementando, al mismo tiempo que aumentaron exponencialmente sus exportaciones y las inversiones chinas en países de África y América Latina.

En la actualidad, el gobierno chino implementa un programa de modernización e integración industrial conocido como Made in China 2025, que es uno de los centros neurálgicos en su confrontación con EEUU y Trump. Este proyecto se afirma en el desarrollo de industrias de alta complejidad tecnológica y de mayor calidad. China, que es reconocida por sus precios competitivos en los diversos productos industriales, ahora está consolidando su crecimiento basado en sus propios avances en los campos científicos y tecnológicos.

Para implementar Made in China 2025 fueron elegidos diez sectores para estar en la vanguardia internacional: 1)Nueva tecnología avanzada de información, 2) Máquinas herramientas automatizadas y robótica, 3) Aeroespacio y equipo aeronáutico, 4) Equipamiento marítimo y barcos de alta tecnología, 5) Equipos modernos de transporte ferroviario para reforzar el proyecto Ruta de la Seda, 6) Vehículos y equipamiento con nuevas formas de energía, 7) Equipos de Energía, 8) Equipamiento agrícola, 9) Nuevos materiales, y 10) Biofarma y productos médicos avanzados.

Nueva Ruta de la Seda ó la Franja y la Ruta

Como consecuencia de esta política ha comenzado a ponerse en marcha el plan Ruta de la Seda, más conocido como “la Franja, la Ruta” (BRI, por sus siglas en inglés). Con Ruta se hace alusión a la ruta marítima que seguían los mercaderes de los siglos XIV y XV, que iban desde Europa a China en busca de seda y especias. Y con Franja a la ruta terrestre que seguían los mismos.

Ahora China está inmersa en avanzar en un proyecto que implica un plan de desarrollo integral con Europa, incluyendo la integración financiera por fuera del dólar, la inversión y la expansión en las rutas comerciales que llegan por dos vías a la Unión Europea: terrestre hasta Rotterdam en Holanda, y marítima hasta los puertos italianos. Además, la implementación de estas rutas permite a los chinos el acceso a las fuentes de energía, como el caso del petróleo en Medio Oriente. Políticamente con la Franja y la Ruta y Made in China 2025 el gigante asiático está metiendo una cuña en la influencia económica y militar que ejerce Estados Unidos en los países que la rodean, así como garantizando su acceso a los materiales críticos que pueden frenar su propio desarrollo, en especial el petróleo.

La Franja y la Ruta llega a América Latina

En enero de 2018, en el encuentro con la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Santiago de Chile, China invitó formalmente a América Latina a participar en la iniciativa “la Franja y la Ruta”. Desde entonces 19 países se han sumado al proyecto, el primero en hacerlo fue Panamá. Sin embargo, y aún teniendo importantes relaciones económicas con el país asiático, no se han sumado a “la Franja y la Ruta” los países cuyas economías son las más importantes en Nuestra América: Brasil, México y Argentina.

 

Es importante señalar que China pone especial énfasis en las zonas portuarias tanto del Pacífico como del Caribe y el Atlántico. Con este fin está implementando una veintena de proyectos para adquirir o remodelar instalaciones portuarias en: México, Cuba, Panamá, Venezuela, Ecuador, Brasil y Chile; siguiendo esta misma línea, también están discutiéndose las facilidades portuarias en Colombia, Perú y Uruguay.

De estos proyectos, tienen especial relevancia los 30 pactos de cooperación en materia de comercio e infraestructura que se acordaron en torno al Canal de Panamá. El recién elegido presidente de Panamá, Laurentino «Nito» Cortizo, ha declarado que los homologará, aunque en algunos casos -como la ejecución de una vía férrea de alta velocidad entre la capital y David (en la frontera con Costa Rica)- serán revisados, pero de hecho no han sido rechazados.

El impacto de las inversiones chinas en América Latina

Desde mediados de los ´90 del siglo pasado, China viene desarrollando una política de expansión económica y comercial en América Latina, que va acortando la diferencia existente con EEUU. Entre 2000 y 2015 el comercio de nuestra región con el imperialismo yanqui cayó del 52% al 34%, mientras que la relación con China pasó del 1% al 11% y ya es el primer socio comercial de varios países.

Entre los países cuyas exportaciones se destacan se encuentran: Brasil exporta soja y mineral de hierro; Argentina soja, aceites, carnes; Chile y Perú comercializan cobre refinado; Ecuador minerales y Venezuela petróleo crudo.   Así, de las exportaciones de minería y petróleo China pasó de recibir menos del 2% a mediados de los ’90, al 22% en el año 2015 y de la misma manera, pasó del 4% al 15% en las exportaciones agrícolas de América Latina.

Este incremento de las exportaciones también implica un aumento de la dependencia de nuestros países a este mercado, al punto que se dan casos como los de Brasil, Chile y Argentina que a pesar de alinearse políticamente con el imperialismo yanqui, no pueden dejar de continuar relacionándose comercialmente con el gigante asiático. El caso extremo es Chile, que le destina un cuarto de sus ventas totales. Pero la actitud que se destaca casi hasta el ridículo es la del actual gobierno brasileño de Jair Bolsonaro: se considera un aliado firme de Washington, y ha arremetido contra el “capitalismo maoísta” (la frase corresponde a su ministro de Asuntos Exteriores); sin embargo, Bolsonaro ha “descubierto” que la economía brasileña no es viable sin la demanda de los chinos, que son su principal socio comercial. Pasa algo similar en Argentina, que depende de las exportaciones de soja y carne a China; Mauricio Macri, ideológicamente aliado con Washington, ha tenido que tascar el freno.

Las empresas petroleras chinas se encuentran asentadas en la mayoría de los países exportadores de petróleo y gas, pero sólo tienen una posición de liderazgo en Perú, donde la China National Petroleum Corporation (CNPC) produce la cuarta parte de ese país. En el sector minero están desembarcando en Ecuador, pero las mayores operaciones se concentran en Perú, donde Chinalco (Aluminium Corporation de China) y Minmetals (China Minmetals Non-ferrocarril Metals Co., Ltd.) tienen, cada una, una gran mina de cobre en operación, mientras que Shoughan Corporation extrae mineral de hierro desde la década del ´90.

En el rubro agricultura, la empresa estatal China National Cereals, Oils and Foodstuffs Corporation (COFCO) compró el 100% de Nidera (compañía fundada originalmente por capitales argentinos y holandeses) y de Noble, con lo cual pasó a controlar dos de las principales empresas cerealeras que operan en el mundo. Ambas empresas tenían fuerte presencia en la región, principalmente en Argentina y Brasil.

En cuanto a los proyectos de infraestructura, Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Trinidad y Tobago y Venezuela concentran 52 de los 69 que están en marcha, y que equivalen al 85% de su valor total y al 88% del empleo generado en la región por esta actividad económica.

En Jujuy (Argentina) se está construyendo el parque solar, Cauchari I, II y III, que será inaugurado a fines de agosto de este año. La obra ocupa 600 hectáreas donde estarán instalados 1,2 millones de paneles solares, que producirán, a partir de agosto, 150 MW en una primera instancia; la obra será terminada en octubre y estará a pleno rendimiento en diciembre con la producción de 500 MW. Es importante resaltar que esta construcción se hace en acuerdo con las comunidades de pueblos originarios de la zona, y con mano de obra de la región.

Por su parte Venezuela es el socio comercial de China que amenaza el «patio trasero» de los yanquis. Con la patria de Chávez, Pekín no sólo tiene acuerdos comerciales si no también militares ya que ha provisto de modernos aviones de combate Hongdu K-8. Pero el aporte más importante de los chinos han sido las 425 toneladas de medicamentos e insumos que llegaron en 2019, y que han contribuido a atenuar los efectos nocivos del brutal bloqueo imperialista.

Impacto entre los trabajadorxs latinoamericanxs

Según un estudio de la OIT de 2016, la relación entre China y América Latina ha generado casi 2 millones de puestos de trabajo en nuestro continente, que en su gran mayoría son de baja calificación y además están distribuidos de manera desigual entre los distintos países. La baja calificación de los empleos refleja que la mayoría de nuestros países apuestan a la exportación de materias primas antes que a productos industriales.

En varios casos, las firmas chinas han chocado con los trabajadores locales. Un ejemplo es el de la minera Shougang que compró una mina de mineral de hierro en el distrito de Marcona (Perú) en 1992 y que fue la primera gran inversión china en ese país. El intento de implantar la flexibilización laboral en 2015 derivó en choques violentos, con acusaciones a la compañía de haber contratado agentes provocadores para justificar una ofensiva contra los obreros descontentos. A partir de los choques con la población y los trabajadores mineros, los chinos se han ganado una reputación opaca de indiferentes ante la realidad social y cazadores de recursos naturales.

En nuestro país, COFCO -a la que se hace referencia más arriba- cerró el 4 de enero su planta de Valentín Alsina y despidió a 195 trabajadores. Luego de tres meses de conflicto, la empresa acordó relocalizar en otras de sus plantas a una parte de ellos, garantizando su continuidad laboral por tiempo indeterminado, y reingresando el resto para realizar tareas en la planta de Valentín Alsina por un plazo de cinco meses. “El acuerdo alcanzado es un paso más en esta lucha, y se obtuvo gracias a la resistencia colectiva de los compañeros trabajadores de Cofco Valentín Alsina[…]”, dijo Ezequiel Roldán, dirigente del SOEIA (Sindicato de Obreros y Empleados de la Industria Aceitera de Capital) y Secretario Adjunto de la Federación Aceitera.

En el informe de la OIT aludido, se señala que los conflictos laborales no surgen de “diferencias culturales” abstractas sino por la negativa de las empresas chinas a acatar las leyes que regulan el trabajo en los países anfitriones.

Es en el impacto ambiental donde hay más contradicciones

Paradójicamente, mientras China impulsa compromisos climáticos internacionales y ha desplazado a Europa en la transición hacia energías renovables, sus empresas en América Latina están asociadas con un deficiente desempeño ambiental. Los choques más importantes se han dado en el sector de la minería en países como Ecuador y Perú. Pero también las importaciones de soja han redundado en que Brasil haya aumentado la tala de árboles en el Amazonas y entre 2013 y 2017, se hayan deforestado 2.230 km cuadrados -que es el equivalente a 11 veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires- para plantar soja. Durante ese mismo período el gigante asiático compró el 42% de la producción brasileña de soja, casi triplicando el volumen comprado por la Unión Europea.

Hay una frase popular que dice que “la culpa no es del chancho, si no de quien le da de comer”. En el caso de las mineras chinas, no es tan así pero se acerca. La violación sistemática de los derechos de consulta y participación previos a la instalación de los emprendimientos mineros, a lo que se suman los desalojos forzosos, la destrucción de lugares de importancia cultural y natural y la criminalización de los líderes comunitarios, no podría ser sin la anuencia de los gobiernos. Un ejemplo emblemático es el de Río Blanco en Ecuador, donde se han producido enfrentamientos legales y hasta físicos entre la minera china Junefield Ecuagoldmining y varias comunidades locales de la montañosa región de Cuenca. En una primera instancia esos pobladores le ganaron a la empresa, que busca explotar los yacimientos subterráneos de oro y plata de la mina de Río Blanco, pero el gobierno de Lenin Moreno apeló el fallo ya que esa explotación minera es central para que Ecuador pueda cumplir la meta del aporte del 4% del PBI nacional para 2020 del sector minero.

EEUU

El caso de EEUU es distinto al de China. Desde sus inicios como país independiente, los yanquis han basado su expansión en la expoliación y opresión de los pueblos que tenían la desgracia de caer en su zona de influencia. Primeros fueron los pueblos originarios de América del Norte, luego México al que le robaron todos los estados del actual sur de EEUU, y más tarde siguieron con América Latina y el resto del planeta.

 

Llegadas las últimas décadas del siglo XX, y con la crisis capitalista galopando, la implementación de las políticas neoliberales tuvo, como una consecuencia central, que muchas industrias transnacionales estadounidenses se relocalizaran en países asiáticos donde la mano de obra era más barata, había más exenciones impositivas, menos controles ambientales, menos controles en la sanidad de sus fábricas, etcétera. Esto tuvo como consecuencia que algunas de las ciudades industriales más importantes, como Detroit, se volvieran ciudades asediadas por la violencia y el desempleo.

Así es como esta política de migración los llevó a tener un déficit comercial de 621 mil millones de dólares en 2018, y la mayor parte del mismo es con China, aproximadamente 419 mil millones de dólares. Es decir, Estados Unidos compra al mundo mucho más de lo que les vende.

Antes de ganar las elecciones, Donald Trump comenzó a explicitar una política proteccionista y de revalorización de la industria estadounidense. Esto le valió que amplios sectores de trabajadores lo votaran masivamente, a pesar de que hasta no hacía mucho era un marginal de la política en el país del norte. Ya en la Casa Blanca, reafirmó su embate proteccionista buscando aumentar los aranceles a las importaciones de productos provenientes de China, México, la Unión Europea, otros países de Asia, para fortalecer al mercado y al sector productivo interno. Sin embargo, esa política proteccionista lo llevó directamente a exacerbar el enfrentamiento comercial con China, que ya venía creciendo bajo las presidencias de Obama.

Algo más que una guerra comercial

China sabe que no puede dar un paso atrás y está obligada a mantenerse en la ofensiva. El 16 de junio, Qiushi, una revista del Partido Comunista de China afirmó que “Pekín no tiene vía de escape, tendrá que luchar hasta el final en la guerra comercial”.

No es posible analizar la denominada Guerra Comercial sin tratar de ver las distintas aristas que la componen. La cuestión de los aranceles (impuestos) a las importaciones de productos chinos por EEUU, la guerra tecnológica con Huawei, el comercio de tierras raras, el conflicto en las islas del mar Meridional de China, la disputa por su influencia en América Latina, la implementación de la Franja y la Ruta, Made in China 2025, son sólo partes del choque entre ambas potencias. Pero una de las causas principales de las tensiones entre Washington y Pekín es el enorme desequilibrio de la balanza comercial a favor de China, que exporta 419.000 millones de dólares más de lo que importa desde Estados Unidos.

Para contrarrestar este déficit, a principios de mayo Washington decidió aumentar los aranceles para una serie de mercancías importadas, con un valor de 200.000 millones de dólares al año. Y el gigante asiático contraatacó anunciando la introducción, a partir del 1 de junio, de gravámenes a las importaciones de artículos estadounidenses por un valor de 60.000 millones de dólares.

Al mismo tiempo, Estados Unidos amenaza a Pekín con imponer aranceles por otros 325.000 millones de dólares, y avanza en una campaña contra la mayor empresa tecnológica china: Huawei.

Huawei y la red 5G

Estamos acostumbrados a que, en la época de la informática, Internet y las telecomunicaciones, cada tanto hay una nueva revolución, un salto tecnológico que deja obsoleto lo anterior. Ahora llegó la red 5G. Comparada con la 4G que es la que actualmente está en uso y tiene una conectividad máxima de 125Mb/s, la de la 5G es 100 veces mayor, de 20Gb/s. Y disminuye la latencia (tiempo de comunicación) de 50 a 1 milésima de segundo.

El debate con respecto al uso de esta nueva tecnología se da fundamentalmente relacionado con la defensa, las FFAA, las tecnologías militares aeroespaciales, los mercados de valores, etcétera. Pero un ejemplo puede mostrar con mayor contundencia sus ventajas para los seres humanos comunes: En China se llevó a cabo la primera cirugía cerebral a distancia, con la ayuda de una computadora conectada a una red de Internet 5G, desarrollada por Huawei.

La cirugía se realizó en el Hospital General de Pekín y se implantó un estimulador neuronal en un paciente con parkinson, manipulando los instrumentos desde la ciudad de Sanya, en la isla de Hainan, situada 3.000 kilómetros al sur de la capital china. La intervención quirúrgica se prolongó cerca de tres horas y resultó todo un éxito. «Apenas se siente que el paciente está a 3.000 kilómetros de distancia», aseguró el neurocirujano a cargo de la operación.

¿Porque Huawei está en el punto de la mira de EEUU?

Las empresas estadounidenses AT&T y Verizon habían lanzado previamente, pero sin ningún éxito, el 5G; resultó ser en realidad un 4G plus. Por supuesto que el fracaso caló hondo entre los empresarios y políticos yanquis.

Para Washington, que fuera China quién desarrolló con éxito esta nueva red y que fuera quien primero la lanzó al mercado mundial implica dos hechos relevantes: 1) la dependencia comercial ante China en esta nueva matriz tecnológica y 2) el derrocamiento de EEUU como vanguardia tecnológica.

De allí que los yanquis hayan emprendido una dura campaña mundial contra Huawei, acusándolos de representar un riesgo para la seguridad nacional y la privacidad de los usuarios debido a sus estrechos lazos con el gobierno chino, acusaciones que la empresa rechaza. Una de las primeras acciones de esta confrontación fue el veto, este año, a la venta de componentes estadounidenses a la tecnológica china y al mismo tiempo mantener una orden de extradición contra su directora financiera, Meng Wanzhou (hija del fundador de Huawei), detenida en Canadá por violar, supuestamente, el embargo de EEUU a Irán al vender productos Huawei que tienen tecnología estadounidense.

Asimismo, el Tesoro estadounidense incluyó a mediados de mayo a Huawei y a 70 empresas afiliadas en una lista negra comercial que impidió a la firma comprar piezas y componentes a compañías de EEUU. Como consecuencia, compañías como Google anunciaron que dejaban de prestar servicios tecnológicos a la empresa china, o sea que no proveerá las futuras actualizaciones del sistema operativo Android, algo que preocupa a millones de personas en el mundo.

Un ejemplo del clima de paranoia en Washington lo da David Sanger corresponsal en Washington DC del The New York Times que dijo: “Para bien y para mal -y creo que es sobre todo para mal- estamos involucionando en un mundo en el que hay una especie de Internet controlada por el autoritarismo y dominada por la tecnología china”.

En este contexto el gobierno yanqui, está presionando a sus aliados de la Unión Europea para que no negocien con Huawei, con el argumento de que sus productos son peligrosos para la seguridad de Occidente.

Paralelamente con el bloqueo a Huawei, EEUU intensificó la guerra comercial con China, pero esto significó que Trump prácticamente se disparara en un pie. Una de las consecuencias de la Guerra Comercial, fue que el pasado 14 de junio más de 600 compañías estadounidenses instasen al presidente Donald Trump a resolver la disputa comercial con China, argumentando que los aranceles perjudican a las empresas y los consumidores estadounidenses, no a Pekín: “Sabemos de primera mano que las tarifas adicionales tendrán un impacto significativo, negativo y a largo plazo en las empresas, los agricultores, las familias estadounidenses y la economía de EEUU.”

Otro hecho significativo ha sido que el gobierno chino avanzó para crear un mecanismo que controle las exportaciones de tierras raras y coordine los suministros de estas materias primas al exterior. Pekín es el principal productor de estos materiales en todo el mundo y la reducción de los suministros a Washington podría paralizar el sector tecnológico estadounidense, dado que el 80% de sus importaciones dependen de China.

Las tierras raras se utilizan en la fabricación de múltiples productos, desde motores eléctricos hasta refinación de petróleo. Incluso se consideran indispensables en materia de defensa, ya que son utilizados en sistemas láser, armamento y radares, entre otras aplicaciones.

Después de la última cumbre del G20 realizada en Osaka, Japón a fin de junio de este año, tras reunirse con el presidente Xi Jinping, Donald Trump, anunció que permitirá la venta de componentes estadounidenses a Huawei. «Las compañías estadounidenses pueden vender su equipo a Huawei», afirmó Trump y agregó como para salvar la ropa, «Estamos hablando de equipos donde no hay un gran problema de seguridad nacional». Que el presidente estadounidense permita a Huawei comprar ciertos componentes a empresas de ese país se debe a que la compañía china es un cliente muy importante para éstas. Esta declaración es más una buena noticia para las firmas como Qualcomm, Intel, y otras, que para Huawei. Aún así, Trump no ha quitado a Huawei de la lista negra en la que fue colocada.

Las islas chinas del Mar Meridional

Este mar separa Asia continental de los países archipiélagos o insulares. Es la frontera común entre China, Filipinas, Malasia, Brunéi, Indonesia, Singapur, Tailandia y Vietnam. Es decir, baña 8 países en sus 3.500.000 km2, frente a los 24 países que rodean los 2.500.000 km2 del Mar Mediterráneo.

Su valor estratégico se asienta en dos hechos. El primero, los hidrocarburos y las reservas pesqueras. Se estima que las aguas del Mar de China Meridional contienen 7 mil millones de barriles en reservas de petróleo y un estimado de 900 billones de pies cúbicos de gas natural.

El segundo hecho, y el principal en la actualidad, es que esta región es la segunda ruta comercial marítima más importante del mundo a causa del flujo comercial que la atraviesa con destino a las mayores economías asiáticas. A través de las rutas que pasan por el Mar de China Meridional, Corea del Sur obtiene el 65% del petróleo, Japón y Taiwán obtienen el 60% y China el 80% del total de su abastecimiento. De allí que el control del territorio que atraviesan estas vías sea considerado de interés nacional para el gobierno chino, y que su reclamo se extienda al 90% del territorio marítimo.

Además de las islas en disputa que hay en la región, China ha sido el primer país en aumentar su influencia transformando arrecifes de coral en islas mediante el relleno artificial. De esta manera, además de crear otras 7 islas artificiales, estableció en el arrecife Fiery Cross una base militar. Frente a las críticas de EEUU, Pekín argumenta que sus construcciones sólo persiguen fines civiles, aun cuando en la isla se establecerán bases militares, además de sedes de los servicios de búsqueda y rescate de oceanografía y pesca.

EEUU, que no tiene jurisdicción real en la zona, ha enfatizado que “El mar de China Meridional no pertenece a ninguna nación, y puede estar seguro: Estados Unidos continuará navegando y volando donde lo permita el derecho internacional y nuestros intereses nacionales lo exijan”, afirmó el vicepresidente de RE. UU., Mike Pence en una conferencia de prensa en Singapur en noviembre de 2018.

Las tensiones entre los dos países se han disparado en los últimos meses por diversas cuestiones, como la guerra comercial desatada por Washington contra el gigante asiático, el apoyo del Gobierno de EE.UU. a Taiwán —isla que China considera parte de su territorio—, las sanciones norteamericanas al Ejército chino por “comprar armas rusas” y las provocativas operaciones militares de EE.UU. en las aguas en disputa en el mar en cuestión.

Uno de los países más involucrados en el conflicto es Filipinas, que tiene un Tratado de Defensa Mutua con Washington —firmado en 1951— y que a juicio del secretario de Defensa de Filipinas, Delfin Lorenzana, se debería revisar para evitar un posible conflicto armado con Pekín. Al mismo tiempo, el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte ha dicho en la última cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) -en la que no participa China- realizada en Singapur que «China ya está en posesión del mar de China Meridional. Ahora está en sus manos. Entonces, ¿por qué tienen que generar fricciones (…) que desembocarán en una respuesta de China? Es una realidad, y Estados Unidos y todos deberían darse cuenta de que China está ahí». Pero EEUU continúa enviando sus barcos de guerra al Mar de la China, intentando sentar el precedente de una presencia permanente en la región, y con la pretensión de tener establecida en el Pacífico el 60 % de su flota naval para 2020. Para ello necesita reforzar su alianza militar con Filipinas que ha sido su aliado histórico en la región, además de Taiwan. El caso es que ahora Filipinas y su presidente Rodrigo Duarte, están más interesados en mantener buenas relaciones con su gigante vecino.

Paralelamente, el 9 de julio de este año, China conminó a EEUU a detener inmediatamente las ventas de armas a Taiwan y cortar sus relaciones militares con la isla. «Las ventas de armas de Estados Unidos a Taiwan constituyen una violación grave del derecho internacional, las normas básicas que rigen las relaciones internacionales, el principio de una sola China y los tres comunicados conjuntos China-EEUU», afirmó Geng Shuang, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, y agregó que este tipo de acciones «interfieren flagrantemente en los asuntos internos de China y socava los intereses soberanos y de seguridad de China».

Conclusiones

Tras la aparente locura de Donald Trump hay un método del imperialismo yanqui. Presionan y vuelven a presionar, y aunque a veces deben retroceder, intentan ganar posiciones en el área internacional sin tener que llegar a la confrontación bélica directa, como ha sido el accionar de los gobiernos anteriores. La economía yanqui está golpeada y no les permite mantener guerras interminables, como en Irak y Afganistán. Claramente el objetivo de EEUU es confrontar con China y establecer una línea de contención en el Pacífico y en diversos planos como el económico y el tecnológico Es probable que Trump, a pesar de ser xenófobo, racista y misógino, sea reelegido como presidente. Precisamente, porque hacia el interior de EEUU, lxs trabajadorxs y los sectores medios ligados a la producción, aquellos pequeños agricultores y ganaderos del Medio Oeste, ven que su situación económica ha cambiado con su proteccionismo. Otra cosa es si podrá sostener esa política, ya que el país depende de la importación de numerosos bienes tanto primarios como elaborados.

Por el lado de China, está claro que su desarrollo en todos los planos y en forma acelerada la ha transformado en una potencia mundial, que muchos consideran que será la primera en 2050. Aún así en el interior de China, persisten enormes contradicciones, que su expansión económica no han resuelto. A pesar de los formidable avances en la sociedad, hay grandes núcleos de pobreza entre la población. Entre los sectores de los trabajadores la situación también es preocupante. Un dato relevante: en China los trabajadores no tienen sindicatos independientes del Estado.

El final es abierto, las contradicciones entre ambas naciones pueden seguir escalando, o puede que en algún momento impere la racionalidad entre sus gobernantes y busquen la manera de llegar a acuerdos en forma pacífica. Claro que al estar inmersos en la crisis del sistema capitalista, es muy difícil pedir racionalidad a las burguesías monopólicas en el poder. Y mientras la clase trabajadora mundial no pueda poner freno al apetito descomunal por acumular riquezas de estas burguesías, la confrontación intercapitalista a gran escala es una posibilidad real.

Sin embargo, el choque de planetas todavía no ha llegado a su punto de máxima colisión, por lo que hay esperanzas para la humanidad de que no seamos las clases populares y explotadas las que paguemos el costo de una guerra que no elegimos.

Por Carlos Antón - Integrante del Movimiento por la Unidad Latinoamericana y el Cambio Social (MULCS)

 


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