Historiadora británica: El Renacimiento europeo arrancó en Bagdad

Historiadora británica: El Renacimiento europeo arrancó en Bagdad

Un siglo y medio después de que los musulmanes perdieran Toledo, "aún había eruditos cristianos preguntando por los libros de los árabes".

Annur TV
Monday 23 de Sep.

El periplo por el devenir de la ciencia griega desde la Antigüedad hasta el Renacimiento que Violet Moller propone al lector en La ruta del conocimiento (Random House, 2019) nació de un viaje real. Partiendo desde Inglaterra y al volante de un viejo Volvo, una amiga y ella atravesaron Francia hasta perderse en Nápoles, quedarse boquiabiertas en Pompeya y degustar mozzarella de búfala en Paestum, en la Campania italiana. Todo ello antes de cruzar en ferri el estrecho de Mesina y llegar a Sicilia, donde aguardaba «un lugar que envolvía múltiples capas de historia». Las que habían dejado griegos, romanos, árabes o cristianos. Moller tenía 21 años y el «estrecho» propósito de aquel viaje era estudiar el rastro helénico en la isla.

Ahora, con 44, la historiadora londinense recuerda aquella escapada como una «pequeña conmoción intelectual». Le hizo dudar del viejo relato que tanto le habían repetido de que la ciencia era obra de los griegos, desarrollada en la práctica por sus hijos romanos y recuperada en el Renacimiento por los florentinos. Una tesis de la que iba a desprenderse completamente tiempo después, cuando, sumergida en la biblioteca de un erudito inglés del siglo XVI, descubrió que la mayoría de los libros estaban escritos por árabes. Aquello enlazaba con lo que había visto en Sicilia. El rastro había que seguirlo en los musulmanes. ¿Habían salvado del olvido a los griegos?

«Si no hubiese sido por los árabes, hoy no tendríamos ni la mitad de los conocimientos e ideas que tenemos», sentencia la historiadora en una entrevista este jueves en Madrid. Moller defiende esa posición remontándose en su libro al itinerario que siguieron las obras de Euclides, Ptolomeo y Galeno, tres de los grandes científicos griegos, antes de imprimirse en la Italia del siglo XVI. El viaje parte de la Alejandría que levantaron los sucesores de Alejandro Magno, donde residieron estos tres sabios, y pasa por Bagdad y al-Ándalus (Moller se detiene en la corte omeya de Córdoba y en el Toledo de la Escuela de Traductores) antes de llegar a las ciudades italianas de Salerno, Palermo y Venecia.

En la capital iraquí se detiene largamente su relato. Ahí encontró muchas de las respuestas que «ponían en entredicho el imaginario occidental». «Fue una ciudad fascinante. En el siglo VIII, los abasíes desplazan a los omeyas del poder y arranca una verdadera edad de oro. El califato ocupa más kilómetros cuadrados que el Imperio Romano en su época de mayor esplendor, y esa primacía también se utiliza para promover el saber», asegura la historiadora. Moller defiende que esta recuperación «probablemente» fue impulsada a raíz de las traducciones al árabe de obras científicas griegas realizadas por eruditos siriacos, cristianos que habían roto con la Iglesia bizantina y creado una comunidad en Bagdad.

¿Pone en cuestión esta realidad la propia idea de Renacimiento? «Ese es un concepto difícil. Las traducciones directas del griego al latín de finales de la Baja Edad Media generaron la falsa experiencia de que se estaban recuperando las fuentes originales. Pero ese proceso ya había arrancado antes, si es que en algún momento se detuvo», asegura Moller. «Bagdad forma parte de él. El Renacimiento verdaderamente arrancó ahí», añade. «Es ridículo pensar que porque no se recuperaba el conocimiento científico en la Europa medieval, este hubiera dejado de existir».

El contraste entre las imágenes de cristianismo e islam que presenta Moller en su libro, fuertemente intolerante la primera confesión; mucho menos la segunda, augura una recepción polémica. «Creo que los musulmanes fueron no sé si más tolerantes, pero sí más pragmáticos. Es cierto que en al-Ándalus también hubo dinastías radicales, como la almorávide, pero no eran la tónica general», defiende.

Otra de las ideas que combate la historiadora es la de que en la península Ibérica tuviera lugar una reconquista cristiana. No solo por los episodios en los que musulmanes moderados respaldaron a reyes cristianos frente a almorávides, como ocurrió con la familia Bunu Hud en Zaragoza a comienzos del siglo XII. También porque «ese concepto niega el legado de al-Ándalus en la cultura actual». «No es aceptable el marco de que unos reconquistaron el territorio que gobernaban otros y todo volvió a ser como era antes: esa imagen es ilusoria», sostiene.

Reacia a opinar más allá de los límites de su investigación, Moller traza al final de la conversación, sin embargo, un paralelismo entre la exclusión de al-Ándalus de la cultura española y una realidad que le resulta próxima, el retrato «temible» que «en ocasiones se hacía» de Irlanda desde Inglaterra. Pronto se da cuenta de que la comparación no le convence demasiado, y entonces regresa a su terreno recordando cómo, un siglo y medio después de que los musulmanes perdieran Toledo, «aún había eruditos cristianos preguntando por los libros de los árabes». 

El País


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