No es un argumento nuevo en el país con la mayor población musulmana de Europa occidental, pero es evidente que Macron tiene otro propósito: blandir una credencial dura contra el islam en un entorno político populista a expensas de una minoría musulmana francesa ya asediada.

Irónicamente, Macron no reconoce el principio cardinal de separación entre iglesia y estado en Francia y la neutralidad del estado hacia la religión. 

Pero la situación es mucho más grave.

El periódico británico The Guardian publicó un artículo, "El mito de Eurabia: cómo se generalizó una teoría de la conspiración de extrema derecha". 

Esa idea existe desde hace dos décadas, acuñada por Gisèle Littman (también conocida como Bat Yeor), a quien los académicos critican al punto de desacreditar su concepto que propicia el surgimiento de fanáticos de extrema derecha como el asesino Anders Breivik, autor de una masacre en Noruega sin el más mínimo arrepentimiento.

La idea alimenta una falsedad muy simple: los musulmanes están en Europa para participar en una guerra cultural que intenta anular valores europeos, y los cristianos blancos deben luchar por el salvamento de su civilización. 

Es una teoría descabellada, pero al presentarse en una forma respetable pasó de los márgenes a la corriente principal e infectó a la izquierda y la derecha en Francia.

Las declaraciones de Macron son una prueba más de esa integración mucho más allá de los márgenes.

Por supuesto, hay muchas crisis que enfrentan los musulmanes en todo el mundo, tanto en las poblaciones nacionales como dentro de la comunidad confesional. 

Grandes franjas de poblaciones musulmanas viven bajo regímenes autoritarios y autocráticos, una crisis en sí misma, y Macron, al respecto, no los considera problemáticos y es probable que crea lo contrario.

Si el presidente francés se tomara en serio el tema del buen gobierno para las poblaciones musulmanas en todo el mundo, tendría repercusiones significativas para la política exterior francesa; su incapacidad para priorizarlo hace que su discurso sobre una crisis en el islam sea poco convincente.

Los eruditos musulmanes hablan sobre crisis de autoridad en la educación religiosa y la falta de recursos para revitalizar centros docentes, mientras intentan recuperarse del legado del dominio colonial. 

Macron no ha sacado a relucir la historia del colonialismo francés, lo cual es pertinente, dado que su dominio en el norte de África tuvo un impacto negativo en la comunidad musulmana.

La posición del jefe del Estado francés deriva intento de atraer a votantes de derecha para las elecciones presidenciales de 2022.

En la actualidad, van codo a codo en las intenciones de voto Macron y la jefa del Rally Nacional de extrema derecha, Marine Le Pen, quien no teme culpar a los musulmanes por todos los males de Francia.

El presidente francés planea frenar la influencia de los clérigos extremistas, pero sus críticos ven algo más siniestro.

Rim-Sarah Alouane, un jurista francés de la Universidad de Toulouse, apuntó: “El fanatismo antimusulmán es un modelo de negocio en Francia: aumenta las audiencias en las redes de noticias y permite que los políticos sean más visibles. 

"Puede que la extrema derecha no esté en el poder, pero su espíritu definitivamente lo está”. 

Y si la elección una vez más se reduce a Macron y la extrema derecha, agregó, "se le pedirá que vote para salvar la república cuando Le Pen llegue a la segunda vuelta de las elecciones".

Al Mayadeen