En el primer trimestre del año, sucedieron 113 agresiones a la comunidad y a mezquitas. La mitad de los que ocurrieron un año atrás. Y los más bajos desde que iniciaron las estadísticas sobre islamofobia en el 2017.

En Alemania, donde el 6% de los habitantes son musulmanes (unos 6 millones), la mayoría es de origen turco. Hay más de un millón de sirios. Y el 98% de todos ellos vive en la capital, Berlín.

Los casos reportados son, en gran medida, agresiones e insultos. Y tres episodios de violencia física y ataques a la propiedad. Son los más bajos desde que se iniciaron los registros cuatro años atrás. Parece un número ínfimo comparado a los 1075 episodios, 239 de ellas agresiones a mezquitas, que hubo a lo largo del 2017.

La mayoría de ataques fueron de representantes de la extrema derecha, que reclama la deportación de los refugiados y buscan exigir al gobierno que cambie su política de recibirlos. Más allá de los resultados y la baja en los registros, algunos desconfían de las cifras. “Parece prematuro señalar que han bajado los casos”, comentó Ola Yelpke del bloque de izquierda en el parlamento alemán. “La experiencia muestra que muchos casos nunca son denunciados y ese número es elevado. No quieren ir a la policía por vergüenza o porque no confían en las autoridades”.

Los números parecen alentadores. Pero el tiempo dirá si reflejan o no, al fin, un futuro esperanzador de tolerancia.

AIN