No es el imam de una mezquita. Ni un erudito. Es simplemente un jugador de fútbol y está logrando lo que cientos de mesas redondas y llamados a la paz y la tolerancia no han podido en décadas.
El fenómeno de Muhammad Salah, la estrella islámica del Liverpool, ha derribado barreras, acercado grietas sociales y religiosas, y reducido los índices de islamofobia en la ciudad. Esta es la conclusión sobre el impacto de Salah, llevado a cabo por investigadores de distintas universidades –entre ellas, Yale y Stanford- donde analizaron la caída de las tasas de crímenes por odio religioso y, a la par, los comentarios islámofobos en las redes de los seguidores del Liverpool.
Los partidos de extrema derecha en Inglaterra señalan al islam como la suma de todos los peligros: la multiplicación de la inmigración ilegal, el terrorismo y la tasa de delincuencia. Aunque el terrorismo nunca tuvo religión ni fronteras: entre 1970 y el 2000 en Europa Occidental 5819 personas murieron a causa del terrorismo nacionalista, como el IRA en Irlanda. Pero desde el arribo del egipcio Salah en junio del 2017 al club de Liverpool, la derecha ya no encuentra tantos adherentes. Al menos, entre los fanáticos del equipo.
De acuerdo al estudio, los crímenes de odio contra musulmanes han caído en un 19% en Liverpool y los comentarios on line islamófobos han disminuido en un 50% -tras analizar 15 millones de tweets- de parte de los fanáticos del club. Todo gracias al efecto, Muhammad Salah. Una estrella que inspira sin pontificar, con sólo mostrar el islam en su propia vida.