Era el año 40 antes de la Hégira (583 d.C.). El monje Buhaîrâ se encontraba en su ermita, cercana a la ciudad de “Bosrâ” (en las proximidades de Damasco, capital del reino de los árabes gassaníes probizantinos), cuando de repente vio que se acercaba una caravana y cosa extraordinaria que una nube se iba desplazando en el cielo a su paso, proporcionándoles sombra, siempre al mismo ritmo de la caravana. Más sorprendente aún, cuando la caravana interrumpió su camino para descansar y aprovisionares de agua, la nube se detuvo también. Buhaîrâ salió de su ermita y solicitó a su ayudante: “¡Id a ese grupo y decidles que todos ellos son mis invitados!”
Todos acudieron a la comida a excepción de el joven Muhammad (BP) que se quedó, por encargo de su tío Abû Tâlib al cuidado del equipaje. Buhaîrâ examinó el rostro de todos y cada uno de los miembros de la caravana, sin poder descubrir en ninguno de ellos las señales que esperaba reconocer en aquél, a la espera del cuál los monjes se sucedían uno tras otro en la pequeña ermita de Bosrâ. Entonces preguntó: “¿Es que todos los miembros de la caravana se encuentran aquí?”
Contestaron: ” Sí, excepto el joven que entre nosotros tiene menos edad “.
Buhaîrâ dijo: “Decidle que venga”. Fueron en busca de Muhammad (BP); cuando llegó, el monje quedó atónito mirándolo ya que la nube lo acompañaba. Después de terminar de comer le dijo: “¿Puedo hacerte una pregunta? ¡Te pido por Lât y ‘Uzza (2) que contestarás a ésta!”
A lo cual el joven Muhammad (BP) respondió: “Lo más odiado por mí, son esos dos nombres por los cuales me pides que te responda”.
Ante esta contundente y clara respuesta Buhaîrâ dijo: “Te pido pues por Dios que me respondas”.
“¡Haz tu pregunta!” Le dijo Muhammad.
Buhaîrâ después de una corta entrevista con el niño Muhammad (BP) y habiendo confirmado en su persona las señales de la profecía que sus Libros Sagrados relataban, le besó las manos y luego se tiró al suelo y le besó los pies y dijo: “Un gran futuro te espera, si estoy vivo para ese entonces, pelearé a tu lado en contra de tus enemigos, tú eres el más importante de los hombres entre los seres humanos”.
Entonces, volteando su rostro hacia los de la caravana preguntó en voz alta:”¿Quién es el padre de este joven? “Todos señalando a Abû Tâlib dijeron: “¡Es hijo de él!”
“¡No! ¡El padre de este joven no puede estar vivo!
“exclamó Buhaîrâ, a lo cual Abû Tâlib afirmó: “Estás en lo cierto, él es mi sobrino”.
“Este joven tiene un futuro muy brillante eimportante-continuó diciendo Buhaîrâ-, si los judíos ven lo mismo que yo estoy viendo en él sin duda lo matarán,¡ten mucho cuidado que no lo dañen!”
“¿Por qué causa será odiad o por los judíos?” ,preguntó extrañado Abû Tâlib.”
En el futuro será un Profeta y el Ángel de la Revelación se presentará frente a él”, afirmó Buhaîrâ.
Ante esto Abû Tâlib repuso:”¡Dios no lo abandonará, Él lo cuidará de los enemigos y de los judíos!”(3)
Castidad y pureza del profeta Muhammad (BP)
Cuando los instintos y fuerzas ocultas del hombre tratan de manifestarse, como resultado de la pubertad, cuando el niño pasa de la época de la infancia a la época de las pasiones y excitaciones y cree estar en un mundo diferente; es en este delicado momento cuando las perturbaciones, desviaciones, incontinencias y desenfreno atacan a los adolescentes. Si no se les presta una atención especial, o ellos mismos no tratan de protegerse y no someterse a los instintos en forma descontrolada, caerán en un abismo espantoso de perdición, que difícilmente les permitirá volver a ver, un día, el color de la felicidad y la dicha.
El profeta (BP) vivía en una sociedad corrompida, en donde su ambiente estaba contaminado por los diferentes defectos éticos y morales, así como por los pecados. No sólo los jóvenes, sino que incluso los viejos de Hiÿâs practicaban la inmoralidad sexual, llegando a tal extremo que en las calles y callejuelas colocaban banderas como señal de los centros de corrupción y como una invitación para aquellos que andaban en busca de la obscenidad; y en un ambiente tal Muhammad (BP), pasó de la infancia a la adolescencia y, a pesar de que a la edad de veinticinco años aún no había contraído matrimonio, las malas costumbres reinantes no influyeron en él, y nunca se le vio un acto incorrecto; sino que tanto sus amigos como sus enemigos lo presentaron como un ejemplo de virtudes y moralidad.
Notas :
1-Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 180.
2-Lât y ‘Uzza, dos de los ídolos que adoraban los árabes pre-islámicos y cuando era necesario juraban por ellos.
3-Extraído de Sîrah Ibn Hishâm, t.I, p. 181;I‘lâm Al Warâ, p. 26; Bihâr Al-Anwâr,t.XV, pp.193 y 204.