Declaración que indica que el Islam (político) tiene que ser estigmatizado y señalado, un nuevo enemigo que funcione como pretexto para que Estados Unidos pueda lograr su cometido en Medio Oriente de saquear los recursos que se encuentran allí y tener un control geopolítico.
 

¿Por qué atacar a Irán? Porque volviendo a la frase anterior, Irán hizo todo lo contrario a los intereses del norte. En 1979 rompió las cadenas del Shah y estableció un gobierno islámico. El país persa, pasó de ser aliado de Estados Unidos e Israel, a ser otro país. Un Estado con firmeza, con identidad y un objetivo claro de autodeterminación.

A principio de los ’80 y en un contexto donde el régimen israelí se expandía, y los países del golfo comenzaban a comerciar con el imperio estadounidense, surgían grupos que se oponían a la colonización sionista. Entre ellos Hezbollah, en el sur libanés, autodenominado como “resistencia islámica” a la ocupación israelí que por poco llegaba hasta Beirut y supo expulsarlo de territorio libanés (excepto las granjas de Shebaa) el 25 de mayo del 2000.
 

EE.UU. e Israel, a través de los medios hegemónicos que controlan, instalan la idea que Hezbollah pertenece al anteriormente demonizado Irán, como un títere que depende de órdenes para moverse. Quitándole valor e identidad propia.

Lo mismo hacen con el gobierno de Bashar Al Assad y movimientos como la Yihad Islámica en Palestina.

Lo cierto es que Irán es sólo un aliado de estas fuerzas regionales que supieron trabajar de manera conjunta creando el “eje de la resistencia”.

A estos movimientos Estados Unidos los llama terroristas. Por defender su patria. Por defender sus recursos. Por ser un obstáculo a sus intereses espurios.

Esta situación no nos resulta distante en América Latina, con la diferencia que en lugar de bombardear, ponen y sacan presidentes como les plazca. En este contexto es bueno recordar una frase de Simón Bolivar que describe de manera adecuada el escenario: “El velo se ha rasgado; ya hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos.”

Lo que el imperio no le va a perdonar a Irán (o a la revolución islámica) es haber plantado la semilla de la resistencia en la zona.

El Irán islámico se dedicó a ayudar esos pueblos que necesitaban de una mano que los ayude a liberarse y así exportó su modelo de resistencia a los que venían a ocupar sus tierras y saquear sus recursos en una embestida militar sin precedentes.

Esa semilla se convirtió en árbol en Siria, Líbano, Palestina, Irak y Yemen.

Los frutos que dieron fueron Issam Zahreldine en Siria, Imad Mughniye en Líbano, Ahmad Yassin en Palestina, Abu Mahdi al Muhandis en Irak, Abdulmalik al Houthi en Yemen y Qassem Soleimani en Irán.

La manera de vengarse de Estados Unidos de estas piedras en su zapato, es cortando esos frutos. Lo que no puede hacer en una región ahogada y oprimida, es arrancar al árbol de raíz.