Agonizan suelos agrícolas, la hambruna toca la puerta

Agonizan suelos agrícolas, la hambruna toca la puerta

Por Juan Danell Sánchez para Alainet.

Annur TV
Friday 16 de Apr.

Estériles, quebrados, erosionados en extremo se comen el horizonte y crecen inmensas superficies totalmente áridas en todo el planeta que alguna vez fueron bosques, selvas y planicies agrícolas altamente productivas. Pero ahora son cuerpo y rostro de la factura que cobra la naturaleza por el abuso irracional en la explotación de sus recursos. Lo que en cierto momento se consideró la maravilla tecnológica, la Revolución Verde, para resolver la escasez de alimentos después de la Segunda Guerra Mundial, en las décadas de los años 60 y 70; hoy es la principal responsable del empobrecimiento y agonía de más de la tercera parte, 550 millones de hectáreas, de las tierras cultivables a nivel global: la producción de alimentos está amenazada y medio siglo después la hambruna toca la puerta del mundo de nueva cuenta.

 

La entonces vanguardista tecnología de la Revolución Verde, consistente en incrementar el rendimiento de la superficie cultivada mediante la aplicación de grandes cantidades de fertilizantes y pesticidas químicos, herbicidas, innovadoras técnicas de riego y semillas mejoradas; resolvió en buena medida los problemas de falta de alimentos, sin que ello haya solucionado la hambruna de los tradicionalmente países pobres y, además, el problema de la malnutrición global aumentó, dado que las nuevas variedades de granos básicos lograron elevar los rendimiento por hectárea, pero a costa de que sus cualidades nutricionales fueran inferiores a las de las razas originales de los cereales.

 

En consecuencia, ese movimiento con lo que dio inició la era de la industrialización de la agricultura; sometió a los productores a una dependencia absoluta cada vez mayor de los fertilizantes y plaguicidas, para conseguir resultados similares en las cosechas, porque la dependencia de los abonos químicos no ayuda al mantenimiento de la fertilidad natural del suelo. A esto se suma que el uso de plaguicidas hace a las plagas cada vez más resistentes. Todo ello afecta directamente al ambiente y a los suelos cultivables, empobreciéndolos hasta aniquilar su fertilidad.

 

En diciembre de 2015 el informe anual de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), presentado en Roma, advirtió que “los suelos del mundo se están deteriorando rápidamente debido a la erosión, el agotamiento de los nutrientes, la pérdida de carbono orgánico, el sellado del suelo, entre otras amenazas”.

 

En el informe, realizado por un grupo de 200 científicos del suelo, pertenecientes a la FAO y originarios de 60 países, se precisa que cada año la erosión “se lleva de 25 mil a 40 mil millones de toneladas de la capa arable del suelo”.

 

Las consecuencias de esto es la reducción de los rendimientos de los cultivos y la capacidad del suelo para almacenar y completar el ciclo del carbono, los nutrientes y el agua. Se calcula que las pérdidas anuales en la producción de cereales debido a la erosión llegan 7.6 millones de toneladas anuales.

 

Por otra parte, la acumulación de sales en el suelo reduce el rendimiento de las cosechas y puede eliminar por completo la producción agrícola. La salinización provocada por la actividad humana y el uso excesivo de fertilizantes químicos afecta a unos 760 mil kilómetros cuadrados (76 millones de hectáreas) de tierras en todo el mundo, cantidad que equivale a más de tres veces la superficie cultivable de México.

 

Como lo explican los expertos, los suelos son de vital importancia para la producción de cultivos nutritivos, filtran y limpian decenas de miles de km3 de agua cada año. Son un importante almacén de carbono, ayudan a regular las emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, por lo que son fundamentales para la regulación del clima.

 

Sin embargo, de acuerdo con la conclusión del informe de Naciones Unidas, la mayor parte de los recursos mundiales de suelos se encuentran en condición mala o muy mala y las condiciones están empeorando en muchos más casos de los que están mejorando: 33 por ciento de la tierra se encuentra de moderada a altamente degradada debido a la erosión, salinización, compactación, acidificación y la contaminación química de los suelos.

 

De tal forma que las principales amenazas para las funciones del suelo son la erosión, pérdida de carbono orgánico, desequilibrio de nutrientes, acidificación del suelo, contaminación, anegamiento, compactación del suelo, sellado, salinización y pérdida de la biodiversidad.

 

 José Graziano da Silva, director General de la FAO en 2015 ha expresado que "nuevas pérdidas de suelos productivos dañarían gravemente la producción de alimentos y la seguridad alimentaria, ampliando la volatilidad de los precios alimentarios, y sumiendo potencialmente a millones de personas en el hambre y la pobreza”.

 

En México, Gerardo Noriega Altamirano profesor-investigador de la Universidad Autónoma Chapingo y Enrique Rico Arzate académico del Instituto Politécnico Nacional dieron recientemente la voz de alerta ante esta situación y advirtieron que “luego de que en México durante décadas se practicó la Revolución Verde con el uso intensivo de fertilizantes de síntesis química lo cual propició que alrededor de 75% de los suelos de todo el país, unos 150 millones de hectáreas, tengan problemas de degradación”.

 

A nivel mundial, precisan los investigadores, actualmente se encienden alarmas por el riesgo de agotar las reservas del fósforo en las tierras agrícolas y debido a que 95% de los alimentos se producen directa o indirectamente en los suelos, se debe cuidar no tener deficiencias de nutrientes como Calcio, Magnesio, Potasio, Fósforo y micronutrientes en los cultivos, porque entonces los alimentos serán de baja calidad.

 

Y si nos preguntamos qué significa eso, resulta que, con la pérdida de nutrientes como Calcio, Magnesio, Potasio, Fósforo, Hierro, entre otros, y los residuos de plaguicidas en las tierras agrícolas, el ser humano corre el riesgo de ser más propenso a enfermedades cancerígenas, obesidad, desnutrición y anemia, al consumir los productos cosechados de esos suelos, afirman los expertos.

 

Ante ello urgen los especialistas a trabajar en revertir ese proceso que pone en riesgo la alimentación y la salud de las generaciones futuras. Este es un tema prioritario para su atención por gobiernos y productores, sobre todo porque a todas luces la agricultura ha perdido buena parte de su resiliencia dadas las actuales condiciones en que se producen los alimentos, donde prácticamente los mil 600 millones de hectáreas agrícolas existentes en el mundo (12 por ciento del total global), se cultivan con el uso de agroquímicos y eso incapacita a esta actividad para recuperarse.

 

Una solución posible, es sin duda, retomar e impulsar los esquemas de la sostenibilidad en la producción de alimentos, con prácticas agroecológicas en las que se retome el conocimiento de los campesinos en combinación con los expertos y científicos; hacer diagnósticos precisos de la fertilidad del suelo remineralizándolo; restaurar la biología y materia orgánica en las tierras de cultivo, limitar el uso de agroquímicos a estrictamente necesarios y hacer un consumo racional del agua, así lo ven los científicos.

 

Sin embargo, por la naturaleza de la agricultura industrial el panorama que se dibuja para los siguientes años es poco alentador, debido a que las grandes empresas agropecuarias multinacionales no están dispuestas a reducir sus tasas de ganancia, que están basadas en los altos rendimientos de los cultivos con base en el uso excesivo de agroquímicos.

 

Juan Danell Sánchez, reportero mexicano, director de la revista electrónica sostenible.com.mx y autor del libro Campanas Rotas.

Por Juan Danell Sánchez para Alainet.


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