En plena ola de islamofobia en Europa, cada vez que un político defiende al islam suena como brisa fresca en el desierto. Días atrás, Bruno Macaes, el ex ministro de Portugal –ocupó hasta el 2015 el cargo de Asuntos europeos- tuvo una afirmación acertada que dio la vuelta al mundo. “El islam no es algo extranjero para Europa”, explicó en una entrevista con Anatolia Diplomatic.
“El islam es una parte importante de la historia y cultura de este continente”. Tanto en naciones de los Balcanes como en España, el rastro islámico es innegable. “El islam no es una religión extranjera”, continuó Macaes, haciendo referencia a la entrada del islam a Europa en el siglo VIII, y la fundación de una civilización deslumbrante en España.
“Hoy ayuda a devolver la vitalidad y diversidad que necesitamos en Europa”. Más allá de las voces a favor o en contra, y de la integración o intolerancia religiosa en Europa, lo cierto es que el islam es la religión que más crece en el continente.
En la entrevista, Macaes no eludió ningún tema al respecto ni siquiera los más incómodos. Calificó a la islamofobia como un asunto “muy preocupante”. Y en respuesta a las declaraciones del presidente francés, Emanuel Macron –dijo que el islam estaba en crisis, y que los musulmanes en su país son separatistas-, Macaes concluyó: “no le corresponde a la política decidir si las religiones están en crisis o no. Es una cuestión del destino de cada religión”. Claramente, Europa necesita, con urgencia, más gente como Macaes.