En Japón, por más que no sean mayoría –hay apenas 80 mezquitas en todo el país-, la comunidad musulmana tiene su forma particular de equilibrar cultura y religión.
En el bendito mes de Ramadán, cuando se reúnen para el corte de ayuno, los musulmanes japoneses lo hacen con leche. Y se sirven, tras la oración del Magrhib, platos tradicionales de la comida Kaiseki, llamada Tsukimono –basada en verduras en vinagre-, la cual se acompaña, como es típico allá, con pescado y arroz..
Los centros más importantes de la comunidad islámica japonesa son la Gran Mezquita de Tokio y le Mezquita Quba donde se congregan cientos de fieles.
Los musulmanes aprovechan el mes para visitar a las familias, adornar las calles con frases alusivas al Ramadán, y apartarse de todo aquello prohibido o que los distrae de su conexión espiritual. Mientras las mezquitas se abren en Ramadán para dar charlas sobre el din tanto a musulmanes como a curiosos de otros credos.
También dedican un tiempo a preparar cientos de platos comida destinada a los más necesitados.
Durante los últimos días del Ramadán, para acercarse aún más a Dios, los musulmanes japoneses asisten a las mezquitas a aumentar los rezos voluntarios y la lectura del Corán.